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Leonardo, exigencia y discriminación
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Leopoldo Abadía

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Leonardo, exigencia y discriminación

Estamos en el reino de la mediocridad. Cada vez los objetivos son menos ambiciosos, cortoplacistas, para que te den su voto y sacar adelante un presupuesto o para mantenerte en el poder

Foto: Detalle de una de las obras que pueden contemplarse en la exposición 'Leonardo da Vinci. Los rostros del genio'. (EFE)
Detalle de una de las obras que pueden contemplarse en la exposición 'Leonardo da Vinci. Los rostros del genio'. (EFE)

Me suele ocurrir con frecuencia. Encuentro una frase que me gusta y le saco partido. La cito en casa, o con los amigos o en alguna conferencia... Luego aparece otra frase y la comento... y la anterior se me pasa de moda.

Hace poco, en otro medio, utilicé una sentencia de Miguel Ángel Buonarroti, que me pareció de mucha actualidad:

"El mayor peligro para la mayoría de nosotros no radica en establecer unos objetivos demasiado altos y fracasar pronto, sino en establecer unos objetivos demasiado bajos, y lograrlos".

Estamos en el reino mundial de la mediocridad. Cada vez los objetivos son menos ambiciosos y más pequeñitos, cortoplacistas, para que te den su voto y sacar adelante un presupuesto o para mantenerte en el poder.

Nuestros políticos no son capaces de ilusionar

Veo a mis nietos. No a los 50, porque son muchos para hacer un trabajo de investigación. Hablo con algunos. Manejan muy bien el ordenador, la 'tablet', el móvil. Me parece que saben poco, pero como toda la información está a golpe de clic, no necesitan el disco duro de su cerebro porque ya tienen el otro.

Saben pocas cosas de memoria. Antonio, un amigo muy inteligente, muy listo y con una memoria increíble, solía decir que el que no tiene memoria no es inteligente. Me acuerdo de él cada vez que oigo eso de "¡qué mala cabeza tengo!", porque Antonio le diría: "Es que usted no es inteligente".

Nuestros políticos no son capaces de ilusionar a nadie. Leo algo sobre los 'padres de Europa' y pienso que Adenauer, Schuman, Monnet, De Gasperi, Spaak, eran políticos en el sentido más noble de la palabra. Veo simultáneamente politiquillos, que 'politiquean' en el sentido más exacto de la palabra: juego corto, regate fácil, goles de rebote... y felices porque así ganan el partido o quizá solo el campeonato de invierno, que no sirve más que para dar moral al público.

Veo politiquillos, que 'politiquean' en el sentido más exacto de la palabra: juego corto, regate fácil, goles de rebote... y felices porque así ganan el partido

Estuve anteayer en Madrid, en la exposición 'Leonardo da Vinci: los rostros del genio', en el Palacio de las Alhajas. No podía estar en mejor sitio, porque la exposición es una alhaja. Creo que es incorrecto decir 'un alhajón', pero eso es lo que es. Hay otra sede oficial de la exposición, en la Biblioteca Nacional de España. Ahí no llegué. Como la exposición se clausura el 19 de mayo, aún tengo tiempo para completar.

El comisario de la exposición es Christian Gálvez. Sí, sí, el de 'Pasapalabra', a quien pronto habrá que calificar como 'el de Leonardo', porque este hombre, joven y guapo, casado con Almudena, joven y guapa, resulta que es un especialista en Da Vinci, al que le ha dedicado horas y horas de estudio... y algún euro que otro.

Leonardo era un tipo increíble, en un contexto muy especial. Durante su vida sucedieron muchas cosas importantes, como la invención de la imprenta, el descubrimiento de América, la llegada de Julio II a la Santa Sede, la pintura de la Capilla Sixtina... Hubo más, por supuesto, pero ahí me quedo.

Ya sé que la responsabilidad de la vida de cada uno es suya y nada más que suya, pero el entorno, el 'ambiente', ayuda, o mejor dicho, exige.

Cuando me incorporé al IESE en 1962, encontré un folleto con la lista de profesores. La mayor parte, muy jóvenes. En el folleto se les calificaba como "claustro de alto nivel europeo", o así. Lógicamente, era una exageración publicitaria, pero recuerdo que me la creí y, más aún, que pensé que tenía que hacer un esfuerzo muy serio para alcanzar yo ese nivel. Si el texto hubiera sido "grupo de amiguetes que hacen lo que pueden para no quedar mal", yo hubiera luchado para ser un amiguete más. Muy majo, muy simpático, pero nada más. La responsabilidad era mía, pero el entorno era exigente y, por tanto, bueno.

Veo a Christian como parte de mi entorno. Se exige y me exige. Y a Leonardo, modelo de exigencia.

El ambiente está lleno de exigencias y de derechos. Cualquier mindundi tiene derecho a todo. Porque hay mucho mindundi. Y discriminación al revés

Creo que, para los padres, educar a los hijos es más difícil que lo fue para mi mujer y para mí. El ambiente está lleno de exigencias y de derechos. Cualquier mindundi tiene derecho a todo. Porque, en confianza, hay mucho mindundi. Y mucha discriminación al revés. Leonardo escribía como reflejando su letra en un espejo. Así es, con frecuencia, la discriminación. Vi la noticia de que una señora ha matado de una cuchillada a su marido. La noticia aparece pequeñita, porque ese asesinato no cuenta. No nos conviene. Si es al revés, aparece en primera página y cuenta. En vez de decir que un bestia ha matado a su mujer o que una bestia ha matado a su marido, lo adornamos.

Exigimos la paridad. ¿Por qué es mejor el Consejo de Ministros actual que otro sin mujeres? Si la contestación es: "Porque esas señoras son lo mejor que había en el mercado de ministrables y ya tenían antes fama de muy buenas profesionales", me parecería muy bien. Si es porque son mujeres, me parece una estupidez. Y, peor aún, un insulto a las mujeres, porque alguno —yo, por ejemplo—, cuando las veo, lo primero que pienso es si las han elegido por lo de la paridad.

Me emocioné cuando vi 'Campeones'. Me entusiasmé y me divertí. Pero esas personas no tienen derecho a jugar en la NBA, lo mismo que yo no tengo derecho a participar en los Juegos Olímpicos en el salto de pértiga. Y si sale una ley diciendo que los señores de 85 años nacidos en Zaragoza y exprofesores del IESE tienen ese derecho y que se hará una auditoría de la Federación de Salto de Pértiga para comprobar que estamos inscritos yo y otros como yo y, si no lo estamos, que la Federación diga qué medidas va a tomar para reparar en el menor tiempo posible ese fallo, consideraré que, una vez más, algún bobo ha hecho una bobada.

Y lo diré fuerte, sobre todo en mi casa, para que, por lo menos, la epidemia de imbecilidad no contamine a mi familia.

Me suele ocurrir con frecuencia. Encuentro una frase que me gusta y le saco partido. La cito en casa, o con los amigos o en alguna conferencia... Luego aparece otra frase y la comento... y la anterior se me pasa de moda.

Christian Gálvez