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¿Alquilaría usted su casa a un turista?
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Matías Vallés

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¿Alquilaría usted su casa a un turista?

La versión más frívola contempla a los mallorquines como seres preocupados por la coincidencia de que Carolina Cerezuela/Carlos Moyá y Patricia Conde/Carlos Seguí vayan a vivir

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La versión más frívola contempla a los mallorquines como seres preocupados por la coincidencia de que Carolina Cerezuela/Carlos Moyá y Patricia Conde/Carlos Seguí vayan a vivir en la misma y aislada calle de la urbanización de lujo de Son Vida -Onassis, Adolfo Suárez, Grace de Mónaco-. Ambos matrimonios se están construyendo mansiones en lo alto de Palma, con una soledad existencial que hará inevitable la convivencia.

Sin embargo, el pueblo mallorquín que presume de fenicio afronta una crisis existencial, que se propagará en breve a las restantes comunidades autónomas. En concreto, ¿alquilaría usted su piso a un turista, a cambio de empotrarse en otra vivienda durante los meses de vacaciones? Si usted me pide precisiones económicas, le responderé con el interesante diálogo protagonizado por George Bernard Shaw y una actriz de la época:

– Señora, ¿se acostaría usted conmigo por un millón de euros?

– Dios mío. Bueno, sin duda me lo pensaría.

– ¿Y se acostaría conmigo por un euro?

– Por supuesto que no, ¿qué tipo de mujer se cree que soy?

– Señora, esto ya ha quedado claro, ahora sólo estamos discutiendo el precio.

Más de un millón de los once millones de visitantes de Balears se alojan en residencias privadas, especialmente acondicionadas o no, cumpliendo a rajatabla con las exigencias impositivas o no

Entre un euro y un millón se abre un amplio abanico, todavía más seductor cuando la crisis acucia y hay un arrendatario potencial de cualquier vivienda situada a distancia manejable de una playa o piscina. El tópico más extendido asocia el turismo de masas con los hoteles. Sin embargo, más de un millón de los once millones de visitantes de Balears se alojan en residencias privadas, especialmente acondicionadas o no, cumpliendo a rajatabla con las exigencias impositivas o no. Conforme crece la proporción de disidentes, también se ha disparado el nerviosismo de la junta hotelera que gobierna de facto el archipiélago y que reclama la exclusividad del negocio de alojamientos.

El Gobierno autonómico funciona al servicio de los hoteleros, en la convicción de que le han otorgado el poder. Por tanto, ha auspiciado una legislación disuasoria para el número creciente de mallorquines dispuestos a sacrificar su veraneo para que un turista ocupe su vivienda en tramos semanales. Sin embargo, los propietarios de segundas y terceras residencias no son siempre socialistas, pese a la inversión ideológica de la estructura de la propiedad que ha registrado España desde la transición, con los descamisados reconvertidos en magnates inmobiliarios. Por tanto, al PP le costará imponer su legislación. Además, la denominada oferta complementaria de tiendas y restaurantes apoya el alquiler contra la hegemonía del todo incluido, que ha convertido a los hoteles en fortines inexpugnables.

Por razones de espacio y gracias a la presión de una demanda insaciable, en Ibiza y Formentera se ha hecho habitual renunciar a la propia casa durante los meses de la temporada estival para obtener una remuneración que garantiza la supervivencia durante el resto del año. Hay marcas de internet que controlan hasta cuatro mil pisos en Mallorca, toma economía paralela.

El nomadismo intrainsular conlleva la pregunta simétrica a la planteada en nuestro titular de hoy. A saber, ¿querría usted por vecinos a cuatro jóvenes de Liverpool dispuestos a disfrutar de las vacaciones más intensas y ruidosas de su vida, y que además se renuevan semanalmente para mantener intacto el nivel de energía? Al igual que ocurre con la ley de Gresham en economía, también en el negocio del esparcimiento se cumple que los turistas malos espantan a los buenos, por lo que se precisa una calidad mínima del servicio. Una vez que el alquiler por un solo día ya define según Shaw la decisión del arrendatario, ¿alquilaría usted su casa durante todo el año y se iría a vivir a otro sitio? El desistimiento residencial masivo obliga a replantearse la identidad propia. Un mallorquín hoy, y un español mañana, es el señor que no está muy seguro de cuál es su casa.

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La versión más frívola contempla a los mallorquines como seres preocupados por la coincidencia de que Carolina Cerezuela/Carlos Moyá y Patricia Conde/Carlos Seguí vayan a vivir en la misma y aislada calle de la urbanización de lujo de Son Vida -Onassis, Adolfo Suárez, Grace de Mónaco-. Ambos matrimonios se están construyendo mansiones en lo alto de Palma, con una soledad existencial que hará inevitable la convivencia.

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