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Dedicado a quienes se rasgaron las vestiduras por un texto anterior sobre López Aguilar
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Dedicado a quienes se rasgaron las vestiduras por un texto anterior sobre López Aguilar

Corría el 7 de noviembre de 2006, un día aparentemente normal en el que pocas cosas hacían presagiar que iba a convertirse en uno de esos

Corría el 7 de noviembre de 2006, un día aparentemente normal en el que pocas cosas hacían presagiar que iba a convertirse en uno de esos días que pasarían a los anales de la historia como un ejemplo de utilización antidemocrática de la justicia y de los resortes del poder contra un partido político. El municipio canario de Telde amanecía tranquilo, pero unas horas después un inmenso despliegue policial y de medios de comunicación tomó la villa de Las Palmas para detener a su alcalde, Francisco Valido, y a otros cuatro concejales del Partido Popular acusados de numerosos casos de corrupción. La detención fue retransmitida a los cuatro vientos y millones de personas en toda España pudieron ver en los telediarios como esas cinco personas eran sacadas de sus domicilios esposadas y encapuchadas e introducidas en furgones policiales como si se trataran de delincuentes de la peor calaña.  Dos años y medio después, ninguno de ellos está en la cárcel, ninguno ha sido imputado por ningún delito ni pesa sobre ellos denuncia alguna, sino que están en libertad sin cargos. Nadie les ha pedido perdón, nadie les ha rehabilitado en su trabajo ni en su honor, ningún progresista de estos que cada día que escribes algo contra el Gobierno o contra el PSOE se rasga las vestiduras como si se estuviera cometiendo un delito de lesa humanidad, defendió nunca su derecho a la presunción de inocencia, y después, simplemente, han mirado para otro lado.

Pues bien, les voy a contar algo más, para que lo sepan y entiendan porqué he sido tan duro con un personaje como Juan Fernando López Aguilar, al que aprecié en su día, pero al que después de estos ejemplos de sectarismo brutal y de utilización partidaria de los resortes del poder, he situado en mi lista de innobles. El pasado 12 de febrero de 2009 el Juzgado de Instrucción número 3 de Las Palmas recibía una denuncia -que luego no fue admitida a trámite pero por razones que no tenían que ver con la veracidad de los hechos- presentada por un inspector de policía contra la comisaria Concepción de Vega Caamaño y contra el jefe de brigada del propio inspector. ¿Razón? Que todos los hechos que llevaron a las detenciones de los miembros del PP en los municipios de Telde y Mogán fueron prefabricados expresamente con la intención maliciosa de dañar a este partido de cara a las elecciones autonómicas y municipales de 2007. Entonces el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno autonómico era el ex ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar. Lo interesante del caso es que el inspector denunciante fue el instructor policial de estos casos hasta que fue apartado de los mismos precisamente por sus discrepancias con los mandos, y cuenta, por ejemplo, como la comisaria Vega le comunicó en mayo del 2006 que se estaba preparando una operación en el Ayuntamiento de Mogán, y lo hizo un mes antes de que tres concejales del PP se dieran de baja de este partido para presentar la denuncia que dio lugar a las actuaciones en este municipio contra el alcalde y los concejales del Partido Popular. Curioso, ¿no?

¿Qué tiene que ver López Aguilar con esto? Pues mucho, porque todas estas operaciones en Telde y Mogán se gestaron cuando era comisario superior de policía de Canarias Narciso Ortega, un hombre vinculado al hoy candidato socialista a las europeas cuyo puesto heredó la comisaria Vega. La relación de López Aguilar y Ortega cabría asemejarla a la ya famosa cacería de Garzón y Bermejo en la que también participó el comisario del que depende la investigación de la trama Gürtel, Juan Antonio González, JAG. Ortega fue visto en la sede del PSOE canario fumándose un buen puro en la noche electoral en la que López Aguilar recogió los frutos de los casos de corrupción fabricados ad hoc, aunque luego fue incapaz de hacer valer su victoria y José Manuel Soria le robó el acuerdo que el PSOE buscaba con los nacionalistas canarios y que el orgullo y la soberbia del líder socialista hizo imposible. No contento con tener al entonces comisario de invitado en la fiesta electoral, López Aguilar no dudó en ser uno más de los que acudirían poco después al homenaje de despedida. La relación de López Aguilar y el ex comisario no se limita a esos dos hechos puntuales, sino que son diversas las reuniones entre ambos, siendo López Aguilar ministro de Justicia, primero, y líder de los socialistas canarios y candidato, después. No es extraño que aún no siendo ya Ortega comisario, López Aguilar mantuviera también una especial sintonía con su sucesora, la comisaria Vega, hija de un juez vinculado en su día a la trama de los GAL como asesor de Rafael Vera.

Con esos mimbres, no es extraño que no habiendo conseguido su propósito de gobernar las islas, López Aguilar haya puesto en su punto de mira a quien le ‘robó’ en buena lid ese pacto que el socialista tanto ansiaba con Coalición Canaria, y ahora acuse a José Manuel Soria de hacer viajes gratis aprovechándose de que la persona que puede demostrar que todo lo inventado por los socialistas es falso, está muerta. En efecto, Soria hizo un viaje a Austria en agosto de 2005, invitado por un empresario noruego que padecía un cáncer terminal: “Acompáñame a un concierto”, le dijo aquel hombre a Soria, y éste no pudo negarse. Una vez en Austria, donde fue a bordo de un avión privado del citado empresario, Soria no dio a aquello mayor importancia al viaje, hasta que el empresario quiso alargarlo invitando a Soria y su familia a conocer su localidad natal en Noruega. El político se negó y, de hecho, volvió a España en vuelo regular después de pasar unos días de asueto con su mujer y su hijo en Austria a costa de su bolsillo. Las acusaciones de López Aguilar y la fiscalía a su servicio le han obligado al político del PP a abrirse en canal y tener que dar luz pública a todas sus cuentas, de los cual hemos sabido que tiene patrimonio heredado de su familia y que no necesita del sueldo del sector público para vivir, y mucho menos aprovecharse de esta circunstancia.

Los tejemanejes de López Aguilar dicen mucho de su modo de entender la política, un modo antidemocrático y sectario según el cual cuando un adversario le derrota en las urnas, entonces hay que usar contra él todos los resortes del poder a disposición suya, que son muchos porque como ex ministro de Justicia los tiene casi todos a su alcance. Después de saber todo esto, llamarle “pedante” es lo mínimo que cabe afirmar de alguien que tiene tan poco respeto por la naturaleza de la democracia pero que se permite ir dando lecciones de la misma allá por donde pasa. No creo que vuelva muchas más veces sobre este asunto porque, entre otras cosas, es evidente que las elecciones europeas se van a dilucidar en clave interna y entre dos modelos de afrontar la actual situación de crisis, el modelo derrotista que representa Rodríguez Zapatero y la esperanza que ofrece el liderazgo de Rajoy, y que López Aguilar no es más que un mal menor, una simple molestia en una campaña que protagonizará a la desesperada el presidente del Gobierno. Pero necesitaba dejar claras las razones por las que el otro día arremetí contra él, y que sorprendentemente causaron un inusitado revuelo que todavía no alcanzo a comprender.

Corría el 7 de noviembre de 2006, un día aparentemente normal en el que pocas cosas hacían presagiar que iba a convertirse en uno de esos días que pasarían a los anales de la historia como un ejemplo de utilización antidemocrática de la justicia y de los resortes del poder contra un partido político. El municipio canario de Telde amanecía tranquilo, pero unas horas después un inmenso despliegue policial y de medios de comunicación tomó la villa de Las Palmas para detener a su alcalde, Francisco Valido, y a otros cuatro concejales del Partido Popular acusados de numerosos casos de corrupción. La detención fue retransmitida a los cuatro vientos y millones de personas en toda España pudieron ver en los telediarios como esas cinco personas eran sacadas de sus domicilios esposadas y encapuchadas e introducidas en furgones policiales como si se trataran de delincuentes de la peor calaña.  Dos años y medio después, ninguno de ellos está en la cárcel, ninguno ha sido imputado por ningún delito ni pesa sobre ellos denuncia alguna, sino que están en libertad sin cargos. Nadie les ha pedido perdón, nadie les ha rehabilitado en su trabajo ni en su honor, ningún progresista de estos que cada día que escribes algo contra el Gobierno o contra el PSOE se rasga las vestiduras como si se estuviera cometiendo un delito de lesa humanidad, defendió nunca su derecho a la presunción de inocencia, y después, simplemente, han mirado para otro lado.