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Leopoldo Abadía

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No acabo de entender lo de las instituciones, pero me suena mal y cuando las cosas te suenan mal, es que algo pasa

Foto: -El líder de Podemos, Pablo Iglesias, se dirige a la bancada popular durante la sesión de control al Gobierno. (EFE)
-El líder de Podemos, Pablo Iglesias, se dirige a la bancada popular durante la sesión de control al Gobierno. (EFE)

Comprendo que la gente esté nerviosa. Hay una situación de incertidumbre, agrandada por las posverdades y los hechos alternativos, que hacen que el "sea vuestro sí, sí; y sea vuestro no, no" empiece a ser sustituido por "sea vuestro sí, psé; y sea vuestro no, más o menos lo contrario".

En este contexto, Pablo Iglesias anuncia que va a recuperar la calle y que se apartará de las instituciones.

Fraga dijo que la calle era suya y este chico se quedó ahí, en esa frase, pegadico, como una mosca en aquellos papeles pringosos amarillos que había en las tiendas de comestibles y que eran un asco. Ahora quiere quitarle la calle a los herederos de Fraga, a quien D. Manuel se la debió dejar en herencia.

No acabo de entender lo de las instituciones, pero me suena mal y cuando las cosas te suenan mal, es que algo pasa.

No me gusta que ese señor anuncie que va a contribuir al desorden. Si una institución es "cada una de las organizaciones fundamentales de un Estado, nación o sociedad" y todo un licenciado, doctor en Derecho y doctor en Ciencias Políticas, máster en Humanidades y máster en Comunicación Política, dice que se salta las instituciones, mal vamos, porque los que no tenemos tantos títulos o, por lo menos, un ratio tan elevado de títulos/años con uso de razón, nos desconcertaremos.

Momento de nervios, unos por la incertidumbre. Otros, porque han salido nerviosos de casa. Algunos, porque ya salieron de casa mal educados

Y si en Cataluña todo señor que manda dice que hay que desobedecer, supongo que excepto a lo que mande él, no salgo de mi desconcierto.

Si, además, una señora que manda se equivoca y dice que hubo mayoría de votos por la independencia y esa mayoría es del 48 %, incorporándose sin querer a la política a la que me refería al principio, basada en la posverdad y los hechos alternativos que, menos mal, ya le ha costado su puesto a un político norteamericano, el desconcierto sube.

Hablando de desconcierto, comprendo que el pobre Luis Enrique se ponga nervioso y no sepa qué hacer ante un equipo dirigido por un señor que me cae muy bien, porque es de Irún, como mi madre.

(Nieto, además, de Antonio Emery, portero del Real Unión de Irún en la época gloriosa, cuando Luisito y Pedro Regueiro, René Petit, Patxi Gamborena y los demás jugadores trabajaban durante la semana y el domingo ganaban partidos).

(Esta cita sobre el Real Unión no viene a cuento. Es puro amor filial. Perdón).

Foto: Luis Enrique encajó su peor derrota en Champions con el Barça. (Christian Hartmann/Reuters)

Yo querría que me dijeran qué tengo que hacer, porque lo que me gusta es considerar que vivo en una sociedad civilizada, ordenada, donde si está el semáforo en verde, paso y si está en rojo, no paso; donde se considere una tontadica poner dos hombres cogiditos de la mano en el citado semáforo para no transgredir las reglas de lo estúpidamente correcto y donde hagamos una lista de las prioridades de la sociedad, en la que el 4 a 0 del PSG al Barça esté donde tiene que estar, o sea, en el puesto 129 o así.

Ya comprendo que el Barça es "més que un club". Alguien me dijo que el Barça pretendía ser Disney, que no sé si es más o menos que un club. Pero eso contribuye a tranquilizarme. Porque si le meten 4 goles a Disney me quedo tan tranquilo, pero si se los meten al símbolo representativo dels Països Catalans, ese lugar donde todos seremos felices porque desobedeceremos continuamente y de esa desobediencia nacerá la felicidad, me preocupa. Estoy seguro de que Unai Emery se hubiera dejado ganar, de haber conocido la trascendencia político-socio-espiritual de la paliza.

Foto: Los jugadores del PSG celebran el 4-0 de Cavani (Christian Hartmann/Reuters).

No me gusta nada cómo funciona el Congreso, sin duda por los nervios. La pobre Ana Pastor hace lo que puede, pero todavía no lo maneja bien y se le va de las manos.

Me gustaría mucho:

1. Que los Padres de la Patria reconocieran en sendas sesiones formales del Congreso y del Senado que para ser Padres de la Patria hacen falta dos cosas: a) que haya Patria; b) que haya Padres.

2. En teoría, hay Padres, porque cuando veo alguna sesión en el Congreso, hay gente sentada allí. Esos son los Padres, aunque estén un poco distraídos a veces. Padres distraídos, pero Padres.

3. Por supuesto, distraídos o no, siempre educados, porque nos tienen que dar ejemplo en su atuendo, en su comportamiento fuera y dentro del Congreso, en su elegancia para discrepar cuando haya que hacerlo, en su respeto al que piensa distinto, etc.

Sesión de control "incontrolable"

4. Tendrían que ser personas de las que los demás dijéramos: "Yo, cuando sea mayor, quiero ser así".

5. Como es natural, tendrían que trabajar centrándose en el tema que se está discutiendo, sin obligar a la pobre presidenta a llamarles la atención como nos la llamaba el Padre Segarra, jesuita, cuando, en el colegio, veía que teníamos la cabeza llena de pajaricos.

6. En estas reuniones siempre existe el peligro de irse por los cerros de Úbeda, porque para ello no hay que estudiar nada. Simplemente se trata de recurrir a la Memoria Histórica. Peligro que ahora se agudiza porque el PSOE le quiere sacar a José Luis Rodríguez Zapatero del ostracismo, con lo bien que estaba allí, sin molestar a nadie y sonriendo, dos cosas que siempre se agradecen mucho.

7. Si algún Padre se pasa de la raya, la presidenta toma cartas en el asunto y evita las peleas, por ahora vocales, de matones de pueblo. No vaya a ser que estos Padres hayan visto en la tele cómo se dan de bofetadas, de vez en cuando, en otros Parlamentos de otros países que hay por el mundo.

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

8. Y si riñen fuera del hemiciclo, también. Porque el Padre de la Patria es eso, Padre de la Patria, mientras exista la Patria y mientras esté vigente su mandato de Padre.

Momento de nervios, unos por la incertidumbre. Otros, porque han salido nerviosos de casa. Algunos, porque ya salieron de casa mal educados.

Si pongo de ejemplo a Mariano, alguien se molestará. Pues lo pongo. Es un hombre educado, buen parlamentario, duro, que pone nervioso al que se enfrenta con él, que habla bien...Que sí, que sí, que ya sé lo de la corrupción, que ya lo sé. Que está muy mal, ya lo sé. Pero ahora, en este preciso momento, el jueves por la tarde, o sea, ayer, estoy hablando de la educación, que es otra cosa.

Foto: Pablo Iglesias, durante la sesión del miércoles en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Esa cosa exige -he dicho exige- que el Congreso sea un lugar civilizado, donde se discutan temas muy importantes para España y muy importantes para mí, o sea, para ti y para el de más allá. Y si esto es así, no quiero que me distraigan discutiendo temas secundarios que interesan a muy pocos, pero que esos pocos presentan como si fueran fundamentales y no lo son.

No quiero groserías y no quiero insultos y no quiero gestos que molesten al que piensa distinto...

Vamos, que no quiero. Y que sí quiero que los Padres pidan a sus padres el libro de Urbanidad que ellos dieron en el colegio, que les enseñó a comportarse con "comedimiento, atención y buen modo" y que, sin duda por descuido, no transmitieron a sus hijos.

Quizá no saben dónde lo tienen. Que lo busquen y, si no lo encuentran, que vayan a una librería de viejo.

Y cuando lo hojeen, verán que sigue vigente.

A pesar de las posverdades.

Comprendo que la gente esté nerviosa. Hay una situación de incertidumbre, agrandada por las posverdades y los hechos alternativos, que hacen que el "sea vuestro sí, sí; y sea vuestro no, no" empiece a ser sustituido por "sea vuestro sí, psé; y sea vuestro no, más o menos lo contrario".

Luis Enrique Ana Pastor