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La mujer más rica en la sanidad más pública
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Matías Vallés

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La mujer más rica en la sanidad más pública

A nadie se le ocurriría enfermar en un paraíso vacacional, pero el destino tiene a veces otros planes. La muerte a todos iguala, pero esta convicción mantiene el clasismo diferencial a la hora de la enfermedad

Foto: Rosalía Mera. (EFE)
Rosalía Mera. (EFE)

A nadie se le ocurriría enfermar en un paraíso vacacional, pero el destino tiene a veces otros planes.La muerte a todos iguala, pero esta convicción mantiene el clasismo diferencial a la hora de la enfermedad. Los alegres recortes de Ana Mato de Gürtel en la sanidad pública, prolongación ejecutiva del erudito “que se jodan” de Andrea Fabra en el Congreso, no sólo apuntan a una privatización progresiva, sino a la convicción de que los opulentos sabrán valerse por sí mismos y diseñar las redes asistenciales que los liberen de las limitaciones impuestas a los contribuyentes de a pie.

Rosalía Mera, la mujer más rica de España y la multimillonaria dotada de mayor conciencia social según reflejan sus inversiones escogió Menorca,la isla balear que mejor se ajusta a su perfil. Menorca es la Mallorca que no pudo ser y la Ibiza que no quiso ser, un delicado equilibrio en tonos britishcon perdón para los patriotas. Mientras descansaba junto a su hija Sandra, sobrevino el percance cerebral sumado al paro del corazón, hasta definir un mapa irreversible. La vida en alarma roja, y entonces surge el protocolo que conocen millones de familias españolas. El servicio público del 061, con un médico público y dos empleados públicos al frente,consigna una “parada cardiaca recuperada”. El hospital público mahonés de Mateu Orfila acoge a la enferma en su Unidad de Cuidados Intensivos, todo ello llevado a cabo por empleados públicos. Como una ciudadana más, esa misma noche, en centenares de centros hospitalarios del país. A cargo de los mejores profesionales que la ciencia puede brindar.

Esther Koplowitz, la segunda mujer más rica de España. Afectada por una seria enfermedad, fue operada con éxito en un hospital público barcelonés

Es fácil alcanzar el consenso de que los multimillonarios españoles son más inteligentes que el Gobierno, por eso lo tienen a su servicio con modestos sobresueldos. Sin embargo, más de un banquero o constructor con yate en Mallorca deberá estar meditando ahora mismo sobre la brevedad de la vida y sobre el riesgo de abreviarla si no se dispone de unos mecanismos sanitarios sin recortes. Al revisar sus opciones mientras contempla el azul limpio del cielo y el azul sucio del mar, habrá barajado la posibilidad de que su estirpe se esté disparando literalmente en el pie, al alentar a su empleado de La Moncloa a proseguir con la asfixia a millones de ciudadanos. Mientras degustan las langostas de la costa mallorquina que entusiasmaban a Díaz Ferrán, los potentados no concluirán todavía que cuesta demasiado ser rico en un país pobre, pero es el primer paso hacia la percepción de que la crisis se saldará con un hundimiento o una salvación colectivos, aunque la mayoría se tengan que conformar con comer chanquetes en vez de crustáceos.

Esther Koplowitz, la segunda mujer más rica de España. Afectada por una seria enfermedad, fue operada con éxito por el cirujano mallorquín Antonio de Lacy en un hospital público barcelonés. A partir de ese momento, la vicepresidenta de FCC multiplicó sus donaciones a la investigación biomédica, hasta convertirse en una de las mayores mecenas mundiales en el campo científico. El egoísmo es la mayor fuente de altruismo imaginable, según demuestra la empresaria que en Mallorca se ha alojado en el ruidoso hotel Nixe, regentado por la familia Santos de su yerno.

La desgracia de Rosalía Mera y la complicada logística de su traslado también habrá ilustrado a numerosos escépticos sobre el precio de la insularidad. No lo llaman “vivir aislados” como un eufemismo. Menorca padece esta subsidiariedad por partida doble, una primera etapa frente a Mallorca y la segunda respecto del continente. Carmen Díez de Rivera, musa de Suárez y de la transición, tenía fijada su residencia en la costa menorquina. Desde el Parlamento Europeo batallaba por la suerte de las islas, que en el caso de Formentera se propaga a una insularidad de tercer grado. Las constricciones no disuaden a los enamorados de las islas. Amancio Ortega disfrutó en Mallorca de las primeras vacaciones de su vida, y quiso comprar el coqueto hotel Bendinat para convertirlo en su residencia particular.

A nadie se le ocurriría enfermar en un paraíso vacacional, pero el destino tiene a veces otros planes.La muerte a todos iguala, pero esta convicción mantiene el clasismo diferencial a la hora de la enfermedad. Los alegres recortes de Ana Mato de Gürtel en la sanidad pública, prolongación ejecutiva del erudito “que se jodan” de Andrea Fabra en el Congreso, no sólo apuntan a una privatización progresiva, sino a la convicción de que los opulentos sabrán valerse por sí mismos y diseñar las redes asistenciales que los liberen de las limitaciones impuestas a los contribuyentes de a pie.

Rosalía Mera Esther Koplowitz