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Atrapados sin salida
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Atrapados sin salida

Me escribe un lector para decirme lo siguiente, dos puntos, abro comillas: “¿Por qué c… -la referencia al órgano sexual femenino la omito porque luego me

Me escribe un lector para decirme lo siguiente, dos puntos, abro comillas: “¿Por qué c… -la referencia al órgano sexual femenino la omito porque luego me riñen- no dejan ustedes de hablar de Bárcenas que, con la que está cayendo, los españoles tenemos problemas mucho más graves e importantes que lo que le pueda pasar a este señor?”, cierro comillas. Pues tiene más razón que un santo, para que les voy a engañar. Pero mientras el Partido Popular no resuelva esta situación, la misma va a seguir ocupando las portadas de los principales medios de comunicación.

Ayer mismo Rajoy se enfrentó a un coloquio por primera vez en varias semanas y ¿sobre qué creen que le preguntaron? En efecto, sobre Bárcenas. Ni crisis, ni financiación, ni la deriva sin rumbo del Gobierno. Bárcenas. O al menos eso es lo que ha trascendido como importante del citado coloquio, y debería hacer reflexionar al líder del PP que hace bien en actuar con prudencia, pero también esa virtud en exceso puede acabar convirtiéndose en defecto. El PP parece atrapado en manos de un tesorero que ha conseguido condicionar la vida interna de una organización tan imponente como es el principal partido de la oposición, y los españoles nos encontramos atrapados en manos de un presidente del Gobierno del que lo único que cabe decir es que es un irresponsable.

Atrapados, y sin salida, como en aquella película de Richard Gere y Kim Bassinger, más mala que un pecado –sólo ella valía la pena, sobre todo después de haberla visto en 9 semanas y media-: Rodríguez nos conduce con paso firme y ánimo decidido hacia el desastre final. Que sí, no les quepa ninguna duda. Esto empiezan a verlo dentro de su propio partido donde, puedo asegurárselo a ustedes, crece la preocupación de manera directamente proporcional a la capacidad que tiene Rodríguez de negar problemas o minimizarlos.

La última contribución del Gobierno al desastre nacional ha sido la financiación autonómica. No me voy a explayar en cuestiones técnicas –otros lo han hecho ya con mucha más sabiduría-, pero es un hecho evidente que el acuerdo alcanzado por Rodríguez con la extrema izquierda republicana no ha gustado a mucha gente, y gente de derechas y de izquierdas, hasta el punto de que las críticas son generalizadas. ¿Por qué? Es razonable: la Constitución del 76 consagró un Estado de las Autonomías sobre la base de los principios de solidaridad interterritorial e igualdad de todos los españoles a la hora de percibir los servicios que demandan de las administraciones públicas.

Esos dos principios se han roto con este sistema que, además, amenaza en el futuro con ahondar en la brecha que separa a unas comunidades de otras. En lugar de corregir un factor que había quedado descolgado del anterior sistema –los incrementos de población-, lo que ha hecho es favorecer la desigualdad geográfica y la insolidaridad.

Pero, fíjense, con todo ni siquiera eso es lo más grave. Lo que resulta más irresponsable, y a la larga puede acarrear unas consecuencias desastrosas, y además pone de manifiesto el absoluto desprecio que manifiesta Rodríguez hacia el país que gobierna, hacia sus gentes, hacia la institución que representa y hacia la propia democracia, es el hecho de que por una necesidad parlamentaria, por una urgencia política que le atañe a él y sólo a él, no haya tenido reparo ni pudor alguno en sacar la chequera del gasto público y darle a ERC todo lo que pedía. Un desvarío que, además, habrá que apuntar en la cuenta del ‘debe’ de la vicepresidenta Salgado, que ahora ya sabemos para qué ha venido y porqué se echó a Solbes.

Si eso supone aumentar más de un punto el déficit público, le da igual. Si eso supone incrementar la deuda y rebajar nuestro nivel de credibilidad y confianza en el exterior, dificultando el acceso al crédito por parte de empresas y familias, también le da igual. Si todo esto significa contribuir a empeorar la difícil situación económica que atraviesa este país y amenazar el futuro de los españoles, siempre que él se garantice estabilidad parlamentaria aunque sea a costa del radicalismo y el extremismo, lo demás no importa.

Pues, perdónenme, ni el haber ganado unas elecciones, ni el tener una mayoría parlamentaria le dan derecho a jugar con el futuro de todos. En este país ya no funciona nada, absolutamente nada, y mientras Rodríguez siga al frente del Gobierno los demás seguiremos atrapados en una espiral de desconcierto y desorden cada vez más peligrosa y que, esta vez sí, amenaza con llevarse todo por delante. Pero, en fin, esto es lo que hay. Seguiremos hablando de Bárcenas.

Me escribe un lector para decirme lo siguiente, dos puntos, abro comillas: “¿Por qué c… -la referencia al órgano sexual femenino la omito porque luego me riñen- no dejan ustedes de hablar de Bárcenas que, con la que está cayendo, los españoles tenemos problemas mucho más graves e importantes que lo que le pueda pasar a este señor?”, cierro comillas. Pues tiene más razón que un santo, para que les voy a engañar. Pero mientras el Partido Popular no resuelva esta situación, la misma va a seguir ocupando las portadas de los principales medios de comunicación.

Luis Bárcenas Mariano Rajoy