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Día 31. Una teoría inglesa sobre el caos español que va a cabrear a todo el mundo
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Carlos Prieto

Diario de la pandemia

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Día 31. Una teoría inglesa sobre el caos español que va a cabrear a todo el mundo

Dicen que el Gobierno Sánchez está en barrena, la oposición desmelenada y el pueblo enloquecido. ¿Y si España es una balsa de aceite? ¿Comparada con quién? Con la Pérfida Albión

Foto: Sánchez y Boris, en una reunión de la OTAN. (Reuters)
Sánchez y Boris, en una reunión de la OTAN. (Reuters)

Hola amigos. Yo soy Guy Fawkes, y usted no lo es.

Ahora que los hospitales están desbordados, el Gobierno quemado, la oposición echada al monte y el pueblo chiflando en casa, voy a romper la baraja con una tesis arriesgada: España es una balsa de aceite. Un balneario caribeño. Un paraíso de la meditación trascendental. Está tan relajado el ambiente que en lugar de coronabonos diría que Bruselas nos ha enchufado opiáceos. ¿España comparada con qué?, preguntarán ustedes. Comparada con la Inglaterra de Boris. El Reino Desmadrado de la Gran Bretaña.

Bienvenidos a los diarios de la pandemia.

La cola del rebaño

Ahora que Boris ha salido del hospital, aunque siga sin estar al mando, sería bueno repasar lo ocurrido la semana que estuvo ingresado. Como ejemplo de lo que es un buen quilombo. Si usted cree que en España no hay nadie al mando (por negligencia), sepa que en Inglaterra no había literalmente nadie al mando. Por si el coronavirus no fuera suficiente, se le sumó un Gobierno fantasma.

¿Dónde estaría ahora Sánchez si el 8 de marzo hubiera apostado por la inmunidad de rebaño, en vez de por el confinamiento, y luego hubiera dado un volantazo? Pues estaría exiliado en la isla de Elba lo más seguro. Por patán. Pues esa fue la apuesta inicial de Boris, dejar que el virus fluyera para alcanzar inmunidad colectiva al precio (de vidas) que fuera para salvar la economía. Quizá más por cuestiones geopolíticas que científicas: una salida al coronavirus más trumpiana que europeísta. Pero la ideaca no salió bien. Los mercados reaccionaron regular, el país llegó tarde y poco pertrechado al confinamiento (como los demás, de acuerdo, pero con el ridículo añadido de haber cacareado antes la inmunidad de rebaño) y con Boris en la UCI por no tomar precauciones.

Foto: Algunos de los recursos que el personal sanitario de Madrid ha usado para protegerse. (EC) Opinión


El periodista Fintan O'Toole, autor de 'El fracaso heroico. El Brexit y la política del dolor', ha escrito un artículo en 'The Guardian' sobre la no tan singular Inglaterra de Boris. "El coronavirus ha desvelado el mito de la excepcionalidad británica", titula O'Toole, apuntando al recule en la gestión del virus. Lo del rebaño fue una manera de subrayar la excepcionalidad británica. El somos diferentes, somos extravagantes y pasamos de la burocracia europea. El folclore rebelde del Brexit. Pero... ¿es Inglaterra tan así?, se pregunta O'Toole, ¿le gusta tanto saltarse las normas e ir por libre? Depende del contexto. O'Toole cita a la antropóloga Kate Fox: "Durante los disturbios de Londres en agosto de 2011, vi a unos saqueadores formar una cola ordenada para pasar, de uno en uno, por el escaparate reventado de una tienda que estaba siendo saqueada". A los británicos, en definitiva, también les gusta mucho el orden, y en tiempos de pandemia, quizá prefieran orden/seguir la corriente que gamberradas trumpianas contra Bruselas que te pueden llevar al cementerio.

Festival del absurdo

El caso es que Boris acabó hospitalizado en medio de la peor crisis desde la II Guerra Mundial. El escenario coronavirus más vacío de poder disparó el absurdo. La prensa británica se preguntó si Boris estaría en condiciones de gestionar una guerra nuclear desde la cama del hospital, o si sería mejor dejar el botón rojo en manos de su sustituto temporal. En serio.

Si usted cree que en España no hay nadie al mando (por negligencia), sepa que en Inglaterra no había literalmente nadie al mando

No obstante, el vacío de poder atómico no acabó de inquietar al bello pueblo británico, totalmente enfrascado en la burbuja del coronavirus. Con el holocausto atómico ha pasado lo mismo que con el fútbol: a todo el mundo le da ahora mismo exactamente igual.

—¡Cariño!

—¿Sí?

—Dice la tele que Boris ha disparado 50 misiles nucleares hacia Bruselas desde el hospital.

—Ah, ¿sí?

—Sí, y que en 15 minutos estaremos todos muertos.

—Ya… ¿Vas tú al súper a comprar té o voy yo?

No llevaba Boris ni cinco minutos en el hospital y empezaron los juegos de poder. Cuando el gato se va de casa, los ratones afilan los cuchillos


Porque lo gordo no era si Boris podía desencadenar el armagedón mientras recibía oxigeno, sino que su ausencia había activado una ley de hierro de la política: cuando el gato se va de casa, los ratones hacen fiesta. Porque el poder no consiste solo en tenerlo, sino en poder ejercerlo. No llevaba Boris ni cinco minutos en el hospital y empezaron los juegos de poder. Cuando el gato se va de casa, los ratones afilan los cuchillos. ¿La primera víctima? Su sustituto temporal, el ministro de Exteriores, Dominic Raab. Antes de que Raab pudiera abrir la boca, otro ministro (Michael Gove) señaló a la prensa que, sin Boris allí, las decisiones las tomaban entre todos. Insinuar que Raab era un mero recadero para frenar sus aspiraciones. Resultado: el presidente fuera de la circulación; el segundo de a bordo, desautorizado, y la toma de decisiones sobre el coronavirus, empantanada una semana. ¿Qué tal?

El búnker

Cuando Reino Unido estaba aún en la lógica de la inmunidad de rebaño, Dominic Cummings —Rasputín de Boris, fontanero mayor del reino y cerebro de la campaña del Brexit— soltó en una reunión oficial: “Inmunidad de grupo, proteger la economía, y si esto significa que mueren algunos pensionistas, una pena” (Cummings niega haber dicho eso nunca, la prensa británica sostiene lo contrario).

De Cummings se dice que es superdotado, pero que le patina un poco la cabeza (versión sociópata). En su defensa, hay que decir que hay pocas personas en el mundo más preparadas psicológicamente para un confinamiento y una crisis nuclear. Hace tiempo, Cummings se construyó un búnker y se retiró allí durante dos años a leer libros de historia y ciencia para comprender el mundo. Superen eso. No es coña. Más información sobre el búnker de Dominic aquí.

Resumiendo: cuando el primer ministro está fuera de combate y su principal asesor es una mezcla de Unabomber y el Travolta de 'Pánico nuclear', uno ve el sindiós del Gobierno Sánchez con otros ojitos. Amigos: España es un 'spa' en La Toja comparado con la Pérfida Albión. La Inglaterra de Boris ya está en modo fin del mundo; a la España de Sánchez aún le quedan cinco minutos más para la cuenta atrás.

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