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Día 39. No sabemos usar la máquina que nos regaló China contra el coronavirus
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Carlos Prieto

Diario de la pandemia

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Día 39. No sabemos usar la máquina que nos regaló China contra el coronavirus

China puso a nuestra disposición una máquina del tiempo para no caer en sus mismos errores, pero nos pilló enfrascados en nuestras historias

Foto: Una mujer, que se protege la boca y la nariz con una bufanda, pasa delante de un mural dedicado al coronavirus en India. (Reuters)
Una mujer, que se protege la boca y la nariz con una bufanda, pasa delante de un mural dedicado al coronavirus en India. (Reuters)

Hola amigos. Soy David Logan, y usted no lo es.

David Logan, sí, de los Logan de toda la vida. Les contaré mi errática historia. Me eligieron como viajero del tiempo para matar a Hitler. Me teletransporté al Berlín de 1939. Pero cuando estaba de camino a la Cancillería, me detuve a tomarme una copita, me lie, acabé en un 'after' berlinés… Y cuando salí de allí (tres días después y haciendo eses)... Hitler ya estaba invadiendo Polonia. Culpa mía. Lo siento mucho. No volverá a ocurrir.

Bienvenidos a los diarios de la pandemia.

La humildad

“A los países occidentales les ha faltado humildad para escuchar lo que estaba pasando en el este de Asia… e iba a pasar aquí en unas semanas. Tuvieron una máquina del tiempo a su disposición. Pero en lugar de usar ese tiempo… respondieron con la complacencia del ‘esto no puede pasar aquí”. Lo ha dicho Devi Lalita Sridhar, profesora de Salud Pública Global en la Universidad de Edimburgo.

En los 'thrillers' canónicos sobre viajes en el tiempo, un héroe viaja al pasado para subsanar un error o una catástrofe. Y lo logra. Pero el Covid-19 entraría más bien en el subgénero bufo máquinas del tiempo escacharradas. Personas que viajan en el tiempo para solucionar un entuerto... y lo empeoran aún más. Viajes en los que uno siembra el caos y la confusión a su paso. Nos gustaría que la película sobre el coronavirus fuera ‘Terminator’, pero se parece más a ‘Los visitantes’.

Foto: (Reuters)


Si nos dieran una máquina del tiempo para matar a Hitler, no solo no lo lograríamos sino que Hitler ganaría la guerra, y nuestros hijos estarían ahora confinados en casa de esta guisa: vestidos de tiroleses, haciendo el paso de la oca y dando vivas al Führer. Y cuando nos pidan explicaciones por nuestra estrepitosa misión, balones fuera: la culpa fue de los ingenieros, del mal tiempo, de Yoko Ono.

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, está en guerra contra los estados regionales. A grandes rasgos: él quiere volver a la normalidad y ellos quieren seguir confinados. Trump está agitando un conflicto parecido contra sus estados.

Los países occidentales tuvieron una máquina del tiempo. Pero en lugar de usarla, respondieron con la complacencia del ‘esto no puede pasar aquí'

Ahora que ha quedado claro que el sistema de salud estadounidense no está preparado para afrontar una emergencia sanitaria, Trump ha decidido soltar 200 cortinas de humo para difuminar el desaguisado: bien difunde la conspiración de que el coronavirus se creó en un laboratorio chino, bien recurre al comodín de las tensiones regionales. Algo así como: la culpa del coronavirus la tienen los padres fundadores por no haber dado más competencias al presidente. Algo así como: la culpa de que EEUU no tenga una cobertura sanitaria digna la tiene... Pocahontas.

Todo esto suena disparatado, pero nadie surfea mejor la ola del desbarre que Trump, que ha logrado colocar la trucha conspiratoria, no ya entre los suyos, sino entre los nuestros: el 29% de los españoles cree que el Covid-19 se creó en un laboratorio chino, y el 33% que no, según una encuesta del Reuters Institute.

Foto: Trump, en la conferencia de prensa diaria sobre el coronavirus. (Reuters)

Ensimismados

He aquí uno de los 500 motivos por los que la máquina del tiempo coronavírica no ha funcionado: porque los países no miraron hacia fuera, hacia China, sino aún más hacia dentro. Respondieron en clave de política interna. El gran ensimismamiento. Inercias nacionales irresistibles.

La 'performance' de Trump contra los estados se parece al gran truco político español desde tiempos inmemoriales: solventar cualquier problema en clave de tensiones territoriales. Pero la guerra cultural que vale para el folclore político local funciona a duras penas para las crisis sistémicas. Si alguien piensa en España que este asunto (pandemia más crisis económica) puede manejarse con el clásico teatrillo de competencias entre Madrid (Ayuso), Barcelona (Torra) y España (Sánchez), con la típica refriega sobreactuada PP/PSOE sobre los Pactos de la Moncloa, o con el habitual psicodrama cultural fachas contra progres, es que se ha fumado un canuto enorme. Si el tomate gordo del virus vino de Pekín, el de la crisis económica vendrá de Bruselas, y de poco servirá seguir en modo política interna.

Foto: Un sanitario desinfecta a un compañero en República Checa. (Reuters) Opinión


Puede que España esté colapsada por un virus desconocido, pero seguimos escribiendo/opinando un poco lo mismo de siempre (sobre Cataluña y el virus, sobre el juego político y el virus, sobre el populismo y el virus, sobre Revilla y el virus, sobre la Transición y el virus, sobre las, ejem, guerras culturales y el virus). La misma columna de siempre, más allá de poner coronavirus en el titular y trufarla de lugares comunes sobre la pandemia para rellenar. Sin novedad en el frente.

Como el mago que va a sacarse un conejo de la chistera por enésima vez… y dentro solo hay una pulga. Así hemos respondido a la amenaza del virus.

Nunca averiguarán de qué escriben hoy varios columnistas británicos que han hecho carrera con el Brexit… En efecto: echan la culpa del coronavirus a la UE. Nada nuevo bajo el sol, aunque la cosa tenga su mérito: en parte, el Gobierno Boris ignoró la alertas sobre la pandemia porque estaba demasiado enfrascado saliendo de Europa (el 31 de enero se culminó el Brexit, justo cuando la OMS lanzó el primer aviso serio sobre el virus).

Si a una parte de la aristocracia británica le pilló la Segunda Guerra Mundial jugando al tenis, bebiendo ginebra y coqueteando con el nazismo, a nosotros nos va a pillar la Tercera con las playas cerradas, haciendo zumba y evocando los gloriosos pactos de la Transición. Un escenario Caída de Saigón de libro.

Y ahora me voy: tengo que disfrazarme de tirolés para jugar con los niños. Dios salve a Alemania.

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Hola amigos. Soy David Logan, y usted no lo es.