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Cuidado, señor Rajoy, responsabilidad no es lo mismo que dejarse seducir por ZP
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Cuidado, señor Rajoy, responsabilidad no es lo mismo que dejarse seducir por ZP

El martes por la tarde el presidente Rodríguez y el líder del PP, Mariano Rajoy, se reunieron durante 45 minutos en el Congreso de los Diputados

El martes por la tarde el presidente Rodríguez y el líder del PP, Mariano Rajoy, se reunieron durante 45 minutos en el Congreso de los Diputados para hablar de la cumbre de Washington, esa a la que vamos de prestado. La foto, a diferencia de las últimas veces, mostraba a ambos dirigente políticos bastante distendidos e, incluso, con gestos cercanos a la cordialidad. No digo que me parezca mal, cuidado, pero despierta cierta suspicacia tanto paño caliente entre dos líderes que, dicha sea la verdad, se han cruzado palabras muy duras durante estos años pasados. No me preocupa que sea Rajoy el que busque el encuentro, pues es de natural suyo el intentar el diálogo y la colaboración, pero sí que me resulta sospechosa la actitud de Rodríguez, pues cuando alguien quiere, de verdad, enderezar un rumbo que se hallaba torcido procura que no haya nada que entorpezca el empeño, y lo cierto es que ese no es el caso. Basta escuchar una tras otra las ruedas de prensa del de Lugo y de la Vice para manifestar, con desagradable sorpresa, la diferencia entre la actitud del presidente y la de sus segundos. Es verdad que en política siempre hay uno que hace de ‘poli bueno’ y otros a los que les toca el papel de ‘poli malo’, pero de ahí al permanente recurso al insulto y la descalificación hay un abismo. El propio Rodríguez lo cruza a veces, y eso es lo que resulta sospechoso, teniendo en cuenta que por la otra parte no se paga con la misma moneda.

De ahí que a los votantes del PP les pueda resultar chocante, e incluso si me apuran desagradable, ver como su líder se embarca en el mismo avión que ZP, la ministra de defensa y el presidente del Congreso, José Bono, para asistir a los funerales de los dos soldados muertos en la guerra de Afganistán. O como el PP renuncia a exigir al Gobierno un control exhaustivo previo en la gestión del fondo de rescate de 150.000 millones de euros. O como Rajoy permite que Rodríguez insulte al PP por la mañana y le de palmaditas en la espalda por la tarde y ambos aparezcan juntos con cara de no haber roto nunca un plato. O como en rueda de prensa posterior al encuentro del martes por la tarde, después de presentar ante los medios un decálogo muy completo sobre lo que el PP cree que Rodríguez debe defender en Washington y al que el presidente no hará ni caso, de pronto Rajoy se larga sin venir a cuento con una crítica a esos que se han enriquecido –“forrado”, dijo- en estos años atrás, que no se sabía si se estaba escuchando a Rajoy o a Hugo Chávez. A mí no me cabe ninguna duda de cuáles son los principios que inspiran a Rajoy, de su entrega a los mismos y a la defensa de la libertad en todos sus aspectos. Pero, como aquello de la mujer del César, además hay que parecerlo.

“¿Qué le pasa a Rajoy?”, me preguntaba el otro día un diputado de la ‘nueva guardia’. No lo sé. Supongo que maneja sus tiempos y es consciente de que la situación económica, a medida que se agrave más –y ese es un futuro próximo inevitable-, se llevará por delante a Rodríguez y está, sencillamente, esperando su oportunidad. Por lo que yo puedo advertir, sabe que además de la crisis económica le tocará dar otras batallas más adelante, y simplemente está esperando el momento oportuno para hacerlo. Pero, claro, cuando el PP renuncia a poner en un brete al Gobierno porque su presidente se ha arrogado la potestad de gestionar a su antojo nada menos que un 15% del PIB sin que el principal partido de la oposición reclame control alguno ex ante, conociendo los precedentes y la natural tendencia de Rodríguez a ayudar a sus amigos y engañar al resto del universo, lo menos que cabe es preocuparse. Y cuando el PP renuncia a poner al Gobierno frente a su propia contradicción respecto de la Guerra de Afganistán, después de todo lo que tuvo que oírse el PP por haber respaldado la invasión de Iraq, país al que nunca enviamos tropas en conflicto, todo lo contrario de lo que está haciendo este gobierno que con una cara dice que son Soldados del Amor Hermoso y con la otra los envía a morir como chinches en una guerra brutal, entonces uno empieza a alarmarse un poco, todo sea dicho.

¿Qué le pasa a Rajoy? Puede ser que algunos de sus más cercanos colaboradores, en un exceso de celo por parecer algo más que simpáticos al electorado de izquierda –ese que, por otra parte, nunca le va a dar su voto al PP-, le estén mal aconsejando o queriendo llevarle por un derrotero ideológico que poco o nada tiene que ver con los fundamentos liberales que alimentan la doctrina de un partido abierto y democrático como éste, y resulte que el líder de la oposición se acabe convirtiendo en una especie de inquisidor del capitalismo que condena a la hoguera a los ricos por haberse ‘forrado’, y caiga en la peor de las tropelías ideológicas, esa que pretende conjugar liberalismo con socialdemocracia. Son dos postulados irreconciliables, aunque algunos de los que le rodean le digan lo contrario. La socialdemocracia no es más que una versión descafeinada del socialismo, maquillado y arreglado para convivir en un régimen democrático y parlamentario. Pero si la apuesta de un partido como el PP es por la libertad y por la igualdad de todos los ciudadanos en derechos y deberes, entonces debe de huir como de la peste de eso que la nueva trampa de Rodríguez y los suyos llama liberalismo-social, porque no es más que el nuevo disfraz de lo de siempre. Y no hay nada más social que el liberalismo, sin necesidad de adjetivos, simplemente así: porque lo más social es buscar el bien común por la vía del desarrollo y el progreso, y eso solo se consigue en un marco absoluto de libertades y de amplitud de margen de maniobra para la sociedad civil, es decir, con la menor presencia posible del Estado en la sociedad. ¿Es eso lo que va a defender Rodríguez en Washington? Ya lo dudo, y por eso me gustaría ver al señor Rajoy denunciándolo.

Dicho esto, que nadie malinterprete mis palabras ni vea en ellas un cambio de actitud hacia Rajoy: sigo creyendo que el camino de la moderación es el correcto, que los cambios –apreciables- que se han hecho en el PP son adecuados y, en algunos casos, muy esperanzadores. Y que si algunos del sector ultra-ortodoxo se ponen nerviosos y amenazan a periodistas por teléfono cuando no les gusta que se les descubra alimentando conspiraciones y favoreciendo rencillas, ya saben lo que dice el refrán: el que se pica… Pero eso no es obstáculo para que a veces aprecie una actitud ciertamente condescendiente que nada tiene que ver con lo que debe ser una oposición contundente al peor presidente que ha tenido este país, ya no en la democracia, sino en toda su historia. Lo peor que podría parecer ahora mismo es que Rajoy se ha dejado seducir por el encanto venenoso de Rodríguez, porque el PP puede sentir el efecto negativo de esa seducción en forma de fuga de votos. Me consta que el equilibrio entre responsabilidad-moderación-oposición es complicado, pero en saber mantenerlo se adivina la verdadera forja de un líder, y va siendo hora de que Rajoy ponga a Rodríguez en su sitio y les diga a los españoles qué es lo que vamos a hacer para salir de esta crisis económica, política, social e institucional en la que nos hayamos inmersos. Cuando se tiene la razón, no se debe renunciar a ella.

El martes por la tarde el presidente Rodríguez y el líder del PP, Mariano Rajoy, se reunieron durante 45 minutos en el Congreso de los Diputados para hablar de la cumbre de Washington, esa a la que vamos de prestado. La foto, a diferencia de las últimas veces, mostraba a ambos dirigente políticos bastante distendidos e, incluso, con gestos cercanos a la cordialidad. No digo que me parezca mal, cuidado, pero despierta cierta suspicacia tanto paño caliente entre dos líderes que, dicha sea la verdad, se han cruzado palabras muy duras durante estos años pasados. No me preocupa que sea Rajoy el que busque el encuentro, pues es de natural suyo el intentar el diálogo y la colaboración, pero sí que me resulta sospechosa la actitud de Rodríguez, pues cuando alguien quiere, de verdad, enderezar un rumbo que se hallaba torcido procura que no haya nada que entorpezca el empeño, y lo cierto es que ese no es el caso. Basta escuchar una tras otra las ruedas de prensa del de Lugo y de la Vice para manifestar, con desagradable sorpresa, la diferencia entre la actitud del presidente y la de sus segundos. Es verdad que en política siempre hay uno que hace de ‘poli bueno’ y otros a los que les toca el papel de ‘poli malo’, pero de ahí al permanente recurso al insulto y la descalificación hay un abismo. El propio Rodríguez lo cruza a veces, y eso es lo que resulta sospechoso, teniendo en cuenta que por la otra parte no se paga con la misma moneda.

Mariano Rajoy Belinda Washington