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Día 38. Menos samba: la dura lección alemana sobre el confinamiento español
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Carlos Prieto

Diario de la pandemia

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Día 38. Menos samba: la dura lección alemana sobre el confinamiento español

Cuando el fin del mundo está al caer, es difícil conciliar el sueño, hasta que llega un sabio alemán y nos vacía la mente de calamidades

Foto: Clase de artes marciales en Hong Kong. (Reuters)
Clase de artes marciales en Hong Kong. (Reuters)

Hola. Yo soy el maestro Min Li Foo y usted es el filósofo Karl-Otto Apel. Bienvenidos a los diarios de la pandemia. Hoy, viajaremos del Monasterio Shaolín a la Alemania de la II Guerra Mundial.

Ayer leí un titular que no me dejó dormir: “Entra en erupción el volcán italiano Etna”. Más inquietante que cualquier noticia del coronavirus, pues certifica que estamos gafados, atrapados en un bucle de eventos funestos. Ayer entró en erupción el Etna. Hoy llega a la ciudad una plaga de langostas. ¿Y mañana? ¿Qué catástrofe nos espera? ¿La Tercera Guerra Mundial? ¿El armagedón? ¿Una gira cómica 'online' de Bertín y Arévalo? Así no hay quien duerma tranquilo...

Ritmo nocturno del estado de zozobra. Duermo, me despierto, me vuelvo a dormir y tengo sueños premonitorios. Anoche soñé que estaba en una montaña china haciendo un taller de kung-fu y meditación con el maestro Min Li Foo, mito shaolín, que a sus 108 años sigue flotando como una mariposa y picando como una abeja sobre el tatami.

El maestro Min Li Foo me instruye en un tono hipnótico y pausado:

“Hombre que atrapa mosca con dos palillos ser hombre sabio”.

“Mosca que atrapa hombre con dos palillos ser mosca gigante”.

“El kung-fu no es solo lucha, también es tener el corazón limpio y la mente vacía de pensamientos funestos. Para borrar lo calamitoso de tu cabeza, piensa en el buen soldado Karl-Otto Apel”.

Así habló Min Li Foo.

Foto: Baile policial en Colombia. (EFE) Opinión


Vistas desde el tanque

Y ahora es cuando enganchamos la fantasía con la realidad. La periodista y escritora argentina Mariana Enríquez, autora de ‘Nuestra parte de noche’, ha escrito un estupendo texto tétrico sobre su confinamiento. Los primeros días del Covid-19, todo el mundo le pedía su opinión, pero atrapada en una red de angustias y bloqueos, era incapaz de articular: “Casi todo el tiempo no sé qué decir y constantemente me piden que diga algo. Una columna sobre cómo llevo el confinamiento. Una opinión sobre la naturaleza mutante del virus. ¿Me parecen bellas las ciudades vacías y recuperadas parcialmente por animales? Todo es contradictorio y angustiante. Un escritor, un artista, debe poder interpretar la realidad, o intentarlo al menos. Como persona que trabaja con el lenguaje, debería colaborar en la discusión pública. Pensando, escribiendo, interpretando. Pero cada día que pasa, pensar en esta pandemia se convierte en una neblina pesada: no veo, estoy perdida, apenas alcanzo a distinguir mis manos si las extiendo”.

Y sigue Mariana Enríquez (máxima concentración ahora):

A lo mejor preferimos hacer congas en el balcón que leer a Hegel, pero eso no nos convierte en unos golfos

“La escritora Carla Maliandi comenta en su Facebook que el filósofo Karl-Otto Apel, amigo de su familia, les contó, entre empanada y empanada, que ‘durante la Segunda Guerra Mundial le tocó algo así como la colimba [mili] de Alemania. Su tarea era patrullar las calles dentro de un tanque de guerra mientras afuera explotaban bombas y el mundo era el infierno mismo. Nos dijo que ese fue un momento muy importante en su formación y que gracias a ese encierro pudo leer y estudiar por primera vez a Aristóteles, a Kant, a Hegel’. Ella se pregunta cómo es posible semejante concentración a propósito de una nota donde varios escritores dicen que no pueden leer, no pueden ver películas, están ansiosos e hiperalerta y pasan la mitad del tiempo en videollamadas o chequeando si los familiares y amigos necesitan algo”.

A Hegel, sí, dentro de un tanque y mientras el mundo se venía abajo. A HEGEL.

Podría empezar a hacer chistes sobre la capacidad de concentración del pueblo alemán y la capacidad de dispersión del pueblo español. ¿Menos samba y más hegelar? Pero como Alemania ya nos está acusando de haraganes para cortarnos el grifo solidario de la UE, mejor no echo más leña al fuego/tiro piedras sobre nuestro tejado. Oigan, amigos alemanes, si ustedes quieren financiarse baratito cuando suba nuestra prima de riesgo (como la otra vez), díganlo y todos tan amigos, pero ni nos llamen vagos ni digan que no somos capaces de leer a Hegel durante el confinamiento... Vale, a lo mejor preferimos hacer congas en los balcones antes que leer a Hegel, pero eso no nos convierte en unos golfos.

El maestro Min Li Foo está en lo cierto. ¿Pensamientos funestos? Piensa en el soldado Karl-Otto Apel. Sí él logro comprender a Hegel en un tanque mientras la Alemania nazi ardía por los cuatro costados, bien podré yo acabar este artículo mientras mi hija le pega martillazos al teclado. Si él logró sobrevivir a la hecatombe, bien podremos nosotros sobrellevar la pandemia. Si a él no le asustó Hegel, ¿nos va a asustar a nosotros el coronavirus? Vamos anda.

¿Y lo del Etna? "Unos fuegos artificiales de nada", según Min Li Foo.

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Hola. Yo soy el maestro Min Li Foo y usted es el filósofo Karl-Otto Apel. Bienvenidos a los diarios de la pandemia. Hoy, viajaremos del Monasterio Shaolín a la Alemania de la II Guerra Mundial.