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Fukushima como excusa ‘progre’ para reabrir el debate nuclear
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Federico Quevedo

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Fukushima como excusa ‘progre’ para reabrir el debate nuclear

A la hora de escribir estas líneas, los técnicos de la central nuclear de Fukushima parecían conseguir recuperar refrigerante en la central y alejar el riesgo

A la hora de escribir estas líneas, los técnicos de la central nuclear de Fukushima parecían conseguir recuperar refrigerante en la central y alejar el riesgo de una fusión y la posterior catástrofe. No sé, porque no tengo una bola de cristal, lo que estará pasando cuando ustedes lean estas líneas, pero es evidente que se trata del gran tema, del asunto que moviliza los debates sociales y políticos en el mundo occidental desde que el pasado viernes un terrible terremoto de nueve grados en la escala Richter, y el posterior tsunami de una fuerza devastadora, asolaran Japón.

Ayer, en la encuesta de urgencia llevada a cabo por este periódico, más del 80% de sus lectores consideraba que el debate abierto sobre la seguridad en las centrales nucleares atufa a demagogia, y yo me alineo con la mayoría, sin lugar a dudas, aunque supongo que en el foro los del Pensamiento Único se harán notar, como siempre.

Si algo parece haber quedado bastante claro cuatro días después del terremoto, es que las centrales nucleares soportaron sin problemas el movimiento brutal de la tierra. Hoy sabemos que lo que ha provocado la crisis nuclear fue algo con lo que, probablemente, los expertos no contaban: la fuerza devastadora del mar. De hecho, fue el tsunami el que provocó que la central quedara aislada desde el punto de vista energético, impidiendo la acción de sus mecanismos de refrigeración. La estructura de la central había aguantado la embestida de la tierra y del agua, pero lo que no aguantó fue la ausencia de energía. Esta puede ser, sin duda, una lección de cara al futuro, y eso es lo que dicen los expertos que ahora hay que poner sobre la mesa: el riesgo de que un ‘apagón’ pueda provocar algo similar en las centrales que ahora mismo abastecen de energía a la mayoría de los países del mundo. De hecho, de ese asunto se va a hablar en los próximos días en las reuniones de expertos convocadas en el marco de la Unión Europea.

Hoy, sin duda, estamos pagando los excesos de un Gobierno que ha hecho del ecologismo radical una religión y ha traducido sus dogmas en una apuesta sobredimensionada por las energías renovables, encareciendo hasta lo insoportable el coste de la energía en los hogares

Pero la izquierda ya ha aprovechado este debate para volver a plantear las dudas sobre la energía nuclear y la seguridad de las centrales. El argumento más repetido ayer en los foros de Internet era el de que basta con que exista el riesgo de un solo accidente nuclear para decir que no a este tipo de energía. Un argumento muy convincente, pero terriblemente demagógico, porque realmente si la humanidad hubiese hecho caso de quienes lo esgrimen, hoy todavía estaríamos viviendo en las cavernas y no habríamos evolucionado nada.

Lo cierto es que la humanidad ha progresado a fuerza de asumir riesgos, y a fuerza de accidentes inevitables unas veces, evitables otras, provocados o fortuitos. Si reflexionáramos de verdad, con sentido común, sobre el accidente de la central de Fukushima, a lo que debería de conducirnos es a una constatación de la seguridad con la que se construyen estas centrales, y eso que de la que hablamos procede de la década de los setenta, hasta el punto de soportar un terremoto de nueve grados en la escala Richter.

Eso es lo que debería de llamar nuestra atención porque, ¿cuántas veces más se van a producir terremotos de esa magnitud? ¿Cuántas catástrofes más como la vivida por Japón creemos que pueden sucederse en países como el nuestro? ¿Qué probabilidades hay de que el Mediterráneo sufra un terremoto de ese calibre, y su costa sea devorada por un tsunami que provoque un accidente nuclear en la central de Vandellós? Lo digo por simular una situación parecida a la de Japón. Ni siquiera en el caso de Garoña es posible la comparación, a pesar de que la central data de la misma fecha que la de Fukushima… Más bien al contrario, a lo que debería de llevarnos es a la tranquilidad de saber que estas centrales, incuso las más antiguas, tienen unos niveles de seguridad muy elevados incluso en situaciones extremas como la vivida por Japón. ¿Eso significa que no puede ocurrir un accidente? En absoluto. Esa posibilidad siempre va a estar ahí, pero como lo está en todas y cada una de las acciones que el hombre lleva a cabo en beneficio de su propio desarrollo y progreso.

Hacer demagogia sobre el accidente de Fukushima es fácil y recurrente. Cada vez que ocurre una catástrofe de estas características el fundamentalismo ecológico sale a la luz, pero lo cierto es que negar hoy las ventajas de la energía nuclear es una auténtica barbaridad. Un país como el nuestro no tiene otra manera de reducir su dependencia energética no siendo la de incrementar la producción propia por esa vía, porque cualquier otra implica unos costes finalistas que los usuarios no van a poder seguir soportando y menos en tiempos de crisis como los actuales. Hoy, sin duda, estamos pagando los excesos de un Gobierno que ha hecho del ecologismo radical una religión y ha traducido sus dogmas en una apuesta sobredimensionada por las energías renovables, encareciendo hasta lo insoportable el coste de la energía en los hogares. Nadie dice que no deba haber una contribución importante de la producción energética procedente de las centrales eólicas, fotovoltaicas, etc, pero sin duda la energía nuclear -más limpia, más barata, más duradera- debe tener un papel importante en nuestro mix energético futuro, incluso más importante que el de las renovables.

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A la hora de escribir estas líneas, los técnicos de la central nuclear de Fukushima parecían conseguir recuperar refrigerante en la central y alejar el riesgo de una fusión y la posterior catástrofe. No sé, porque no tengo una bola de cristal, lo que estará pasando cuando ustedes lean estas líneas, pero es evidente que se trata del gran tema, del asunto que moviliza los debates sociales y políticos en el mundo occidental desde que el pasado viernes un terrible terremoto de nueve grados en la escala Richter, y el posterior tsunami de una fuerza devastadora, asolaran Japón.

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