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Leopoldo Abadía

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Catexit (XX): acto final... o no

La responsabilidad de los gobernantes es seria. Por eso son gobernantes. Y ahora tienen que recordar que las cosas, cuanto más simples, mejor

Foto: Pantalla gigante para seguir el discurso en el que Puigdemont declaró y suspendió la independencia. (Reuters)
Pantalla gigante para seguir el discurso en el que Puigdemont declaró y suspendió la independencia. (Reuters)

Y llegó el acto final. Todos nerviosos. Unos, anhelantes por llegar a Ítaca aquella misma noche. Otros, temerosos.

Recibo un whatsapp de un amigo mío de Madrid. Su hija viene a Barcelona a trabajar el día 10. Vuelve por la noche. Está muy preocupado. Me pregunta si le puede dar mi número de móvil por si acaso. Para tranquilizarle, le ofrezco alojamiento, cena, desayuno, lo que haga falta. Ya sé que no pasará nada, pero él se queda muy agradecido.

Los anhelantes, en el Parc de la Ciutadella, esperando la declaración de independencia. Con la confianza puesta, a ojos cerrados, en Carles, su ídolo, que está redactando su discurso y preparando, según creen, el inmediato desembarco en la isla griega.

Carles, sudando tinta, porque su comparecencia es a las 6 de la tarde y la gente está nerviosa. Y él también. Acabar triunfante sería maravilloso. Pasar a la historia como el que hizo de Cataluña una nación, la locura...

Acabar en la cárcel, como el muy celebrado Companys, sería heroico, pero desagradable. En ese caso, además, ni Independencia ni heroísmo ni nada. Incluso alguien diría: "Era un 'chalao'".

Foto: Lluís Companys, en un cartel de la Guerra Civil.

El Parlament, lleno. Se anuncia que el President se retrasa.

Una foto muy buena de Carles subiendo, al fin, hacia el hemiciclo. Cientos de fotógrafos arriba.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

(Siempre que veo una situación así, de alguien subiendo o bajando una escalera con toda solemnidad, pienso: "Mira que si tropieza y se cae...". Bobadas que se me ocurren, de vez en cuando).

Gracias a Dios, Carles llega bien y empieza un pleno que, a posteriori, alguien ha calificado de caótico.

En primer lugar, Carles asume el mandato de que Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república.

Hasta aquí, golpecito de Estado, porque ese mandato no existe.

Hasta aquí, ovaciones de los partidarios del golpe.

¡Lo hemos conseguido!

¡Somos independientes!

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

PERO. Siempre hay un pero. Este llega tres segundos más tarde (seis, según algunos; ocho, según otros) cuando Carles, poniendo cara de solemnidad, porque si no la pone le pueden correr a gorrazos, propone suspender la independencia, batiendo de este modo el récord mundial de mínima duración de una nación independiente.

Todo esto sería cómico si no fuera tan serio. Veo las caras de los diputados de Junts pel Sí, que aplauden a Carles con la misma cara con la que aplaudirían un ataúd a la salida de un funeral, y veo la cara del pobre Carles, que piensa lo bien que se vivía en Girona y para qué me habré metido yo en este lío.

Ahora hay que hablar. Eso dice Carles. Y yo añado: sin plazos; con serenidad; tragándose las chuladas dichas por unos y por otros.

Lo que pasa, creo yo, es que unos quieren hablar como si la Constitución no existiera, y sí que existe, que me la he leído yo, y otros, como si existiera, porque también se la han leído. Como he dicho muchas veces -cuando tengo una idea la repito y la repito-, el orden del día de la negociación debería tener dos puntos:

1. Temas económicos.

2. Revisión y actualización de la Constitución.

Pedro Sánchez quiere empezar reformando la Constitución, pero a mí me parece que cuando hay euros por medio, hay que empezar por ahí, porque si llegan al acuerdo de que A le debe a B o de que B le debe a A, seguramente será más fácil actualizar la Constitución.

Hablar de euros con discreción, sin luz, sin taquígrafos, sin periodistas (perdón, amigos, pero eso es fundamental ahora), sin radio, sin tele (los periodistas están incluidos aquí), sin móvil, sin NADA que pueda quitar la paz a los negociadores, porque me interesa que no se equivoquen en las cuentas.

Y luego, con paz, a revisar la Constitución, en los meses que necesite un grupo de personas que tengan criterio, que sepan, que discurran, que no admitan urgencias ni soluciones previas. Es decir: si yo interviniera en la reforma de la Constitución, cosa que es metafísicamente imposible que suceda, no admitiría "encargos": quiero que salga que España tendrá una estructura federal; quiero una estructura muy centralizada; quiero que...

A estos 'sugeridores' que inmediatamente publican sus sugerencias en los periódicos como una manera de hacer 'pressing', les ignoraría absolutamente, porque si el encargo me lo han dado a mí, lo cumplo yo.

Estamos en un momento muy feo. En una carta que el 'president' Tarradellas escribió el 16 de Abril de 1981 a Horacio Sáenz Guerrero, director entonces de 'La Vanguardia', que me han enviado y que por el tono de viejo sabio juraría que es auténtica, se preguntaba: "¿Como es posible que Cataluña haya caído nuevamente para hundirse poco a poco en una situación dolorosa como la que está empezando a producirse?".

El 'president' veía lo que iba a pasar. La situación actual de Cataluña es dolorosa. Familias divididas, amistades rotas, empresas -¡y qué empresas!- en cola para irse y no todas als països catalans, como dijo Junqueras; traslado de cuentas corrientes "por si acaso"... Y la primera reacción de Carles es un tuit: "Les pides diálogo y responden poniendo el 155 encima de la mesa. Entendido".

Este es el estadista que tiene que contestar una pregunta: "¿Declaró usted la independencia, sí o no?" Si lo hace por tuit, solo necesita dos caracteres: s-í o n-o. Tiene los 138 restantes para añadir "¿puedo saludar?" Y que salude a los amigos.

Hoy tenemos una situación complicada.

Es complicada, en primer lugar, para todos los españoles, porque un pedazo de nuestra Patria se quiere ir.

Es complicada, en segundo lugar, para los que vivimos aquí, catalanes y no catalanes, porque los que quieren irse de España no son todos, ni MUCHO MENOS. (Por eso, lo del mandato que dice Carles que ha recibido para convertir Cataluña en una república independiente lo dirá él, en un ataque de optimismo, pero verdad verdad, verdad de la buena, no es).

Es complicada para la Unión Europea, que perdería un trozo, trozo que se pondría a la cola pidiendo que le admitieran. Y más lío.

La responsabilidad de los gobernantes es seria. Por eso son gobernantes. Y ahora tienen que recordar que las cosas, cuanto más simples, mejor.

Lo más simple, me parece, sería:

1. ¿Declaró usted la independencia de Cataluña? NO

2. Dialoguemos, empezando por las cuentas. Luego nos meteremos con la Constitución.

3. Mientras tanto, ni un solo tuit, que los carga el diablo.

4. Y la mayor discreción posible, sin calentar a la gente con eslóganes simplones.

Que una cosa es simplificar y otra, engañar a la gente.

Y llegó el acto final. Todos nerviosos. Unos, anhelantes por llegar a Ítaca aquella misma noche. Otros, temerosos.

Carles Puigdemont