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Catexit XLII: mi madre y Torra
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Leopoldo Abadía

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Catexit XLII: mi madre y Torra

Repaso las cosas que pasan en el mundo y me parece que, aprovechando que somos muchos, mucha gente desobedece

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (EFE)

"¡Venga usted aquí!". Cuando mi madre me hablaba de usted, malo. Normalmente, había desobedecido. Y si un hijo único desobedece, se ve demasiado. Cuando conocí a la que luego sería mi mujer, la quinta de 10 hermanos, vi la diferencia, a favor de la familia con muchos hijos, en la que todos quedaban disimulados con mucha más facilidad.

Repaso las cosas que pasan en el mundo y me parece que, aprovechando que somos muchos, mucha gente desobedece. Al llegar aquí, alguien podrá decirme, y de hecho me lo dirá, que me gusta la dictadura, que claro, a mi edad, qué me va a gustar, que lo tenía disimulado hasta ahora, que al llegar a la vejez ya no tengo reparos de mostrarme como realmente soy, etc. (Agradezco mucho que alguien hable ahora de mi vejez. Mirando mi DNI y, lo peor, mirándome al espejo, pensaba que yo era viejo desde hace unos 25 años).

Sin meterme en líos de si dentro llevo un dictador o no lo llevo, creo que hay un ambiente de desobediencia en el mundo. Quizás es porque la gente está mejor formada que antes y piensa más y tiene más criterio y no está dispuesta a obedecer a la primera al que manda. Quizás es porque como el de al lado hace lo que quiere yo tengo más tentaciones de hacer lo que me da la gana. No sé.

En Cataluña hay unos señores, muchos, que se han marcado unos objetivos que exigen desobedecer. Y esos señores arrastran detrás a muchos señores

También puede ocurrir que el que manda mande mal. Leyes contra natura que no hay que obedecer, leyes imposibles de obedecer, porque se contradicen o porque se acumulan y aquello no hay quien lo aguante. Leyes que van contra tus principios o tus valores. No sé.

También puede ocurrir lo que está pasando en Cataluña. Hay unos señores, muchos, que se han marcado unos objetivos que exigen desobedecer. Y esos señores arrastran detrás a muchos señores y muchas señoras. No se puede hablar de cuatro 'chalaos'.

Y esos señores quieren/exigen diálogo. Y el Gobierno central no quiere hablar con ellos cuando está dirigido por Mariano y quiere hablar con ellos cuando Pedro es el jefe.

Veo que hay gente que pone cara de negociar cuando, realmente, la negociación solo tiene un objetivo: vender su voto. Vender y cobrar

Oigo las palabras 'diálogo/negociación' con mucha frecuencia y veo que hay gente que pone cara de negociar cuando, realmente, la negociación solo tiene un objetivo: vender su voto. Vender y cobrar, por supuesto. El cobro, con frecuencia, es en metálico. A veces se disimula con lo de la deuda histórica, otras veces con el agravio comparativo, otras con las balanzas fiscales de las que hace mucho tiempo que no se habla, y otras, me parece que muchas, son una manera 'digna' de ocultar un chantaje.

O sea, que la cosa está complicada. Yo no he gobernado nunca, pero supongo que, ahora, gobernar es más complicado que antes y que los que obedecemos exigimos que nos expliquen el porqué.

Y ahí echo en falta gobernantes modernos, que no nos den explicaciones del siglo XIX, propias para masas incultas, que en teoría habían desaparecido. Y cuando a masas menos incultas les das mensajes para masas más incultas, aquello chirría. Y como discurrir es más difícil que tragarse lo que te digan, pues muchos se tragan los eslóganes que les echen. Y la masa retrocede y vuelve a la incultura.

Echo en falta gobernantes modernos, que no nos den explicaciones del siglo XIX, propias para masas incultas, que en teoría habían desaparecido

Eslóganes tales como 'presupuestos sociales' en España, que cuestan dinero que saldrá de los impuestos; 'recuperación del 1-O y del 27-O' en Cataluña; 'vamos a tomar el búnker de Bruselas' en Italia y Francia; 'están utilizando contra mí las cloacas del Estado' ('mí' es la pobre ministra de Justicia que se puede quedar sin empleo en un plazo muy breve), etc.

Hay eslóganes buenos, aunque sean falsos. Y otros malos, aunque también sean falsos.

Pero el mejor, que sale de la categoría de eslogan para entrar en la de amenaza digna de carcajeo, es el último —por ahora— del inefable Quim Torra, dirigido como ultimátum a Sánchez: "Se le ha acabado el crédito".

Eso, dicho cuando el independentismo está roto, con unos por un lado y otros por otro, haría que mi madre hubiera dicho:

"Torra, ¡venga usted aquí!".

"¡Venga usted aquí!". Cuando mi madre me hablaba de usted, malo. Normalmente, había desobedecido. Y si un hijo único desobedece, se ve demasiado. Cuando conocí a la que luego sería mi mujer, la quinta de 10 hermanos, vi la diferencia, a favor de la familia con muchos hijos, en la que todos quedaban disimulados con mucha más facilidad.

Quim Torra