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La pregunta del bikini es ¿tenían permiso?
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Matías Vallés

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La pregunta del bikini es ¿tenían permiso?

Con su maestría habitual y centenares de miles de euros, ¡Hola! desactivó la bomba que los paparazzi habían tendido a Letizia en forma de bikini. Las

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La pregunta del bikini es ¿tenían permiso?

Con su maestría habitual y centenares de miles de euros, ¡Hola! desactivó la bomba que los paparazzi habían tendido a Letizia en forma de bikini. Las escuetas páginas consagradas a los diálogos platónicos entre las reinas presente y futura fueron hundidas en un torbellino de reportajes con nietos, sobrinos y dos marcas privilegiadas, Audi y Camper. Cuando el lector llegaba arrastrándose a las imágenes a bordo del Fortuna y el Somni, ya no le hubiera impresionado ningún estado de semidesnudez de las protagonistas de las imágenes.

No hubo estallido porque agosto pilla a los polemistas con la guardia baja, y porque faltó la espoleta a la que se sumara la grey del blog. Y también, por qué negarlo, porque ese mismo día en que la princesa de Asturias lucía su ajustado dos piezas, al menos doscientas mil mujeres tomaban el sol en Mallorca en top less. Y una de ellas hubiera sido sin duda la antigua periodista, de no mediar las responsabilidades a las que ha accedido.

El privilegio de Letizia respecto a sus congéneres no radica en lucir su figura en aguas mallorquinas –un lujo al alcance de diez millones de turistas al año–, ni en veranear en yate –centenares de mujeres con su belleza se arriman a las embarcaciones de recreo para conseguir ese aislamiento elitista, Puerto Portals es un auténtico desfile de modelos–, sino en conjugar ambas facetas en uno de los entornos protegidos de España, un parque marítimo terrestre.

Y llegamos así a la verdadera incógnita del reportaje. Las embarcaciones que desean fondear en ese ambiente natural han de pasar por una engorrosa tramitación, y por la obtención de un permiso. Dada la congestión que experimenta Mallorca en verano, las solicitudes multiplican a las plazas disponibles. Con estos preliminares, ¿solicitan las embarcaciones en que viaja Letizia la venia oportuna, o simplemente se adentran en las aguas sagradas sin mayores preocupaciones?

Desde aquí puedo escuchar las exclamaciones con fervor monárquico, "¡sólo faltaría que los Reyes tuvieran que pedir permisos para desplazarse por su Reino!". Aceptando esta premisa –pese al carácter universal de las normas de tráfico rodado y náutico–, podemos preguntarnos a continuación hasta qué grado de consanguinidad alcanza la exención. O si existe una relación restringida de embarcaciones que puedan campar a sus anchas por el parque a preservar como un tesoro.

De inmediato, habrá que plantearse si los políticos se incluyen entre quienes pueden disponer de las aguas de Cabrera a su albedrío. La opacidad es notoria, y a menudo circula la leyenda de que algunos ecologistas de pro, incluidos en el patronato del archipiélago, también han conocido ese vértigo todopoderoso que proporciona la capacidad de saltarse las barreras.

Cabrera, al igual que todos los parajes deseables de Mallorca, está acosada por su belleza. Las solicitudes de navegación y fondeo decaen tras la temporada estival, aunque las excursiones se suceden incluso en pleno invierno. Las fotografías a la Familia Real en traje de baño son ya un clásico del verano mallorquín –el Rey se negó expresamente a ser fotografiado en la playa de es Trenc, situada frente a Cabrera, porque al fondo de las imágenes aparecería Lady Di–. Tampoco se trata de llevar la fiebre igualitaria al extremo. Felipe y Letizia visitaron el pasado fin de semana la Fundación Joan Miró y, por supuesto, no pagaron entrada.

Con su maestría habitual y centenares de miles de euros, ¡Hola! desactivó la bomba que los paparazzi habían tendido a Letizia en forma de bikini. Las escuetas páginas consagradas a los diálogos platónicos entre las reinas presente y futura fueron hundidas en un torbellino de reportajes con nietos, sobrinos y dos marcas privilegiadas, Audi y Camper. Cuando el lector llegaba arrastrándose a las imágenes a bordo del Fortuna y el Somni, ya no le hubiera impresionado ningún estado de semidesnudez de las protagonistas de las imágenes.