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Rajoy y la Santa Paciencia
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Rajoy y la Santa Paciencia

"Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra? ('¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?')”. La pregunta con la que Marco Tulio Cicerón iniciaba su primera Catilinaria ha

"Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra? ('¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?')”. La pregunta con la que Marco Tulio Cicerón iniciaba su primera Catilinaria ha sido reproducida estos días en las redes sociales, especialmente en Twitter, por mucha gente a cuenta de esa frase de Mariano Rajoy en la que pedía a los ciudadanos paciencia. Catilina fue un traidor a la República de Roma, que además quiso asesinar a Cicerón, y obviamente la comparación es odiosa porque ni Rajoy es un traidor ni, mucho menos, quiere asesinar a nadie. Es más, a la vista del desgaste que está sufriendo en lo político y en lo personal, habría que pensar justo lo contrario.

El Partido Popular llegó al Gobierno en una situación muy complicada, con el país inmerso en eso que los economistas llaman credit crunch y al borde de la quiebra financiera, con 5,3 millones de parados y entrando de nuevo de lleno en la fase más dura de la recesión. Había que actuar, y rápido, y, llevándose por delante sus propios principios, el Gobierno tomó la decisión de subir impuestos, primero el IRPF y, unos meses después, el IVA, y aplazar aquellas medidas fiscalmente favorables a las pymes y autónomos que incluyó en su programa electoral. Era, insisto, un momento complicado y el país requería de una intervención a corazón abierto para evitar lo que más temía el Gobierno de Rajoy: verse obligado a recurrir al rescate, depender de la troika a pesar de tener mayoría absoluta y perder toda autonomía política.

Aun así, la crisis del sistema financiero, que no se había resuelto ni con las medidas del Gobierno de Zapatero ni con el primer decreto aprobado por el Ejecutivo del PP, estuvo a punto de doblegar la firmeza del Gobierno el pasado verano. Pero, al final, el rescate se limitó a la banca y cajas de ahorros y el Ejecutivo puso en marcha la mayor reforma del sistema financiero que haya visto jamás este país. Tarde, pero llegó lo que se había hecho en otros países tres años antes. La reforma ha permitido sanear el sistema y eso favorece la visión positiva que del país se tiene en los mercados internacionales, lo cual es importante porque esos mercados son los que nos prestan el dinero con el que tenemos que seguir manteniendo el Estado del bienestar.

No sólo la reforma financiera favorece la confianza exterior en España, también influye una reforma laboral que ha conseguido bajar los costes unitarios y hacer ganar competitividad, y un ajuste o consolidación fiscal que nos ha permitido reducir en más de dos puntos el déficitNo sólo la reforma financiera favorece la confianza exterior en España, sino que también influye una reforma laboral que ha conseguido bajar los costes unitarios y hacer ganar competitividad a nuestra economía, y un ajuste o consolidación fiscal que nos ha permitido reducir en más de dos puntos el déficit y que ha estrechado la brecha que nos separa de la media de la UE. Todo esto ha supuesto, a nadie se le oculta, un enorme sacrificio por parte de los ciudadanos de este país, que empiezan a necesitar mensajes de esperanza por parte de su Gobierno. Pero, en lugar de eso, se han encontrado con un jarro de agua fría.

Yo creo, lo escribí el fin de semana y lo he podido corroborar después con fuentes del propio Ejecutivo, que el Gobierno de Mariano Rajoy se ha puesto adrede en lo peor, y que probablemente eso nos haya favorecido a la hora de conseguir de Bruselas la que ha sido la mejor noticia de la semana pasada: dos años más de plazo para cumplir con el 3% de déficit, precisamente aquello que tanto reclamaba Rubalcaba, quien, por cierto, anunció un plan alternativo al del Gobierno para este lunes y todavía lo estamos esperando… Supongo que llegará el día que publique su declaración de la renta… En fin. La cuestión es que donde debería haber un mensaje de esperanza y de cambio de rumbo, lo que ha habido es, como digo, un jarro de agua fría y más de lo mismo.

A saber: seguir haciendo descansar el peso del ajuste sobre los hombros de los sufridos ciudadanos de este país. Lo que tenía que haber sido algo coyuntural, una medida de choque para una situación insostenible, se está convirtiendo en algo permanente. El Gobierno del PP, el Ejecutivo de Mariano Rajoy, ha renunciado a lo que tenía que haber sido, desde el principio, su mayor seña de identidad: el adelgazamiento del Estado. A estas alturas, un año y medio después, mantener la subida de impuestos e, incluso, anunciar otros nuevos, sólo cabe entenderlo como la resignación a lo inevitable: el Gobierno no es capaz de hacer lo que había venido a hacer. Ese era su gran compromiso electoral: reformas.

Se han hecho, cierto, y esas reformas nos han permitido situarnos en la antesala de la recuperación, pero no es suficiente. El Gobierno lo sabe y por eso anuncia un nuevo Plan de Reformas a presentar en la rueda de prensa del pasado viernes… Pero salvo que el próximo día 8 en el Parlamento, Mariano Rajoy nos sorprenda con algo distinto a lo conocido, la realidad es que el Gobierno ha optado por mantener una línea de continuismo socialdemócrata en su política económica, en lugar de llevar a cabo la gran reforma del gasto público que la situación le exigía y que le reclamaba su electorado… Es decir, aligerar la carga que ha hecho descansar sobre los hombros de los ciudadanos, y hacerla recaer sobre los de ese elefantiásico Estado que necesita mucho más que una mano de chapa y pintura; es decir, lo que hasta ahora ha practicado el Gobierno.

Ahí siguen estando cientos de empresas públicas inservibles, miles de asesores y todo tipo de personal perfectamente renunciable, diputaciones que no sirven para nada, sedes y embajadas en el exterior, parlamentos que parecen los de una república bananera y no de una comunidad autónoma… Y ese inmenso Estado del bienestar que necesita una reforma en profundidad y no parches temporales. La lista es larguísima, pero en lugar de actuar ahí, que es donde de verdad se concentra el problema principal de este país, el presidente nos pide paciencia, Santa Paciencia. Y la tenemos. Pero toda paciencia tiene un límite, y Mariano Rajoy debería empezar a pensar que a lo mejor el camino que le están recomendando algunos dentro de su propio Gobierno no es el que quiere la mayoría de este país y, desde luego, la mayoría de los ciudadanos que le dieron su voto en las últimas elecciones.

"Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra? ('¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?')”. La pregunta con la que Marco Tulio Cicerón iniciaba su primera Catilinaria ha sido reproducida estos días en las redes sociales, especialmente en Twitter, por mucha gente a cuenta de esa frase de Mariano Rajoy en la que pedía a los ciudadanos paciencia. Catilina fue un traidor a la República de Roma, que además quiso asesinar a Cicerón, y obviamente la comparación es odiosa porque ni Rajoy es un traidor ni, mucho menos, quiere asesinar a nadie. Es más, a la vista del desgaste que está sufriendo en lo político y en lo personal, habría que pensar justo lo contrario.

Mariano Rajoy