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Leopoldo Abadía

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Cinco razones

Hay preguntas que no se pueden contestar, porque la falta de hijos es producto de muchísimas decisiones individuales en las que no puedo ni debo intervenir

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"Cuando La Romareda rugía, el césped temblaba. Esa sensación es inolvidable".

Me encanta la frase. Es de Canario, uno de los 'cinco magníficos' del Zaragoza, que hace 54 años jugaban de maravilla y metían goles como por un tubo.

"Golazo eterno". Hace 23 años, en la final de la Recopa de Europa, Nayim, jugador del Zaragoza, chutó desde una distancia de 49 metros. El portero del Arsenal vio venir la pelota, la vio venir, la vio venir... y acabó en el suelo dentro de la portería, con el balón dentro. Faltaban 10 segundos para finalizar la prórroga. El Zaragoza, campeón.

54 años. 23 años. El Zaragoza, ahora, muy mal, en peligro de bajar a segunda B.

Me detengo en esas noticias, dado mi conocido entusiasmo zaragocista, forjado año tras año en el viejo campo de Torrero y en el 'nuevo' de La Romareda que, por cierto, ha cumplido 60 años, y así me animo un poco.

Me dicen que el Zaragoza es un club histórico y me recuerdan los caracoleos de los cinco magníficos y el gol de Nayim. Y yo sonrío y se lo agradezco, pero el consuelo no me sirve de nada, como no le serviría de nada animar a Bartomeu recordándole los triunfos del Barça en la Copa del Generalísimo si Messi no metiese goles hoy y Dembélé, después de dormirse, no se despertara y consiguiese un gol 'de videojuego'.

Vuelvo a la actualidad. Entre las malas noticias 'habituales', otra mala noticia: en estos momentos, en España, las defunciones superan a los nacimientos.

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Me hablan de la repercusión de este dato en el actual sistema de pensiones, repercusión muy grave porque, al faltar la 'materia prima', las pensiones no tienen futuro.

Me pregunta un chico joven por qué sucede esto, y añade: "Ustedes tenían hijos. ¿Por qué no los tenemos nosotros?".

Hay preguntas que no se pueden contestar porque la falta de hijos es producto de muchísimas decisiones individuales en las que no puedo ni debo intervenir.

Con frecuencia, oigo una de las razones: "Ahora, tal como están las cosas, no se puede tener hijos". Ya tengo una razón: que las cosas están como están.

Vuelvo a mi Real Zaragoza. Suelo ver los partidos por la tele. Los dos últimos, en casa, 0-1, 0-0. Y me fijo en los ceros. Y me acuerdo de los 'magníficos' y de Nayim, y hago una pregunta al viejo Zaragoza: "Ustedes metían goles. ¿Por qué no los metemos nosotros?".

Seguramente la contestación será parecida a la de los hijos: "Tal como están las cosas...; con estas deudas, con este equipo...".

Con frecuencia, oigo una de las razones: "Ahora, tal como están las cosas, no se puede tener hijos". Ya tengo una razón: que las cosas están como están

Hace años vino al IESE Sargent Shriver, director del Peace Corps, cuñado del presidente Kennedy. Acababa de salir un dato malo sobre el número de nacimientos en los Estados Unidos. Le pregunté cuál era la causa, según su opinión. Puso una cara rara y me dijo: "Egoísmo".

Ya tengo dos razones: a) tal como están las cosas; b) egoísmo.

Añado una tercera: los abortos. Encuentro datos de 2016: 93.131. Ahora habría que buscar las razones de esta tercera razón: el chaval no deseado y, otra vez, el egoísmo y el tal como están las cosas.

Una cuarta puede ser que el Estado no ayuda.

No sigo, porque tengo que entregar el artículo y voy apurado. Ya se ve que no podía contestar al que me hizo la pregunta. Podía darle cuatro posibles razones y, quizás, añadir otras más.

Cuento dos cosas mías, quedando claro que mi mujer y yo, con nuestros 12 hijos, no somos ni queremos ser modelo de nada.

La primera, que un día, en broma, le dije a mi mujer que, como ella era la quinta de 10 hermanos y yo, hijo único, el mérito era mío. Mi mujer me miró con cariño displicente y dijo: "Sí, pero los hijos los he tenido yo".

La segunda, que cada vez que se quedaba en estado, se pegaba un alegrón y me decía en voz baja: "Me da una pereza...".

Sin querer, me ha salido la quinta posible razón, la pereza.

Seguro que hay más.

P.S.

1. Para animarme, me dicen que los inmigrantes pueden salvar nuestro sistema de pensiones. No me gusta.

2. Me parecería fenomenal que todas estas personas no tuvieran que venir aquí, que el dinero que le cuestan a Europa lo empleáramos en ayuda seria y 'vigilada' para que sus países pudieran alcanzar la categoría de 'normales'. (Digo 'vigilada' porque hay que evitar que esa ayuda acabe en Suiza, en la cuenta del presidente de la nación que la ha recibido).

3. Si no lo hacemos así, esos países no alcanzarán nunca el nivel de normales, porque los emigrantes, en vez de sacar su patria adelante, se dedicarán a salvar las pensiones de los españoles, que de ese modo podrán vivir tranquilos, sin hijos y sin sobresaltos.

"Cuando La Romareda rugía, el césped temblaba. Esa sensación es inolvidable".