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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Autocensura y opiniones

Esta autocensura —así la llama mi amigo— se debe a unas pocas razones. Pocas, pero que me parecen muy importantes. Otra cosa es juzgar asuntos

Foto: El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. (EFE)
El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. (EFE)

Mi amigo de San Quirico está preocupado. Como la gente le conoce, y más o menos saben cómo piensa ("de qué pie cojea", dice él), tiene prestigio en la zona imaginaria de este pueblo imaginario que es San Quirico.

(Imaginario, porque —lo he dicho muchas veces— no lo encontraréis en el mapa, como tampoco encontraréis la caja de ahorros en la lista de entidades financieras que han sobrevivido a la crisis ni veréis fotos del alcalde gordo, con bigote y un puro en la boca, independentista, a quien hago bajar a Barcelona para apoyar a todos los imputados, presionando como un solo hombre a los jueces que han tenido la mala pata de que les toquen unos casos que no les permiten dormir tranquilos).

Estábamos en que mi amigo tiene prestigio. Y está preocupado, porque no quiere irse de España. Se ha leído la Constitución, el Libro Blanco de Cataluña y el de Theresa May y no hace más que decir: "Pero estos tíos, ¿de qué van?". Aquí noto un cambio. Antes decía: "¿Adónde van?". Ha cambiado y ha suprimido el 'adónde' como si no le importara saberlo, porque, dice, ellos tampoco lo saben.

Ha cambiado y ha suprimido el 'adónde' como si no le importara saberlo, porque ellos tampoco lo saben

Está preocupado y, como siempre, mandón. Viene prohibitivo: "He leído tus 'Catexits'. Te falta mucho todavía. Pero 'avui no toca'. 'Avui' tengo temas que me urgen más. Ya seguiremos con el 'Catexit' otro día".

Como siempre, me sorprende, hablando en plural y eligiendo él los temas. Se ha creído que esta columna es suya y quiere decidir sobre su contenido.

Hoy quiere hablar de muchos temas: Macron, el despido del director del FBI, la Unión Europea...

No quiere hablar ni de la señora Macron —le parece maja— ni de los problemas de la familia Pujol-Ferrusola. Le corto para recordarle que, cuando estalló el tema, yo dije que nunca escribiría nada sobre esa familia, porque no me gusta hacer leña del árbol caído.

Estuve ayer en el teatro del Canal, en Madrid. Por ahí también hay árboles caídos y muy caídos. Más temas que entran dentro de mi autoprohibición.

Esta autocensura —así la llama mi amigo— se debe a unas pocas razones. Pocas, pero que me parecen muy importantes:

1. Que no tengo todos los datos.

2. Que, aunque los tuviera, nadie me ha encargado que sea juez.

3. Que si cuando estas personas estaban en la cresta de la ola, todo eran rendibús, no es elegante atacarlos ahora y menos todavía asegurar: "Ya lo decía yo...", porque mira, majo, tú, precisamente tú, no lo decías.

4. Y porque, en un mundo de crítica constante, no me da la gana criticar.

O sea, le digo a mi amigo, ni Pujol ni González, ni ERE ni ná. Nosotros, a hablar bien de la gente. Y si no podemos hablar bien, nos callamos. (Y bien sabe Dios lo que me cuesta muchas veces... siempre).

Ni Pujol ni González, ni ná. Nosotros, a hablar bien de la gente. Y si no podemos hablar bien, nos callamos. (Y bien sabe Dios lo que me cuesta)

Otra cosa es juzgar asuntos. Hacemos una lista mi amigo y yo:

1. La independencia de Cataluña. Absurdo.

2. Lo que ha conseguido Urkullu para Euskadi. Un gol por toda la escuadra.

3. El arco mediterráneo. Necesario urgentemente.

4. La incorporación de Turquía a la UE: ¡¿a quién se le ocurre?!

5. El despido del director del FBI. Suena muy mal, pero que muy mal.

6. La liquidación de la comisión Vidal, antes de empezar. Suena muy mal, pero que muy mal. (El juez Vidal había asegurado, entre otras cosas, que el Govern había obtenido ilegalmente los datos fiscales de los ciudadanos).

7. La corrupción. Lacra monstruosa, que se puede cargar un país y contra la que hay que ir sin contemplaciones, caiga quien caiga y que caiga con todas las inhabilitaciones posibles, para que nunca pueda volver a ejercer ningún cargo por delante del cual pasen unos cuantos euros, porque ya se ve que se le va la mano.

8. La determinación de prioridades por parte de los políticos. Básico. Quiero saber si les parece más importante crear embajadas que tener unos hospitales 'com cal'. O como diría la señora Macron, 'comme il faut'.

Mi amigo quiere hablar de Macron. Le gusta porque se ha referido a una Europa fuerte, con un ministro de Economía fuerte. Como esto es lo que me gusta a mí —yo quiero que haya un presidente fuerte, un Gobierno fuerte, un Parlamento fuerte...—, me cae bien este chico. Puestos a revolver, me encantaría que la presidenta de Europa fuera mi amiga Angela, de modo que, oficialmente, cuando Trump llamara preguntando por la presidenta de los Estados Unidos de Europa, se pusiese ella al teléfono.

Macron es partidario de los eurobonos. Si hoy pide prestado dinero España, avala España. Con los eurobonos, avala Europa. A Merkel no le gusta

En el teatro del Canal, escucho a dos economistas de verdad, Gonzalo Bernardos y Juan Ramón Rallo. Me río mucho cuando Gonzalo califica a Ángela como el cáncer de Europa. Luego voy yo y digo lo de siempre: que en España no mandaba Zapatero, ni manda Rajoy ni mandará el próximo. Me paro. Silencio. Sigo. ¡Manda Merkel! Silencio. Sigo. ¡Gracias a Dios! Ovación.

Macron es partidario de los eurobonos. Creo que lo llaman —será por nombres— mutualización de la deuda. O sea: si hoy pide prestado dinero España, avala España. Con los eurobonos, avala Europa. A Merkel no le gusta.

A Macron y a mí, sí.

P.S. 1

1. Hablando de hospitales públicos. Hace unos días fui a Bellvitge, a visitar a un amigo enfermo. No había estado nunca. Me hizo una impresión buenísima.

2. No huele a hospital. Todo, limpísimo.

3. MUY IMPORTANTE. Llamamos a una enfermera. Vino inmediatamente: "¿Qué necesita, cariño?".

4. Lo del 'cariño' me sonó a música celestial.

5. Algún fallo habrá, como en todo, pero esa palabra —'cariño'— y el tono de cariño con que la enfermera la dijo, me bastó para ponerle un 10 al hospital.

P.S. 2

1. Mi amigo y yo hablamos de Jordi Pujol Sr.

2. Las fotos nos dan pena. Más pena nos da leer en 'La Vanguardia' que va al despacho a primera hora "sin corbata, desaliñado y con mala cara".

3. Lo de la mala cara es inevitable.

4. Pero lo de sin corbata y desaliñado, no.

5. Sr. Pujol, no le digo que se ponga gemelos de brillantes ni un Rolex ni una corbata con la marca Loewe por delante y con letras gordas.

6. Pero desaliño, no. Por respeto a los demás.

7. Pero, sobre todo, por respeto hacia usted mismo.

8. Ahora, también.

Mi amigo de San Quirico está preocupado. Como la gente le conoce, y más o menos saben cómo piensa ("de qué pie cojea", dice él), tiene prestigio en la zona imaginaria de este pueblo imaginario que es San Quirico.

Jordi Pujol Theresa May Unión Europea Familia Pujol-Ferrusola