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La regeneración y los encargos
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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La regeneración y los encargos

En el DRAE, encuentro que 'regenerar' puede ser: "Hacer que alguien abandone una conducta o unos hábitos reprobables para llevar una vida moral y físicamente ordenada"

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Hace un par de días, un político pedía "tejer alianzas para regenerar España".

Me anima ver que alguien quiere regenerar España. Como de costumbre, me voy al DRAE para intentar centrar lo que estos señores quieren hacer, no vaya a ser que yo les vote porque para mí 'regenerar' es una cosa y lo que ellos quieren hacer sea otra.

En un consejo en el que estuve bastantes años, teníamos un presidente que era, fundamentalmente, una buena persona. Cuando había alguna diferencia de opinión, cosa frecuente y recomendable, se ponía muy nervioso. Un día, yo discrepaba radicalmente de lo que había dicho otro consejero. Llevábamos la discusión de un modo muy correcto, pero el presidente sufría. En un momento determinado, mientras el otro consejero decía 'blanco' y yo decía 'negro', el presidente, sonriendo, nos dijo: "Realmente, estáis diciendo lo mismo". Como entonces yo era joven y saltaba rápido, dije: "¡No, estamos diciendo cosas totalmente distintas!".

No sé cómo acabó aquello. Bien, seguro, pero me quedé con la idea de que es bueno quedar de acuerdo en el significado de una palabra cuando esa palabra es importante.

En el DRAE encuentro que 'regenerar' puede ser:

1. Dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo.

2. Hacer que alguien abandone una conducta o unos hábitos reprobables para llevar una vida moral y físicamente ordenada.

Como todos saben, tengo obsesiones. Manías, les llama mi mujer, recordando que cuando nos casamos, hace 60 años, tenía menos. "Muchas menos", dice ella.

La obsesión de hoy hace que me guste más la segunda definición, porque siempre, para lo bueno y para lo malo, pienso que la persona es fundamental. Que tener un código ético es bueno, pero que todas las personas, cada una de las personas afectadas por ese código, tienen que cumplirlo en su vida diaria. O sea, que, o me tomo el código como un compromiso individual, o sea, MÍO, o no servirá más que para la publicidad, para que la gente sepa lo buenos que somos (¡?).

Pero para no dejar colgada la primera definición, pienso que 'daremos un nuevo ser a lo que degeneró' si 'abandonamos una conducta o unos hábitos reprobables'.

Me puse a trabajar sobre las declaraciones del político y, al cabo de muy poco rato, se me fundieron las pilas y me dije: "¿Qué haces? ¿Otra vez a decir que el independentismo no te gusta, que los políticos que lo defienden no tienen una estrategia digna de tal nombre (del nombre de estrategia, quiero decir), que no saben por dónde andan, que no saben por dónde llevan esta comunidad autónoma que antes era tan maja y, milagrosamente, lo sigue siendo a pesar de sus esfuerzos para cargársela, etc.?".

Y me sentí libre y decidí escribir sobre lo que en aquellos momentos pasó volando por la mesa de mi despacho.

Pensé: "Tú, escribe de lo que quieras y luego intenta empalmarlo con el tema de la regeneración, a ver qué sale".

Pues eso. A ver qué sale.

Yo creo que cada uno de nosotros tiene un encargo. Yo, que soy creyente, pienso que Dios, al crearme, me lo ha dado. Los no creyentes pensarán que ha sido el destino.

En cualquier caso, eso que llamo 'encargo' se va descubriendo a lo largo de la vida y solo se conoce en su totalidad al final. Por supuesto, cuando uno tiene mi edad, ya casi se lo sabe completo.

El encargo exige que pases un tiempo determinado en la tierra. Más o menos largo, según.

Continúo. He dicho que se va descubriendo a lo largo de la vida. Por eso, dudo mucho cuando alguien me dice cómo la ha planificado. Creo que sí, que hay que planificarla, pero con flexibilidad mental, con 'cintura', porque el encargo que recibimos puede ser distinto del encargo que hemos previsto.

Aquí sale el tema de la libertad. El 'encargo' no es algo que 'te cae; si te gusta, bien; si no, también'. Repasando mi vida, veo que fui libre para escoger las oportunidades que se me presentaron, la mayor parte de ellas por sorpresa. Muchas veces he comentado con mi mujer: "Si en octubre de 1961, en Zaragoza, me dicen que en octubre de 1963 estaría en Harvard, no me lo creo; si en enero de 2008 me dicen que empezaba una carrera nueva, lo que llamo 'la farándula', no me lo creo".

Fueron oportunidades que no esperaba, pero que elegí libremente. O sea, puedo decir que hice esto, aquello y lo otro porque quise, pero no puedo decir que, cuando tenía 17 años, había previsto todo. En confianza, no había previsto nada.

Regeneración. Segunda acepción, la que me gusta. Porque los encargos, lógicamente, son buenos, lo que no quiere decir que todos tengamos que estar de acuerdo en todo, por aquello de la libertad.

Y tampoco quiere decir que siempre usemos bien la libertad.

Es decir, yo puedo tener el encargo de ser político, o sea, de discurrir para llevar a cabo lo que, a mi juicio, es bueno para la sociedad. Si, de paso, meto la mano o las dos manos en la caja, estoy cumpliendo mal mi encargo. Si soy traidorcete y miento más que hablo, lo mismo.

O sea, cuando estos señores tengan mi edad, podrán hacer un repaso del cumplimiento de su encargo y, si son honrados consigo mismos, dirán: "Veo claro cuál fue mi encargo y veo claro también que me aproveché haciendo toda clase de chanchullos para forrarme o para llevarme a la mujer de mi prójimo o al marido de mi prójima".

Repaso el artículo. He empezado por la regeneración de España y he acabado hablando de cómo he cumplido mi encargo. De lo general a lo particular.

Lo de siempre. La suma de cosas 'particulares' hechas por una persona a lo largo de su vida hace que la gente, viendo lo general, diga que intentó cumplir bien su encargo —fue una buena persona— o que mejor no hablar de él, porque sí que fue persona, pero buena, lo que se dice buena, no.

A pesar de que el encargo en sí no estaba mal.

Hace un par de días, un político pedía "tejer alianzas para regenerar España".

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