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Leopoldo Abadía

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Catexit (XXII): ¡pobre Cataluña!

Los políticos que desean la independencia se han apropiado del concepto de 'legitimidad moral', que ha llevado a la convicción de que "todo lo que haga un independentista es bueno"

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Hablo con un amigo, de cuyo criterio me fío. Está contento con el devenir de los acontecimientos. Como si supiera de antemano que todo se desenvuelve como estaba previsto, o, mejor aún, como él lo tenía previsto. (O "como estaba pactado", dice).

Me tranquiliza, porque un par de horas antes, me encontré con otro amigo, también persona de criterio, preocupadísimo por lo que está pasando.

Los dos, con argumentos similares, aunque, puestos a elegir, me quedo con el primero, el que ve las cosas de color de rosa, aun dándose cuenta de que para ello hay que hacer un cierto esfuerzo. Pero lo que dice tiene cara y ojos.

Dice que los políticos que desean la independencia de Cataluña se han apropiado del concepto de 'legitimidad moral', que ha llevado a la convicción de que "todo lo que haga un independentista es bueno, por definición". Esto les lleva a disgustos serios cuando se topan con la realidad.

Cuando los señores Cuixart y Sànchez organizan un buen lío (hace años, el humorista Valentí Castanys l hubiera llamado "un buen 'sidral") y en el colmo de la alegría se suben al techo de coches de la Guardia Civil, quitándole el puesto a un reportero de TV3, que subido también al techo de un coche colabora honrada y profesionalmente en su destrucción, les detienen y les meten en la cárcel. Yo les hubiera acusado de gamberrismo, pero la jueza les imputa 'sedición', o sea, "alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar, sin llegar a la gravedad de la rebelión". Ser sedicioso queda mejor que ser gamberro. Pero, en cualquier caso, de legitimidad moral, cero.

Es decir, que ha de quedar claro que romper coches es una ceporrez, no una protesta cívica. Y tiene que quedar claro para los independentistas, porque los demás lo tenemos clarísimo.

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Mi amigo dice que ninguno de estos señores se ha leído el Estatut, la sentencia del Tribunal Constitucional, la ley del referéndum ni la Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República Catalana. Al oírle, tengo mi primera sorpresa, cuando me entero de que aquella patochada del 1 de octubre, en la que leo que uno vino de Zaragoza, donde está censado, y votó con su DNI siete veces —sí, siete veces—, marchándose después a casa, contento de haber cumplido con su deber, aquella patochada, repito, tenía una ley que la regulaba.

Como me tengo que poner al día, en cuanto entregue el artículo empiezo a estudiar los documentos que me ha indicado mi amigo, porque si todos son como la ley del referéndum y su aplicación práctica y se los ha leído el presidente de Seat, comprendo que diga que mantendrá aquí su sede si hay seguridad jurídica. O sea, que se irá corriendo, animado y empujado por los de la legitimidad moral.

Leo que Carles lo está pasando mal y que tiene mala cara. Que no se afeita. Que no quiere ir al Senado. Que, para tomar decisiones, tiene que hablar con unos y con otros. Que unos le animan a la declaración unilateral de independencia. Otros quieren elecciones. Dicen que él se ve como el 'president' mártir, que, si se descuida, puede acabar en Soto del Real durante mucho tiempo.

Foto: Grafiti en una parada de autobús en Barcelona donde se lee "Puigdemont traidor". (Reuters) Opinión
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Y mientras Unai Sordo, secretario general de CCOO, en 'La Vanguardia', escribe un artículo con sentido común, Xavier Vendrell dice que hay que prepararse para escenarios de violencia con víctimas, que él atribuye a una supuesta dura reacción del Estado. No quiero creer que este Xavier Vendrell sea el Xavier Vendrell que participó en dos atentados cuando trabajaba en Terra Lliure, porque si lo fuera, pensaría que este mozo habla con conocimiento de causa.

En otro contexto, recuerdo lo que dijo Marta Ferrusola, mi vecina, a la que me suelo encontrar haciendo recados por la calle Mandri, cuando tuvo que declarar ante la comisión anticorrupción del Parlament de Cataluña: "Me da pena. Mucha pena. Cataluña no se merece esto". El contexto era otro, pero la frase textual es la misma. ¡Pobre Cataluña! ¿Qué ha hecho mal este país para que estemos en manos de un pandilla, que se atreven a definir lo que está bien y lo que no está bien, que se inventan maravillas que nunca existieron, que personas a las que yo respetaba resulta que eran unos sinsorgos y, peor, unos matones que me hacían gracia en las películas del Oeste, pero que en la realidad son unos inútiles impresentables, que han encontrado una manera de vivir haciendo daño?

Todo lo que sirva para desunir familias, romper amistades, traicionar al vecino, es malo. Y se está produciendo. No es legitimidad moral. Es un asco

Haciendo daño, porque todo lo que sirva para desunir familias, romper amistades, traicionar al vecino, es malo. Y eso se está produciendo ahora.

Y eso no es legitimidad moral. Es un asco.

P.S. 1

1. Acabo el artículo. Parece que Carles va a convocar elecciones.

2. Me alegro, aunque es posible que vayamos de Guatemala a Guatepeor.

3. También podemos ir a Guatemejor, si se van a su casa, acompañando a Carles, unos cuantos capitaneados por Artur, que tiene mucha, pero que mucha responsabilidad en lo que está pasando.

4. Este punto es básico, porque es grande el peligro de que tengamos que elegir entre los mismos perros con los mismos collares.

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (Reuters)
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P.S. 2

1. Ahora, cinco de la tarde del jueves, Carles ha dicho que de elecciones, ná.

2. Los que le llamaban traidor hace un rato, ahora le quieren mucho.

P.S. 3

1. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría hace un discurso brillante y duro. Se lo agradezco de corazón.

P. S. 4

1. Empiezo a estudiar los documentos.

2. Ya os iré contando.

P.S. 5

1. Veo una foto de políticos catalanes. Hay muchos. No se les distingue bien.

2. Hay quien ha mirado la foto con una lupa.

3. Y le ha encontrado.

4. Es el que asesinó a su padre.

Señora Ferrusola, totalmente de acuerdo: ¡pobre Cataluña!

Hablo con un amigo, de cuyo criterio me fío. Está contento con el devenir de los acontecimientos. Como si supiera de antemano que todo se desenvuelve como estaba previsto, o, mejor aún, como él lo tenía previsto. (O "como estaba pactado", dice).