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Leopoldo Abadía

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Europa responde al que se va (allá él) y al 'feroche' americano que está buscando el premio Nobel de la Paz. Nos iría mejor a todos si Reino Unido no se fuera y si Trump actuara como un ser normal

Foto: Puertas abiertas en el Parlamento Europeo con motivo del Día de Europa. (Reuters)
Puertas abiertas en el Parlamento Europeo con motivo del Día de Europa. (Reuters)

Cada vez lo veo más claro. Cada vez me gusta más Europa. Cada vez me gusta más Angela Merkel. Y ahora, de repente, ha aparecido otra figura, que cada vez me cae mejor: Emmanuel Macron.

Este señor, en septiembre de 2017, dijo: "Estoy pensando ahora en Robert Schuman, el 9 de mayo de 1950, en París, atreviéndose a proponer la construcción de Europa".

Yo no sabía que el 9 de mayo se celebra el Día de Europa. Me da la impresión de que a muchos les pasa lo mismo.

placeholder Merkel concede la medalla de Carlomagno a Macron. (Reuters)
Merkel concede la medalla de Carlomagno a Macron. (Reuters)

Pero ese día asistí a la presentación en Barcelona de un libro de Víctor Pou, "un chico del máster", como suelo llamar a los alumnos que he tenido en ese programa en el IESE. (Mi mujer me hizo ver que Víctor, por ejemplo, acabó el máster en 1966, con lo que ya ha pasado de 'chico' a 'señor').

Cuando alguien con autoridad dice lo que yo, sin ninguna autoridad, olfateo, me entusiasmo. Si ese con autoridad da una conferencia presentando su libro 'Hacia el relanzamiento de la Unión Europea. El Brexit y Trump como revulsivos', voy a la conferencia y me compro el libro.

Y salgo entusiasmado. Y optimista, porque se está cumpliendo lo que nos dijo en Harvard un profesor, Hugo Uyterhoeven: "El proceso de construcción de Europa será largo".

Y de ahí yo deduje que en un proceso largo hay altibajos, momentos de euforia y momentos en que las cosas no se ven claras. Traducido por Víctor, momentos de eurooptimismo y de europesimismo. Incluso un 'annus horribilis', como fue 2016.

Ese año, Reino Unido dice que se va de la Unión Europea. Y por si fuera poco, en Estados Unidos gana la elección presidencial un mozo raro, muy raro, de esos a los que mis hijos no invitarían nunca a cenar en casa, porque da la impresión de que comería con la boca abierta y se limpiaría los dientes con un palillo entre plato y plato. Se llama Donald Trump y toma posesión en enero de 2017.

Cuando alguien con autoridad dice lo que yo, sin ninguna autoridad, olfateo, me entusiasmo

La primera reacción es de desmoralización. Porque los británicos empiezan a negociar su salida, y Donald empieza a despreciar a la Unión Europea.

En aquellos momentos, a mí se me ocurrió que si a mi familia la atacan por dos flancos, nos apiñamos, cerramos filas y luchamos con todas nuestras fuerzas. Como en cuanto puedo suelto aquello de "¡ya lo decía yo!", recuerdo que, no hace mucho, renové la definición de 'optimismo', sustituyendo el "aquí no pasa nada" por el "como aquí pasan muchas cosas y muy serias, voy a luchar con uñas y dientes para salir adelante".

Año 2017. Macron. Presidente de Francia. Buena pinta. Parece un chico del máster. Se va a la Sorbona y, en una conferencia brillante, dice: "Un solo camino nos garantiza el futuro: la refundación de una Europa soberana, unida y democrática".

El discurso es para enmarcar. Europa responde al que se va (allá él) y al 'feroche' americano que está buscando el premio Nobel de la Paz. Nos iría mejor a todos si Reino Unido no se fuera y si Trump actuara como un ser normal. Pero cada uno es como es y Europa es mucha Europa.

Foto: Emmanuel Macron, líder del movimiento "En Marcha", celebra los resultados en París. (Reuters) Opinión
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Mucha Europa con raíces cristianas, como todos sabemos. Lo sabemos todos excepto Giscard d'Estaign, que no lo quiso poner en el proyecto de Constitución europea. Seguramente había viajado poco, porque si hubiera salido, habría visto catedrales, iglesias, ermitas... y hubiera deducido que, aunque no le gustase, las raíces cristianas están ahí y se ven. Si en vez de iglesias hubiera visto mezquitas, podría haber deducido que teníamos raíces musulmanas, y si no hubiera visto nada, que éramos ateos de nacimiento.

La labor, apasionante. En su discurso de la Sorbona, Macron presenta propuestas muy concretas para conseguir una Europa soberana, una Europa unida y una Europa democrática. No las voy a copiar aquí, porque las tenéis en Google, pero sería fenomenal que los estados que quieran ser europeos se lo tomasen en serio.

Digo esto porque España debería tomárselo en serio. ¿Os imagináis un Congreso con debates profundos sobre las propuestas de Macron?

En su discurso de la Sorbona, Macron presenta propuestas muy concretas para conseguir una Europa soberana, unida y democrática

Así ayudaríamos a ir avanzando en ese proceso que mi profesor de Harvard dijo que sería largo. Pero lo dijo en 1963 y estamos en 2018. O sea, que faltan 55 años menos para llegar a esa federación de estados que soñaron los padres de Europa.

Y hay que aprovechar el tiempo. Si se necesita limpieza, que da la impresión de que sí, que se haga rápido. Porque si no, nos pasamos el día de máster falso en máster más falso y de 3% en 20%, y de chanchullo a más chanchullo, y lo pasamos muy bien, sin dar un solo paso adelante.

Nosotros no somos los padres de Europa, pero, por lo menos, que no se nos recuerde como los que, con nuestra ceporrez, trabajamos duramente en la tarea de poner palos en los avances hacia nuestros Estados Unidos:

Los de Europa.

Cada vez lo veo más claro. Cada vez me gusta más Europa. Cada vez me gusta más Angela Merkel. Y ahora, de repente, ha aparecido otra figura, que cada vez me cae mejor: Emmanuel Macron.

Emmanuel Macron Angela Merkel Unión Europea