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Los fracasos de Zapatero y de cómo el PSOE exhibe contra el PP sus armas más sucias y rastreras
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Los fracasos de Zapatero y de cómo el PSOE exhibe contra el PP sus armas más sucias y rastreras

Es curioso cómo un mismo resultado electoral puede considerarse un rotundo éxito o un considerable fracaso en función de las circunstancias. Si en lugar de Rodríguez

Es curioso cómo un mismo resultado electoral puede considerarse un rotundo éxito o un considerable fracaso en función de las circunstancias. Si en lugar de Rodríguez fuera Aznar el inquilino de La Moncloa, las elecciones gallegas habrían sido motivo de exultante celebración por parte del PSOE cuando la realidad, al margen de pronunciamientos más o menos acertados por parte de Pepiño, es que son más un problema que otra cosa. Con el PP en el poder, el BNG de Quintana nunca hubiera podido plasmar exigencias en el acuerdo de gobierno como las que va a poner ahora sobre la mesa.

Este es el drama amargo de Rodríguez. Desde que ganó las elecciones del 14 de marzo todo lo que obtiene es un fracaso tras otro, no logra ninguno de sus objetivos y, además, cada día es más evidente el sometimiento de su Gobierno a los dictados del nacionalismo radical y fundamentalista que nos lleva sin remedio a la balcanización de España, como reconocen destacados analistas internacionales. Rodríguez se planteó el 14 de marzo de 2004 dos objetivos complementarios: la destrucción de su adversario y un distanciamiento en términos electorales que hiciera casi imposible a la derecha soñar con volver al poder en un periodo incluso más largo que el que ocupó a González.

No lo ha conseguido, ni lo uno ni lo otro, y ha optado por el ensañamiento. No es casualidad que tras las elecciones gallegas que ponen al PSOE en manos de un nuevo golpe de timón del extremismo nacionalista, el Congreso haya hecho algo imposible de creer: la reprobación de un ministro que ya no lo es. Miren ustedes que a mí Trillo siempre me ha parecido un compendio de soberbia, engreimiento, suficiencia y pedantería... Pero ya pagó por sus pecados por más que ahora Rodríguez utilice a Bono –que no duda en mentir como un bellaco en sede Parlamentaria, así demuestra el respeto que tiene a la soberanía popular- para crucificarle.

Esto no ha hecho nada más que empezar. La estrategia socialista –dictada al más puro estilo goebbeliano desde las cañerías de Moncloa y Prisa- pretende arrinconar al PP y si para ello es necesario recurrir al ataque personal, no se dudará en hacerlo. La izquierda frentista que urdió en el 34 el golpe contra el poder democráticamente surgido de las urnas, se ha vuelto a unir para provocar la derrota definitiva del liberalismo democrático. Vamos a asistir a la glorificación de la mentira y a la maquinación maquiavélica contra el adversario. Da igual si por el camino se pacta con terroristas, se desmiembra el país o se desvirtúan los elementos básicos que dan forma a la sociedad.

Se trata de destruir, y para eso todo vale. Asistimos estupefactos a un esperpento valleinclaniano en el que lo que hasta ahora eran fundamentos básicos de la convivencia, aceptados por unos y por otros, de pronto han pasado a ser objeto de reprobación y motivo de división y enfrentamiento, y a quien defiende lo que hasta ahora formaba parte de la normalidad se le estigmatiza y se le entrega al escarnio público de las minorías crecidas.

El PP, y Rajoy a la cabeza, no puede dejarse amedrentar. Ya dije en cierta ocasión que el líder de este partido debería formalizar un compromiso de regeneración democrática con los ciudadanos. Pero no es suficiente. El PP se lo pondrá muy fácil a Zapatero si permite que continúen en el seno de su organización los desencuentros personales y los cuestionamientos que hacen imposible la articulación de una alternativa válida, no sólo por su contenido, sino por los ‘rostros’ que deben defenderla. Es curioso ver cómo los que recriminan al PP la supuesta ‘dureza’ de su oposición, los que le piden que ‘pase página’ en temas como el terrorismo o el modelo de Estado y claudique ante las pretensiones nacional-socialistas, son los mismos que aplauden con las orejas cada movimiento que hace Rodríguez, vaya en la dirección que vaya.

Por eso Rajoy debe mantener la firmeza de los principios compatibilizándola con ese estilo personal, esa flema británica que le caracteriza y que carga de autoridad cada una de sus afirmaciones y que, me consta, tanto daño hace en la línea de flotación de la débil arquitectura ideológica de un Rodríguez que se deja impresionar por cualquiera que le proponga una idea, por absurda que sea, para cambiar el mundo. Si la estrategia emprendida por el PSOE en el Gobierno contra el PP en la oposición la hubiera llevado a cabo el PP en el poder contra el PSOE, los coros y danzas de la nueva Prensa del Movimiento lo habría tachado de fascista. Yo, querido lector, lo dejo así para que usted lo interprete como Dios le dé a entender.

Es curioso cómo un mismo resultado electoral puede considerarse un rotundo éxito o un considerable fracaso en función de las circunstancias. Si en lugar de Rodríguez fuera Aznar el inquilino de La Moncloa, las elecciones gallegas habrían sido motivo de exultante celebración por parte del PSOE cuando la realidad, al margen de pronunciamientos más o menos acertados por parte de Pepiño, es que son más un problema que otra cosa. Con el PP en el poder, el BNG de Quintana nunca hubiera podido plasmar exigencias en el acuerdo de gobierno como las que va a poner ahora sobre la mesa.