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Draghi necesita otra dosis de Margallo desde Mallorca
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Matías Vallés

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Draghi necesita otra dosis de Margallo desde Mallorca

Mallorca suscita extrañas reacciones entre sus visitantes. Diez días atrás, el ministro de Asuntos Exteriores se expresó en ella con aires de indignado del 15-M. Fue

Mallorca suscita extrañas reacciones entre sus visitantes. Diez días atrás, el ministro de Asuntos Exteriores se expresó en ella con aires de indignado del 15-M. Fue en la isla donde José Manuel García Margallo endosó al Banco Central Europeo la etiqueta de "banco clandestino", en la isla donde reside el padre de Manu Chao. Aunque la influencia mediterránea suele conducir hacia la mesura aristotélica, el jefe de la diplomacia española abdicó de su cometido pacificador para movilizar a la concurrencia como un 'iaioflauta' que no tenía nada que perder. Su manifiesto de discípulo de Hessel surtió efecto, y ustedes deberán decidir si fue más influyente un discurso donde se clamaba contra "un BCE que no está haciendo nada para apagar el incendio de la deuda pública" o el peso de la isla que le sirvió de cámara de resonancia.

Días después de la andanada del ministro de Exteriores, un Mario Draghi transformado en Harry Potter suturaba la prima de riesgo. Sin embargo, el paso de los días y la presión prusiana sofocaron el furor combativo desatado por Margallo, el presidente del BCE flaqueó –los alemanes saben ser muy convincentes– y las alarmas volvieron a dispararse. Por tanto el responsable de la política exterior debiera desplazarse periódicamente a Mallorca, que concede un afortunado eco a sus diatribas sobre una Unión Europea "que no puede subsistir mucho tiempo cuando hay países como Alemania, donde la deuda pública es casi gratis, y otros que están pagando mucho más". España siempre está en “otros”.

El grito de Margallo adquirió un eco especial gracias a la figura de su anfitrión, que tratándose de Mallorca era forzosamente alemán. En concreto, el ministro de Exteriores de Merkel, el liberal Guido Westerwelle. El titular de la diplomacia teutona tiene casa en la isla como la mayoría de sus compatriotas. Comparte la vivienda con su compañero sentimental y había convocado en suelo mallorquín a los componentes del Grupo de Berlín, once ministros que se reúnen junto a sus parejas en un entorno paradisiaco, versión diplomática de las vacaciones pagadas. De hecho, pronto se liberaron de las corbatas, en sintonía con un Westerwelle despojado de la soga porque sabe que está proscrita a orillas del Mediterráneo.

Los once ministros europeos cenaron en la casa mallorquina de Westerwelle, por lo que Margallo dispuso de tiempo sobrado para transmitirle su discurso sobre una "Europa solidaria". Se registró un alivio temporal, pero con Jens Weidman, el presidente del Bundesbank, hemos topado. La medida económica más inteligente que podría adoptar Rajoy –y queda por ello descartada– sería comprarle una casa en Mallorca al marcial timonel del euromarco alemán. Mientras tanto, los ministros con esposa del Grupo de Berlín se reunían en el hotel Victoria de Gabriel Escarrer –legendario por las juergas que en sus habitaciones se corrió Luis Roldán cuando restaba al frente de la Guardia Civil–. Como el establecimiento se halla encajonado en el Paseo Marítimo palmesano, los ministros se alojaban en 'suites' más lujosas del extrarradio. Pueden imaginar el despliegue de seguridad suplementario que los traslados implicaban. Los policías de sueldo recortado blasfemaban en la intimidad contra el despilfarro ministerial.

Margallo causó una corriente de estupefacción entre los periodistas, evocaba  al abuelo recontando sus batallitas. El Grupo de Berlín fue recibido por Felipe de Borbón en La Almudaina. El palacio medieval es la residencia oficial de los Reyes en Mallorca, porque en Marivent están realquilados, a cambio de dos millones que pagan los contribuyentes de Baleares. Seguiremos con atención el futuro de un ministro al que Pedro J. censura un día como "el gallo Margallo", para que Enric Juliana le asigne al siguiente en ‘La Vanguardia’ la titularidad de una presunta vicepresidencia económica. En cuanto a Westerwelle, afirma en Mallorca que disfruta de ministro pero que le queda solo un año, porque los liberales del FDP no formarán parte de una coalición ni aunque entren en el Parlamento.