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Intento de homicidio en la finca de los March
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Matías Vallés

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Intento de homicidio en la finca de los March

Cómo está el servicio, deben haber pensado los hermanos Juan y Carlos March tras el suceso que han protagonizado dos guardas –uno como presunto agresor, otro

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Intento de homicidio en la finca de los March

Cómo está el servicio, deben haber pensado los hermanos Juan y Carlos March tras el suceso que han protagonizado dos guardas –uno como presunto agresor, otro como presunta víctima– de la finca emblemática familiar de s'Avall. La moraleja, para los mortales sin un predio con kilómetros de costa, recomienda que, en la medida de lo posible, se evite la conducción del coche del otro, sobre todo si alguien se dispone a atentar contra esa persona. Así ha ocurrido, según la Guardia Civil, en una isla donde se insiste irónicamente en que la mayor diferencia con Sicilia es la ausencia de muertos. Esta vez se recalentaron las pasiones y sonaron los disparos.

La Guardia Civil detuvo a un guardia jurado de s'Avall, a quien le acusaba de haber disparado sobre el marido de su amante. La presunta víctima también ejerce funciones de vigilancia en la misma finca, y la presunción que le adosamos es literal, ya que era el destinatario de la voluntad de los disparos, pero no de su ejecución. Es decir, los cinco proyectiles tenían por objetivo el vehículo que usa habitualmente el otro vigilante, salvo que en esta ocasión era conducido por su hijo, que accedía a la inmensa finca pasadas las dos de la madrugada. Imaginen la sorpresa del joven cuando vio que quedaba completamente destrozada la luna trasera de su turismo. No le fallaron los reflejos y, como si fuera Matt Damon en la última entrega de 'Bourne', pisó el acelerador y pudo escapar ileso.

Toda la información sobre los desencadenantes y el desarrollo del suceso proviene de la Guardia Civil. El municipio de ses Salines, donde se asienta la finca más emblemática de Mallorca, es un feudo tradicional de los March, en una relación con rasgos atávicos. Por lo tanto, los comentarios se hacen en voz baja, y sólo si el interlocutor ofrece garantías suficientes de discreción. Los guardas involucrados residen en la finca donde ejercen sus servicios, lo cual acentúa la gradación de los vínculos. Estos factores han hecho que la historia se complique todavía más. Tras declarar ante el juez, el autor de los disparos según las fuerzas del orden, ha quedado en libertad. De este modo, el joven que vivió la escalofriante experiencia –y que también reside en s'Avall, como todos los protagonistas de tan truculento relato– temía encontrarse con su presunto agresor, una circunstancia que ya se ha producido.

La Guardia Civil indicó que la pólvora ocultaba un crimen pasional, y que el autor de los disparos visaba al marido de su amante. Sin embargo, el entramado amenaza con ser más enrevesado que la desaparición de Madeleine, por lo que familiares de los afectados han desmentido los vínculos sentimentales que estarían en la raíz de los disparos. En cualquier otro escenario, nos hallaríamos ante una historia intrascendente, quizás la raíz de una novela en la que se obliga a convivir al agresor con la víctima inmediatamente después de que se haya consumado el ataque.

Sin embargo, el magnetismo de s'Avall –que dispone incluso de un anfiteatro al romano modo, donde han cantado Julio Iglesias o Miguel Bosé– infunde a la querella un vértigo especial. La acción se desarrollaba íntegramente a sólo unos metros de los parajes donde la semana pasada eran fotografiadas las infantas de España con sus hijos. Lady Di también fue invitada a la finca de los fogosos guardas jurados, uno de los escasos parajes vírgenes de Balears. Sólo los grandes terratenientes y el ejército han introducido unos márgenes de racionalidad en la destrucción de un paraíso.

Cómo está el servicio, deben haber pensado los hermanos Juan y Carlos March tras el suceso que han protagonizado dos guardas –uno como presunto agresor, otro como presunta víctima– de la finca emblemática familiar de s'Avall. La moraleja, para los mortales sin un predio con kilómetros de costa, recomienda que, en la medida de lo posible, se evite la conducción del coche del otro, sobre todo si alguien se dispone a atentar contra esa persona. Así ha ocurrido, según la Guardia Civil, en una isla donde se insiste irónicamente en que la mayor diferencia con Sicilia es la ausencia de muertos. Esta vez se recalentaron las pasiones y sonaron los disparos.