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Mallorca radiografía a la Familia Real
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Matías Vallés

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Mallorca radiografía a la Familia Real

Así acaba el verano en que casi fuimos invadidos por Gibraltar, sin que Inglaterra se inmutara porque la mayoría de sus soldados estaban emborrachándose en las

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Así acaba el verano en que casi fuimos invadidos por Gibraltar, sin que Inglaterra se inmutara porque la mayoría de sus soldados estaban emborrachándose en las playas de Mallorca con uniforme de camuflaje. Se despide el verano en que los endurecedores de penas exigen la liberación de un camionero que sólo transportaba nueve toneladas de hachís. Este Robinson abandona la isla, el lugar en que el mar te visita allá donde te encuentres. Suele olvidarse que el Crusoe de Defoe regresó a su isla para urbanizarla, igual que le sucedió a la costa mallorquina sin merma de su poder de fascinación. Tomemos por ejemplo a dos veraneantes mallorquines tan reputados como Carlos de Inglaterra y Lady Diana Spencer. Tras su compromiso en 1981, un periodista le preguntó al príncipe de Gales si estaba enamorado. “Sí,... sea lo que sea eso”. El sentimiento hacia Mallorca debe ser igualmente inefable, toda propuesta locuaz peca de insinceridad.

El inventario de fin de verano podría zangolotear con las andanzas mallorquinas de Bruce Springsteen o Leonardo DiCaprio. Sin embargo, el episodio fundamental demuestra que Mallorca ha radiografiado a la Familia Real bajo la excusa de la levedad. Gracias a su breve estancia en Marivent, el curso empieza con la convicción de que el Rey ya ha abdicado, pero todavía no se ha dado cuenta. Sofía de Grecia le queda más lejana que Alfonso XII, y se ha proclamado Reina de Mallorca, con propuestas tan peregrinas como la entrega a los pobres de la comida sobrante en los cruceros que recalan en Palma.

El Príncipe vive a un latido del trono, pero se ha descorazonado porque se siente tan inútil como el vicepresidente de Estados Unidos, cuya única oportunidad es la muerte del presidente

El Príncipe vive a un latido del trono, pero se ha descorazonado porque se siente tan inútil como el vicepresidente de Estados Unidos, cuya única oportunidad es la muerte del presidente. En Mallorca se ha comprobado que Felipe de Borbón ignora que tiene todas las cartas en su mano, respecto a su padre y su exigente esposa, la militante sindical que quiere imponer un convenio selectivo en La Zarzuela. La zigzagueante Letizia Ortiz ha aprendido que la mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo y Cristina ha convertido en suculento negocio la presumible corrupción mallorquina de Ignacio Urdangarin. Nadie pregunta por Elena, pero el gamberrete Froilán tiene reservadas abundantes portadas en las próximas décadas, aunque llegue la república.

La radiografía mallorquina de la Familia Real se extiende a las personas que se ponen en contacto con sus miembros. Por ejemplo, dentro de cada bloque de piedra se esconde una estatua, por lo que no podemos descartar que en el interior de Rajoy haya una persona, sin que deba tratarse necesariamente de Bárcenas. Además, estamos hablando de Familia Real con una falsa seguridad. ¿Quiénes la componen hoy? El Rey y la Reina no se hablan, los hijos se separan o amagan con hacerlo, los yernos se enriquecen oprobiosamente.

Estamos hablando de Familia Real con una falsa seguridad. ¿Quiénes la componen hoy? El Rey y la Reina no se hablan, los hijos se separan o amagan con hacerlo, los yernos se enriquecen oprobiosamente.

En Mallorca se quiso instaurar la Familia Real 2.0, conformada por los Príncipes de Asturias y sus hijas. Desde que la Princesa humilla innecesaria y públicamente a su esposo, habría que circunscribir el núcleo a Felipe de Borbón y sus hijas, con el proviso de que su esposa no las acapare. El procaz Reino Unido sirve de consuelo, con la diferencia de que Felipe de Edimburgo nunca ha traicionado a Isabel II, se ha limitado a engañarla por exigencias hormonales.

La radiografía mallorquina identifica a Letizia con Paola de Lieja, porque no sabrá prescindir del trono como hizo Lady Di para forjar su trágica leyenda. Estas apresuradas conclusiones emanan del primer veraneo de Marivent sin yate real. Los aviones han sustituido a los portazos del vodevil, ha habido momentos en que los propios integrantes de la Familia Real no sabían dónde se encontraban. La Reina de Mallorca es alguien que anda por ahí, y mientras Rafael Nadal cierra la brecha entre ser el mejor deportista español que nunca ha existido y el mejor que nunca existirá, alguien puede preguntarse qué libro se llevaría a una isla superpoblada. Sin dudarlo, La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker. Feliz otoño, aunque no creo.

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Así acaba el verano en que casi fuimos invadidos por Gibraltar, sin que Inglaterra se inmutara porque la mayoría de sus soldados estaban emborrachándose en las playas de Mallorca con uniforme de camuflaje. Se despide el verano en que los endurecedores de penas exigen la liberación de un camionero que sólo transportaba nueve toneladas de hachís. Este Robinson abandona la isla, el lugar en que el mar te visita allá donde te encuentres. Suele olvidarse que el Crusoe de Defoe regresó a su isla para urbanizarla, igual que le sucedió a la costa mallorquina sin merma de su poder de fascinación. Tomemos por ejemplo a dos veraneantes mallorquines tan reputados como Carlos de Inglaterra y Lady Diana Spencer. Tras su compromiso en 1981, un periodista le preguntó al príncipe de Gales si estaba enamorado. “Sí,... sea lo que sea eso”. El sentimiento hacia Mallorca debe ser igualmente inefable, toda propuesta locuaz peca de insinceridad.

Rafa Nadal