Los Reyes se despiden en su otro palacio mallorquín

Extraño mundo, en el que las cosas que creemos ciertas son falsas, y las que creemos falsas, también. Si se formulara la pregunta sobre cuál es el palacio real en Mallorca, las respuestas apuntarían abrumadoramente a Marivent. Falso. El palacete volcado sobre el mar a las afueras de Palma corresponde a una donación de la familia Saridakis. La Almudaina es la residencia oficial del jefe del Estado en la isla. Situado junto a la catedral, en pleno casco antiguo, ofrece un perfil más congestionado, por lo que la Familia Real no pernocta jamás en él. De hecho, cabe recordar que el complejo veraniego de Marivent incluye chalets separados para los tres hijos de los Reyes.

La Almudaina, cuyos orígenes árabes vienen implícitos en su propio nombre, se utiliza una sola noche en el dilatado veraneo de la Familia Real en Mallorca. Durante la última semana de agosto, los Reyes ofrecen allí una cena a las autoridades locales, que marca el final oficioso de las vacaciones. Sin embargo, este carpetazo protocolario no coincide necesariamente con el traslado del despacho a La Zarzuela. A menudo, en pleno septiembre, se dibuja la silueta del 'Fortuna' con Juan Carlos de Borbón solitario en el puente, disfrutando a rienda suelta del mar y sin los compromisos insoslayables de las vacaciones.

La despedida de este año ha permitido contemplar a Letizia –cualquiera la llama Ortiz, con los fiscales al acecho– junto a Cristina de Borbón, una reunión de alto voltaje. La segunda hija de los Reyes vestía unos tacones vertiginosos para mantener los veinte centímetros de estatura que la separan de su cuñada. El desafío de la Princesa de Asturias se extiende a un vestido por encima de las rodillas, reto que no asume la duquesa de Palma. Los duques de Lugo faltaron a la cita con las autoridades. Son los primeros en marcharse de Mallorca, con el semblante adusto de Jaime de Marichalar al frente. Su melancolía contrasta acusadamente con la sonrisa perpetua de su hermano Álvaro, que se pasea con su moto náutica alrededor de los lujosos yates que navegan por aguas mallorquinas o ibicencas. Entabla contacto, informa sobre las fiestas de moda, una vida de relación opuesta a la de su taciturno hermano.

En más de una ocasión, el Rey aprovecha su despedida para efectuar comentarios distendidos, pero no exentos de carga política. En una de estas cenas se mostró crítico con el afán de notoriedad de Baltasar Garzón cuando sonaba para Premio Nobel de la Paz. Volviendo a La Almudaina, ha sido utilizada a menudo para cobijar a los invitados regios que resulta imposible hospedar en las reducidas dimensiones de Marivent. Por ejemplo, al hermano de Husein de Jordania, que se pensaba que iba a sucederlo antes de que el fallecido monarca cambiara abruptamente de opinión. Y en especial, el edificio de origen medieval acogió a la familia Clinton al completo. Bill, Hillary y Chelsea, de quienes algún día se podrá decir que son tres ex presidentes de Estados Unidos, disfrutaron de las renovadas estancias cuando el presidente se hallaba inmerso en las turbulencias de su relación con Monica Lewinsky, que lo llamaba insistentemente para aclarar su situación. Nada de ello afectó a la prestancia exterior del único estadista que puede equipararse en atractivo popular con el residente habitual de Marivent.

Y no procede clausurar la crónica del veraneo regio sin reseñar que Selina Scott –la periodista británica que consiguió un acceso inusitado al Rey, entrevistándolo en el 'Fortuna' y viajando en moto con él– ha visto como su residencia mallorquina aparecía en el listado de desafueros urbanísticos del célebre 'caso Andratx'.