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Catexit (XXVIII): obsesión
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Leopoldo Abadía

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Catexit (XXVIII): obsesión

Hay gente que piensa que los catalanes son muy malos. Porque, sin duda para compensar, hay gente que piensa que 'Madrit' es despreciable por definición

Foto: Mesa electoral de las elecciones del 21-D. (EFE)
Mesa electoral de las elecciones del 21-D. (EFE)

Empiezo a escribir este artículo en Madrid el miércoles, jornada de reflexión de las elecciones autonómicas de Cataluña. En confianza, mucho mucho no he reflexionado. En más confianza, no he reflexionado nada.

Tengo las ideas muy claras. Hay quien opinará que están equivocadas y que lo que conviene a Cataluña es que Carles vuelva a ocupar su sillón en la Generalitat y Oriol el suyo y los que acompañaron en su huida a Carles y los que están en las cárceles vuelvan a sentarse donde se sentaban antes y unos sigan gobernando y otros manifestándose mientras hacen colectas para pagar las fianzas o para desembargar lo embargado a los amigos.

Yo opino lo contrario, mientras veo a Cataluña lamerse las heridas después del paso arrasador de estos mozos que, al grito de "vivan Casanova, Companys y Maciá", entre otros, se han cargado todo lo cargable, a una velocidad increíble. Por supuesto, con un gran amor hacia su patria, a la que, de paso, han destrozado, sin perder la sonrisa.

O sea, que ya sé a quién no votaré, y comprenderéis por qué he tenido tan poco trabajo de reflexión. Porque lo fundamental —este bloque o aquel— lo he resuelto —me lo han dado resuelto— en un plis plas.

Veo a Cataluña lamerse las heridas después del paso arrasador de estos mozos que, al grito de "viva Casanova, Companys y Maciá", se han cargado todo

En el AVE de vuelta a casa, después de la siesta de rigor, me quito las gafas de sol, me lavo la cara y pido un café.

Por un rato quiero pensar en España, y no en ese trozo de España que se quieren llevar para hacer no sé qué con él. Temo que el no sé qué, con los fugados y los encarcelados, será un 'rogue state', que es como los que sabemos inglés llamamos a Corea del Norte. Los que no saben lo llaman "Estado paria", que suena peor.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Continúo el jueves por la tarde. Ya hemos ido a votar mi mujer y yo. Por el camino, gente del barrio. Todos coincidimos en que hemos votado a los buenos. Una señora me plantea una duda: ¿quiénes son los buenos?

Ha quedado claro quiénes son para mí. Ahora son las seis de la tarde. Los colegios estarán abiertos hasta las ocho y tengo que mandar el artículo antes de saber los resultados.

Después de oír a la gente, pienso en quiénes son los buenos, porque conozco 'gente bien' que opina que los buenos son 'los otros'. Y, repito, son 'gente bien', o sea, como yo. O como creo que soy yo, que siempre he tenido una opinión muy buena de mí mismo.

Pienso irme a dormir con las noticias que haya hasta las 11 de la noche. Y pienso dormir bien. Mañana será otro día.

Otro día en el que los buenos que hayan ganado —¡cuánto me gustaría que fueran los míos!— tienen un trabajo enorme.

Porque la sociedad no está bien, como no puede estar bien una familia dividida seriamente. Porque muchas empresas se han ido. Porque mucha gente se ha llevado sus euros —muchos o pocos— a sitios que han considerado más seguros, y no hablo de paraísos fiscales, porque Bujaraloz no lo ha sido nunca.

Foto: Ilustración: Raúl Arias. Opinión
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Porque hay gente que piensa que los catalanes son muy malos. Porque, sin duda para compensar, hay gente que piensa que 'Madrit' es despreciable por definición.

Porque no me gusta que nadie esté estos días en la cárcel. Porque no me gusta que unos políticos pasen la Navidad en Bruselas, cuando en pueblos como San Quirico la Navidad es una maravilla. (También pienso que si no hubieran hecho lo que han hecho, no estarían donde están).

Continúo con los 'porqués'.

Porque no me gusta que los jueces tengan trabajo extra, a base de delitos de rebelión y sedición. Porque no me gusta que la sociedad catalana se divida en dos: 'indepes' y ultras. Porque no me gusta que a mí me caiga mal uno por la única razón de que piensa distinto. Y al revés. Porque no puedo tragar que yo le caiga mal a alguien porque un empleado mío —un político al que le pago su sueldo— haga algo salido de madre.

Todo lo anterior no quiere decir que esté instalado en la indiferencia absoluta. Ya ha quedado claro que no, que me parece que 'los otros' lo han hecho muy mal y por eso he votado a los míos.

Foto: Una persona se acredita para votar en un colegio electoral durante las elecciones de hoy. (EFE)

No sé todavía nada. Pero, por favor, gane el que gane:

  1. A respetar la ley, aunque no le guste.
  2. A no mentir nada, que lo de la posverdad se está extendiendo.
  3. A luchar por comprender que la cena de Nochebuena está muy por encima de los 'indepes' y los no 'indepes'. Que estamos celebrando que ha nacido el Niño Dios.
  4. A recordar, en su actividad de gobierno diaria, que la vida es una afirmación gozosa, no una negación odiosa.
  5. A recordar, en su actividad de gobierno diaria, que son servidores del pueblo y no de su pueblo, o sea, de quien piense como él/ella.
  6. A recordar que, en el manejo del dinero público, tienen que tener una exquisitez llena de finura, recordando que en Cataluña hay mucha gente que pasa hambre y eso exige que el servidor del pueblo defina seria, responsable y honradamente las prioridades de su actuación. Y que deje las ensoñaciones para cuando haya dinero para ensoñar.

Y que, si piensan que todo lo anterior es una teoría cursilona, propia de mentes dulzonas que no saben nada de la vida, que se retiren de la política y se dediquen a otros menesteres en los que no puedan hacer tanto daño.

No hablo de los unos o de los otros. Hablo del que gane. Hablo del próximo 'president' de la Generalitat y de su equipo de gobierno.

Siempre acabo igual. Sigo obsesionado con la revolución civil.

Acabo con lo importante:

¡¡FELIZ NAVIDAD!!

Empiezo a escribir este artículo en Madrid el miércoles, jornada de reflexión de las elecciones autonómicas de Cataluña. En confianza, mucho mucho no he reflexionado. En más confianza, no he reflexionado nada.