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Se acabó pensar en el despido, toca pensar en trabajar
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Se acabó pensar en el despido, toca pensar en trabajar

El Gobierno de Mariano Rajoy aprobó ayer el proyecto de ley de Reforma Laboral con el que pretende frenar la sangría del paro en este periodo

El Gobierno de Mariano Rajoy aprobó ayer el proyecto de ley de Reforma Laboral con el que pretende frenar la sangría del paro en este periodo de recesión, a pesar de que aun así seguirá creciendo el desempleo y, sobre todo, impulsar la creación de puestos de trabajo en el momento en el que se produzca el cambio de ciclo y la economía española empiece a recuperarse. Lo cierto es que la economía española tiene un problema estructural en nuestro mercado de trabajo, de tal modo que es cierto que cuando crece mucho también crea empleo –aunque en el último periodo de crecimiento ha estado excesivamente vinculado a la construcción-, pero en cuanto cae por debajo del 2% de crecimiento los destruye de manera inmisericorde, y ya no digamos cuando la economía retrocede.

Hasta tal punto que somos el país de Europa con más paro y triplicamos la media de la UE. Es decir, este es, básicamente, el principal problema que todavía nos separa y diferencia del resto de nuestros socios, y a lo largo de todo este tiempo hemos sido incapaces de corregirlo porque, bien los gobiernos han sido débiles, bien los agentes sociales han sido excesivamente vehementes en la defensa de los derechos adquiridos por los trabajadores. Pero el caso es que tenemos un mercado de trabajo excesivamente condicionado al poder sindical, demasiado rígido y, por todo ello, peligrosamente expuesto a su destrucción en tiempos de crisis. Y no digamos si la crisis es tan dura como esta.

Tenemos un mercado de trabajo excesivamente condicionado al poder sindical, demasiado rígido y, por todo ello, peligrosamente expuesto a su destrucción en tiempos de crisis. Y no digamos si la crisis es tan dura como esta

Lo que vamos a ver a partir de ahora es un cambio revolucionario, no tanto por lo que supone de cambio en la legislación laboral, como por lo que implica de cambio de mentalidad en nuestro mercado de trabajo. Precisamente, por todo eso que he dicho anteriormente, a lo que estamos acostumbrados en nuestro modelo de relaciones laborales es a pensar antes en las condiciones del despido que en cualquier otra condición de nuestro contrato. Lo cierto es que este ha sido el gran logro sindical durante décadas, pero con tan mala pata que eso implicaba en sí mismo una barrera infranqueable al mercado de trabajo para todos aquellos que se encontraban en el paro. Dicho de otro modo, las centrales sindicales se ocupaban de los empleados, de sus derechos, de sus garantías, pero marginaban al parado al que esos ‘derechos’ y ‘garantías’ impedían encontrar un puesto de trabajo digno.

Ahora toca un cambio de mentalidad. Ya no nos va a preocupar el despido, lo que nos tiene que preocupar es el trabajo. Esa es la mentalidad que rige en las relaciones laborales en el resto de nuestro entorno: se trata de hacer un buen trabajo, de hacerlo lo mejor posible, de mejorar la productividad de nuestra empresa y contribuir a la generación de beneficios. Todo eso se traducirá automáticamente en mejoras salariales y en garantías de estabilidad en el empleo. Pero será porque el trabajador, dicho coloquialmente, se lo curra, no porque el sindicato lo imponga. Lo que hace la reforma laboral del Gobierno del PP es algo que hasta ahora no se había atrevido a hacer ningún otro gobierno: desmantelar el esquema hiperproteccionista de relaciones laborales heredado del franquismo.

¿Podía haber ido más lejos? Seguramente. Mucho más agresiva hubiese sido una rebaja a 20 días por despido improcedente, en lugar de 33. Pero es evidente que, a pesar de lo dicho por Rajoy a sus colegas europeos, Fátima Báñez quiere buscar el máximo consenso posible y evitar la conflictividad social. De ahí que el Gobierno haya introducido un periodo de margen para la ultractividad de los convenios y no se la haya cargado de un plumazo. Lo cierto es que la crisis está haciendo cambiar muchos modelos, muchos esquemas. Hemos vivido muy bien durante mucho tiempo, por encima de nuestras posibilidades, y a todos nos gustaba saber que teníamos estabilidad en el empleo y que, si nos despedían, nos íbamos a nuestra casa con una pequeña fortuna en el bolsillo.

Todo eso se ha acabado, cierto, pero a cambio lo que busca esta reforma es que en el futuro no volvamos a tener tasas tan alarmantes y dramáticas de destrucción de empleo; que no tengamos un 50% de paro juvenil; que no haya casi dos millones de familias en España con todos sus miembros en el paro… Lo que se pretende, y parece que con bastante acierto por la reacción temprana de los mercados y de las autoridades económicas europeas, es acomodar nuestro mercado de trabajo al del resto de Europa y disfrutar de las tasas de actividad que tienen nuestros socios, incluso en tiempos de crisis.

El Gobierno de Mariano Rajoy aprobó ayer el proyecto de ley de Reforma Laboral con el que pretende frenar la sangría del paro en este periodo de recesión, a pesar de que aun así seguirá creciendo el desempleo y, sobre todo, impulsar la creación de puestos de trabajo en el momento en el que se produzca el cambio de ciclo y la economía española empiece a recuperarse. Lo cierto es que la economía española tiene un problema estructural en nuestro mercado de trabajo, de tal modo que es cierto que cuando crece mucho también crea empleo –aunque en el último periodo de crecimiento ha estado excesivamente vinculado a la construcción-, pero en cuanto cae por debajo del 2% de crecimiento los destruye de manera inmisericorde, y ya no digamos cuando la economía retrocede.