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Se va un político al que la izquierda convirtió en blanco de todas sus iras
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Se va un político al que la izquierda convirtió en blanco de todas sus iras

Siempre he visto en Ángel Acebes a una persona honrada, honesta, austera –a veces hasta la exageración- y, sobre todo, leal. Lo fue con Aznar, y

Siempre he visto en Ángel Acebes a una persona honrada, honesta, austera –a veces hasta la exageración- y, sobre todo, leal. Lo fue con Aznar, y después con Rajoy. En 2004, cuando el PP perdió las elecciones, Mariano Rajoy le pidió a Acebes que se hiciera cargo de la Secretaría General del PP. Lo hizo por convicción, no por obligación. Se dijo que era una herencia de Aznar, que Rajoy era una marioneta de las decisiones del ex presidente del Gobierno. Nada más lejos de la realidad. Rajoy hizo el equipo que en aquel momento creyó que era el que convenía a los intereses del PP. Sabía que iba a ser una legislatura muy difícil, muy dura para su partido, enfrentado a un Gobierno decidido a su exclusión y empeñado en romper al centro-derecha por el centro, o por la derecha, y que para evitarlo necesitaba a su lado a personas capaces de enfrentarse a esa estrategia con firmeza. Y que al mismo tiempo fueran capaces de tomar las riendas del partido y evitar colisiones que agravaran la situación que el PP afrontaba tras la derrota.

Durante cuatro años Ángel Acebes ha sido la cara del partido, lunes tras lunes, sesión de control tras sesión de control. Pero sobre él pesaba una losa que nadie ha podido levantar: la del 11-M. Agarrados a ella como si de una tabla de salvación se tratara, el PSOE la utilizó para atacar al ‘número dos’ del PP sin piedad. Ha sido, sin lugar a dudas, una de las mayores injusticias políticas que se hayan podido dar en nuestra reciente historia democrática, pero Acebes sabía que su figura política estaba ya marcada, y por eso tomó la decisión de apartarse a un lado cuando las circunstancias políticas así lo han aconsejado. Cuatro años poniendo la cara para que se la partieran a diario y evitar así que las tortas le llegaran a Rajoy, cuatro años difíciles desde el punto de vista personal y familiar, han agotado la paciencia de un hombre que siempre se ha mostrado sereno, al que pocas veces se le ha visto levantar la voz, pero que sin embargo infundía un respeto considerable en las organizaciones del PP. Acebes ha cumplido un papel que su partido debería agradecerle siempre, porque esa labor callada ha permitido que el PP llegara a las elecciones de 2008 en condiciones, incluso, de ganarlas, aunque luego el resultado no les respaldara. Pero si el PP cuenta hoy con más de diez millones de votos, su contribución a lograrlo ha sido definitiva.

Pero la vida es la vida, y la política no digamos. Ahora toca, no dar un paso atrás, sino apartarse del todo. Lo hace para que Rajoy tenga las manos libres a la hora de elegir a su nuevo equipo, porque Acebes es consciente de que en esta nueva etapa tiene que haber un cambio de maneras, de formas y de rostros, y que él ya no puede estar ahí, por más que a Rajoy –me consta que es así- le resulte difícil prescindir de su hasta ahora secretario general. Y es que Acebes ha jugado un papel que ha ido más allá de lo que le correspondía. Cuando Francisco Álvarez Cascos era secretario general no se ocupaba del trato con los medios. Es más, era evidente que lo aborrecía, y ese papel lo ocupaba Rodrigo Rato con mucho acierto. Entonces, el peso político del partido descansaba en el Congreso. En la pasada legislatura, todo hay que decirlo, el Grupo Parlamentario funcionó bastante manga por hombro, y desde luego no tuvo ni la mitad del protagonismo que tuvo el que dirigió Rato. En beneficio de Zaplana hay que añadir que era un grupo diseñado para estar en el Gobierno, no en la oposición. No es ese el caso ahora, y la principal labor de Soraya Sáenz de Santamaría es devolver al Grupo el pulso político que perdió los cuatro años anteriores.

Eso significará que el secretario general volverá a tener una función mucho más organizativa que la que tuvo Acebes, papel que encaja en el perfil de Pío García Escudero, y que las tareas de portavocía del partido descansarán en otro del estilo de Esteban González Pons. No quiero decir que vayan a ser ellos, pero sí que eso encaja en el esquema que puede estar en la cabeza de Mariano Rajoy, aunque todavía no haya puestos nombres en su cuaderno y a estas alturas ni él mismo sepa todavía cual va a ser el equipo con el que se presente al Congreso de junio. Pero ya tocará hablar de eso más adelante. Hoy, me van a perdonar, lo único que quiero es rendir un pequeño homenaje a un político sincero al que se acusó de mentir injustamente por parte de quienes hacen de la mentira su leit motiv. Acebes ha sido víctima de lo peor del sectarismo de la izquierda, blanco de sus iras y de sus amenazas, objeto de sus insultos y sus descalificaciones. Habría que hacer un repaso a sus sesiones de control con De la Vega para comprobar hasta dónde pueden llegar los límites de la paciencia sin que nunca perdiera la compostura para responder a la insidia, el insulto y el desprecio con los que se dirigía a él semana tras semana la vicepresidenta del Gobierno. Y era a él al que acusaban de derecha extrema, de intolerante y de mentiroso... pero en esto de la propaganda goebbeliana, la izquierda es maestra.

Ha pasado ese tiempo de sectarismo y política totalitaria de la izquierda. Pero no creo que el tiempo que viene sea mejor, a pesar de que Rodríguez apunte otras maneras. Hoy por hoy, la crisis interna que vive el PP le permite manejarse con cierta moderación, pero en cuanto el centro-derecha recomponga sus naves –si es que lo hace-, la izquierda, de la mano de Rodríguez, volverá a la carga con el mismo objetivo: la exclusión, la marginación y la división del PP. Rajoy tiene que hacer frente a la estrategia totalitaria de la izquierda con otros rostros y otras maneras para conseguir pescar en el caladero del PSOE en el que ha logrado 700.000 votos en estas elecciones. Pero aunque eso tenga que ser así, les aseguro que llegarán tiempos en los que en el PP echarán de menos a Ángel Acebes.

Siempre he visto en Ángel Acebes a una persona honrada, honesta, austera –a veces hasta la exageración- y, sobre todo, leal. Lo fue con Aznar, y después con Rajoy. En 2004, cuando el PP perdió las elecciones, Mariano Rajoy le pidió a Acebes que se hiciera cargo de la Secretaría General del PP. Lo hizo por convicción, no por obligación. Se dijo que era una herencia de Aznar, que Rajoy era una marioneta de las decisiones del ex presidente del Gobierno. Nada más lejos de la realidad. Rajoy hizo el equipo que en aquel momento creyó que era el que convenía a los intereses del PP. Sabía que iba a ser una legislatura muy difícil, muy dura para su partido, enfrentado a un Gobierno decidido a su exclusión y empeñado en romper al centro-derecha por el centro, o por la derecha, y que para evitarlo necesitaba a su lado a personas capaces de enfrentarse a esa estrategia con firmeza. Y que al mismo tiempo fueran capaces de tomar las riendas del partido y evitar colisiones que agravaran la situación que el PP afrontaba tras la derrota.

Ángel Acebes