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La mujer más rica de Mallorca quiere pagar más impuestos
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Matías Vallés

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La mujer más rica de Mallorca quiere pagar más impuestos

La hospitalidad de Mallorca convierte en hijos adoptivos a quienes compran una casa en la isla, puesto que se contagian de inmediato de los valores imperantes

La hospitalidad de Mallorca convierte en hijos adoptivos a quienes compran una casa en la isla, puesto que se contagian de inmediato de los valores imperantes en ella (véase a Michael Douglas devorando galletas de Inca con sobrasada). La asimilación procede sin distinciones de raza o de sexo. Se trata igual a un industrial germano con una fortuna de mil millones de euros que a un jeque -una porción de los Ibn Saud de Arabia o los Al Sabah kuwaitíes- con una fortuna de diez mil millones.

Alemania y Francia se enfrentaron en la última guerra mundial, pero esta porción del Mediterráneo acoge con similar benevolencia a Claudia Schiffer o a Liliane Bettencourt. La segunda es menos famosa, salvo por sus desavenencias familiares, pero mucho más rica. Con una fortuna que supera ampliamente los diez mil millones de euros, la heredera del imperio L'Oréal y accionista de referencia de Nestlé es probablemente la mujer más rica del mundo. Hablando en plata, ingresa el equivalente a una decena de millones de euros diarios. Posee un coqueto pero no estruendoso chalet en Formentor y veranea religiosamente en el norte de Mallorca desde tiempo inmemorial -es cuatro años mayor que la duquesa de Alba, y tampoco le sorprendería a nadie que volviera a casarse-. Por tanto, mallorquina a todos los efectos.

Establecida la centralidad insular del personaje, en Mallorca no ha sorprendido que encabezara la relación de grandes fortunas francesas que han formulado la petición de pagar un impuesto especial para contribuir a sacar a Francia del atolladero. Este arranque solidario se engarza a la perfección en el espíritu mallorquín. No es casualidad que la propuesta se concrete en pleno agosto, el mes que la multimillonaria dedica a sus vacaciones junto al mar. Antaño las disfrutaba con su fallecido esposo André Bettencourt, ministro de Mendés France y de Pompidou. Desde el momento en que se hizo pública la oferta, esperamos una iniciativa similar de magnates españoles con cuna o casa en Mallorca. Linajes como Cortina o March deben adherirse de inmediato a esta iniciativa altruista. Si los ricos de París pagan por mantener 'la grandeur', España también tiene una grandeza que preservar. O quizás pedimos demasiado.

Si admitimos que nada le cuesta tanto a un multimillonario como separarse de su fortuna, el clima mallorquín tiene que haber sido decisivo para propiciar este desprendimiento. Junto al Mediterráneo se descubre que los placeres de la existencia están desligados a menudo de los dispendios excesivos, y se vinculan a una alimentación elemental o a una tarde junto al sol. El propio señor Bettencourt me comentó un día que "Mallorca significa para nosotros la calma más absoluta". Sin embargo, no nos inmiscuiremos en el género literario de Manuel Vicent.

En la iniciativa capitaneada por Bettencourt habrá pesado por fuerza su sentido de la ironía, que pude apreciar en persona en una cena celebrada a principios del pasado septiembre en Formentor. “Madame”, así la conocen todos los miembros de su círculo, ganó tres mil euros durante el tiempo en que me saludaba. La todopoderosa mujer -que le regaló una isla en las Seychelles a un pretendiente- debió pensar en la irritación que su arranque de generosidad propiciaría entre magnates no tan bien dispuestos. Una carísima provocación.

La fortuna de Liliane Bettencourt supera el Producto Interior Bruto de la mitad de países del planeta. Su gesto no mermará la capacidad de veranear en Mallorca, donde con facilidad dormirán esta noche varios centenares de personas con el potencial económico de auténticos Estados. Sin embargo, si los ricos se empeñan en ser algo más pobres, este sector puede verse lastrado por un exceso de concurrencia. La lección del norteamericano Warren Buffett -sin casa en Mallorca, extrañamente- y de Madame L'Oréal entronca con su acreditado instinto de supervivencia. Si el planeta se hunde, mil millones de euros más o menos no garantizarán la supervivencia. La única diferencia entre la actual crisis económica  y el Titanic es que la salvación no funcionará por clases.

La hospitalidad de Mallorca convierte en hijos adoptivos a quienes compran una casa en la isla, puesto que se contagian de inmediato de los valores imperantes en ella (véase a Michael Douglas devorando galletas de Inca con sobrasada). La asimilación procede sin distinciones de raza o de sexo. Se trata igual a un industrial germano con una fortuna de mil millones de euros que a un jeque -una porción de los Ibn Saud de Arabia o los Al Sabah kuwaitíes- con una fortuna de diez mil millones.