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Día 53. Juerga en la oficina: la guerra de un oficinista español contra el confinamiento
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Carlos Prieto

Diario de la pandemia

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Día 53. Juerga en la oficina: la guerra de un oficinista español contra el confinamiento

El 'revival' del teletrabajo puede acabar con prácticas laborales históricas como el presentismo o el humor de máquina de café. No podemos permitirlo

Foto: Grupo de oficinistas en Londres. (EFE)
Grupo de oficinistas en Londres. (EFE)

Yo soy Fernando Galindo, el Oficinista Español Medio, y usted no lo es. Les voy a enseñar mis dominios: la máquina de café de mi oficina. Aquí soy el rey. Quizás haya probado usted a tomarse un café sin ser asaltado por mí. Quizá se aproximó a la máquina descalzo, arrastrándose por la moqueta como una serpiente, más sigiloso que un 'ninja'... con la vana esperanza de pasar un rato tranquilo. Es inútil: nadie puede tomarse un café sin escuchar mis terribles chistes costumbristas. Del tipo:

—Anda, Juan, cuánto tiempo. ¿Dónde vives ahora?

—En Leganés.

—Hombre, qué bien, donde el monstruo.

O bien:

—¿Pero, tío, qué haces hablando con una zapatilla?

—Aquí pone CONVERSE.

¿Quién no se ha tomado un café en la oficina mientras escuchaba estos bromazos, eh, quién? Pues no me den las gracias, pero ayúdenme: el Oficinista Español Medio está en vías de extinción. ¡NECESITAMOS SU AYUDA! ¡ESTAMOS ANTE UN DRAMA NACIONAL ABSOLUTO!

Bienvenidos a los diarios de la pandemia.

Foto: Guantes, mascarillas y gel en el Ayuntamiento de Madrid. (EFE) Opinión

El fin de una era

¿Qué pasará con el león, el leopardo, el elefante, el rinoceronte y el búfalo cafre si un día cierra el Parque Nacional del Serengueti? ¿Qué pasará con el oficinista español si el coronavirus acaba con las oficinas?

El teletrabajo obligatorio ha puesto contra las cuerdas una de las religiones nacionales, el presentismo, o cuando el empleado calienta silla porque al empleador le gusta que caliente silla. Recuerden: la productividad no importa mientras la silla esté calentita. Círculo vicioso en crisis por el coronavirus.

Ahora viene la desescalada, pero la vuelta a la ofi sigue sin estar clara. Se dice que las oficinas españolas no volverán a ser lo que eran; con aforos limitados, distanciamiento social y confinamientos parciales.

Foto: Atleta rusa, entrenando en casa. (EFE)

El 'revival' del teletrabajo puede acabar con prácticas laborales históricas como el presentismo o el humor de máquina de café. No podemos permitirlo.

Sí, amigos, estamos ante una tragedia oficinil de proporciones bíblicas. ¿El fin de los chistes pavorosos frente a la máquina de café? ¿El fin de las cenas de empresa multitudinarias con derivas dantescas? ¿El fin del presentismo? ¿El fin del jiji-jaja? ¿El fin de un modo de vida tan español como el copazo de Soberano? LA MADRE DE TODAS LAS CATÁSTROFES COSTUMBRISTAS.

¡No podemos quedarnos de brazos cruzados! Yo, Fernando Galindo, el Oficinista Español Medio, he decidido escribir un manifiesto a la ONU. La Carta de los Derechos del Oficinista. El 'I have a dream' del oficinismo. Va por ustedes:

1) Tenemos derecho a cambiar de compañía de móvil en horario de trabajo (de TIMÓVIL a TRUCHOMÓVIL). Tenemos derecho a que la llamada a TIMÓVIL se prolongue durante 14 horas. Tenemos derecho a acabar profiriendo graves insultos contra el operador de TIMÓVIL que nos quiere engañar. Tenemos derecho a echarnos a llorar cuando acabe la llamada (y a que toda la oficina nos aplauda en pie por haber logrado cambiar de operador).

Foto: Foto: iStock.

2) Tenemos derecho a convertir el presentismo en un modo de vida. Tenemos derecho a pasarnos el día en las redes sociales haciendo como si trabajáramos. Tenemos derecho a colocar en nuestra silla un muñeco hinchable con nuestra cara e irnos de farra. Tenemos derecho a que nadie se dé cuenta del cambiazo hasta que el muñeco se deshinche 10 meses después.

3) Cada vez que llega un marrón laboral de última hora: tenemos derecho a ponernos de perfil para que le caiga al de al lado. Y el de al lado tiene derecho a pasárselo al de al lado. Y así sucesivamente. Hasta que al final el informe urgente lo tiene que hacer un señor que había venido a la oficina a cambiar una bombilla.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, en una foto de su Instagram Opinión

4) Usted tiene derecho a no dirigir la palabra a ningún compañero de oficina en todo el año... hasta que llega el día de la cena de empresa, y entonces: tiene derecho a pillarse una borrachera atroz, a decirles a todos sus compañeros de trabajo que les quiere mucho, a abrazar a su jefe (contra su voluntad) y acabar dándole un cabezazo por error. Usted tiene derecho a terminar la noche en un karaoke cantando la de Celtas Cortos completamente desnudo (salvo la corbata en la cabeza). Pero como todo derecho lleva también una obligación: sus compañeros tendrán derecho a recordarle ese humillante episodio durante los siguientes 12 meses. Todos los días.

5) Tenemos derecho a pelotear a nuestros jefes sin rubor, sin freno y sin descanso. Yo, Fernando Galindo, tengo derecho a mantener la siguiente conversación con mi jefe:

—Buenos días, Galindo, ¿tiene hora?

—Caramba, encantando de verle, señor. Fernando Galindo: un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo.

—Que si tiene hora.

—Tome mi reloj, se lo regalo...

—Pero ¿qué hace?

—¿Quiere que le limpie los zapatos? ¿Y el coche?

—Cójase el día libre, Galindo, que no le veo bien.

—¡BUAAHHHH, señor, no me despida, por favor!

6) Tenemos derecho a pasarnos la jornada laboral yendo de la máquina de café al baño; del baño a la máquina de café; de la máquina de café a la calle a fumar un piti; del piti al bar de al lado; del bar de al lado a una discoteca en Pitis; de la discoteca en Pitis a un poblado en... Perdón: me he extraviado. ¿Alguien sabe la salida de este antro/cómo se vuelve a mi curro?

En definitiva: tenemos derechos. NO AL CIERRE DEL SERENGUETI DEL OFICINISMO ESPAÑOL.

Firmado: Fernando Galindo, para servirles, un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo.

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Yo soy Fernando Galindo, el Oficinista Español Medio, y usted no lo es. Les voy a enseñar mis dominios: la máquina de café de mi oficina. Aquí soy el rey. Quizás haya probado usted a tomarse un café sin ser asaltado por mí. Quizá se aproximó a la máquina descalzo, arrastrándose por la moqueta como una serpiente, más sigiloso que un 'ninja'... con la vana esperanza de pasar un rato tranquilo. Es inútil: nadie puede tomarse un café sin escuchar mis terribles chistes costumbristas. Del tipo: