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Otra razón más para que Solbes dimita, por dignidad (si es que le queda alguna)
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Federico Quevedo

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Otra razón más para que Solbes dimita, por dignidad (si es que le queda alguna)

Era previsible que las amenazas del PSC surtieran efecto. Rodríguez no puede permitirse el lujo de quedarse en minoría en el Congreso, y aunque nadie, o

Era previsible que las amenazas del PSC surtieran efecto. Rodríguez no puede permitirse el lujo de quedarse en minoría en el Congreso, y aunque nadie, o casi nadie, se creyera que los socialistas catalanes fueran capaces de poner en aprietos al PSOE, el ‘por si acaso’ ha sido motivo más que suficiente para que el presidente se bajara los pantalones y accediera a esa negociación bilateral sobre la financiación autonómica que exigía Montilla. Una negociación de la que no ha formado parte el hombre más directamente implicado en la misma, el vicepresidente del Gobierno, Pedro Solbes, convidado de piedra de los tejemanejes entre Rodríguez y Montilla. En esto, como en otras muchas cosas, entre Rodríguez y Solbes no existe complicidad alguna, ni siquiera comparten las mismas ideas, ni los mismos objetivos. Rodríguez accedió a tramitar un Estatuto de Autonomía para Cataluña que, en la práctica, le otorgaba a aquella comunidad un estatus casi de Estado en su relación con Madrid. Si estuvo de acuerdo con aquello, ¿Por qué iba ahora a negarse a negociar de tú a tú con Montilla el nuevo sistema de financiación?

 

Lo que está ocurriendo no es más que la consecuencia del melón que irresponsablemente abrió Rodríguez en la pasada legislatura aceptando el chantaje nacionalista. Los más perjudicados serán los ciudadanos de las comunidades más pobres, gobernadas por el PSOE y que acatarán por disciplina lo que decida Rodríguez, y los de las comunidades gobernadas por el PP, de las que es más que probable que el Gobierno detraiga financiación para intentar compensar el desaguisado que supone el pacto con Montilla para Extremadura y Andalucía. Y que protesten. Rodríguez ha roto con lo poco que quedaba del espíritu de consenso sobre el que se fraguó la transición y el modelo de Estado. El Consejo de Política Fiscal y Financiera no es más que una patochada, porque ahora las decisiones sobre la financiación autonómica se toman en un despacho de Moncloa y en función de la capacidad de chantaje que tenga el interlocutor de Rodríguez, como es el caso de Cataluña y el País Vasco. Adiós a los principios de transparencia y neutralidad que, hasta ahora, regían la negociación sobre el modelo de financiación autonómico: todo se arregla con un intercambio de chanchullos.

Ayer, el PP se quejaba y predicaba en el desierto, aunque llevara razón en sus argumentos: “Queremos a todos sentados en la misma mesa, todos viendo lo que se reparte, cómo se reparte y por qué se reparte. Cuando alguien pide negociación bilateral pregúntense por qué, porque seguro que le conviene. Nosotros queremos una negociación que convenga a todos”, pedía González Pons. Rodríguez se ha llevado por delante el espíritu constitucional de multilateralidad, igualdad y seguridad jurídica que deben primar en sistema de financiación autonómica, y ha establecido como marco de referencia el de que vale más quien más capacidad de presión tiene. Esto es grave, y el PP debería tomarse en serio una respuesta adecuada a la gravedad de este asunto porque nos estamos jugando principios tan básicos como la libertad, la igualdad y la solidaridad, y si Rodríguez se los merienda, por decirlo vulgarmente, alguien tendría que plantear qué hacemos para preservarlos de su devorador apetito.

Y el primero que tiene una responsabilidad importante a la hora de denunciar lo que está pasando es el vicepresidente Solbes. Él no está de acuerdo con que la negociación sea bilateral, y de hecho ya había abierto un proceso negociador con los partidos políticos, a la espera de que el Tribunal Constitucional dictase sentencia -sentencia que el TC retrasa conscientemente para facilitar la negociación de Rodríguez con el Gobierno catalán de manera que cuando se dicte el sistema de financiación ya esté aprobado-. Cómo decía ayer González Pons, “Solbes está negociando un pacto de financiación autonómica y Zapatero, en su oscuridad de la Moncloa, está negociando otro”. Una situación insostenible para quien ya ha dejado claro que su tiempo en el Gobierno está por terminar más pronto que tarde. Más le valdría a Solbes dimitir ahora, por dignidad, que esperar a que le echen por la puerta de atrás y de una patada en el culo propinada por Montilla.

Era previsible que las amenazas del PSC surtieran efecto. Rodríguez no puede permitirse el lujo de quedarse en minoría en el Congreso, y aunque nadie, o casi nadie, se creyera que los socialistas catalanes fueran capaces de poner en aprietos al PSOE, el ‘por si acaso’ ha sido motivo más que suficiente para que el presidente se bajara los pantalones y accediera a esa negociación bilateral sobre la financiación autonómica que exigía Montilla. Una negociación de la que no ha formado parte el hombre más directamente implicado en la misma, el vicepresidente del Gobierno, Pedro Solbes, convidado de piedra de los tejemanejes entre Rodríguez y Montilla. En esto, como en otras muchas cosas, entre Rodríguez y Solbes no existe complicidad alguna, ni siquiera comparten las mismas ideas, ni los mismos objetivos. Rodríguez accedió a tramitar un Estatuto de Autonomía para Cataluña que, en la práctica, le otorgaba a aquella comunidad un estatus casi de Estado en su relación con Madrid. Si estuvo de acuerdo con aquello, ¿Por qué iba ahora a negarse a negociar de tú a tú con Montilla el nuevo sistema de financiación?

Pedro Solbes José Montilla