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La última oportunidad de Gallardón
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Federico Quevedo

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La última oportunidad de Gallardón

Es probablemente, junto a José Ignacio Wert -aunque por razones bien distintas-, de los ministros que se encuentran más solos dentro del Gabinete, pero también en

Es probablemente, junto a José Ignacio Wert -aunque por razones bien distintas-, de los ministros que se encuentran más solos dentro del Gabinete, pero también en el Partido Popular. Y aún así no desespera en su empeño por suceder a Mariano Rajoy al frente del partido y del Gobierno. Alberto Ruiz-Gallardón ha perdido a sus íntimos -los defenestró a todos en su paso de la Alcaldía de Madrid al Ministerio de Justicia, creyendo que serían un lastre en su nueva etapa-, pero aún así encuentra oídos que todavía quieren escuchar su hoja de ruta.

No importa que la realidad haya demostrado que el manejo de los tiempos es su punto más flaco -probablemente por culpa de su exceso de ambición y los malos consejos de la prisa-, él sigue empeñado en hacer su propio análisis de la situación y calcular sus posibilidades, que son pocas, pero cree tener algunas si al final el caso Bárcenas acaba por llevarse por delante a Mariano Rajoy. Ese es, probablemente, su primer gran error, pero sobre la base del mismo actúa de cara a todo lo demás, y lo primero que ha hecho después de que esta semana Pedro J. Ramírez, de acuerdo con el extesorero y presunto delincuente Luis Bárcenas, iniciara su nueva campaña de acoso y derribo de Rajoy, ha sido empezar a disparar a sus potenciales enemigos.

La única opción que le queda a Gallardón es hacerse fuerte con el caso Bárcenas’ convertirse en el adalid de la limpieza dentro de su partido, y ha empezado señalando directamente a la cabeza de Génova 13

La primera ha sido la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. Aparentemente vulnerable por las acusaciones de Bárcenas y porque como número dos del partido debería estar al tanto de todo lo que pasa dentro, Gallardón ha influido de manera determinante en la decisión del Fiscal Anticorrupción de solicitar al Juez Pablo Ruz que la llame a declarar como testigo. Fíjense lo curioso del asunto: el fiscal sólo pide que se llame a declarar a Cospedal, no dice nada de sus antecesores en el cargo que, obviamente, tendrían mucho más que decir sobre todos estos asuntos y sobre las presuntas donaciones irregulares al PP.

Álvarez Cascos, Arenas y Acebes se libran, por tanto, de la petición del fiscal… ¿Por qué? Pues porque para alimentar el morbo del circo mediático en que se ha convertido el caso Bárcenas vale mucho más una Cospedal que cien Cascos, y eso lo sabe muy bien Alberto Ruiz-Gallardón, como sabe muy bien que una vez que la secretaria general entre por la puerta del juzgado puede pasar cualquier cosa y que a efectos de su imagen pública el hecho de entrar en un juzgado, aunque sea como testigo, tiene un impacto negativo espectacular.

La petición del fiscal no deja de ser sorprendente, teniendo en cuenta que Cospedal llegó a la Secretaría General del PP en junio de 2008, es decir, un año y pico después de que se aprobara el cambio en la ley por el que las donaciones a los partidos dejaban de ser anónimas, es decir, que poco o nada puede decir sobre lo que ocurría antes de esa fecha. Pero aunque se le preguntara por el caso concreto del PP de Castilla-La Mancha, tampoco Cospedal puede aportar grandes revelaciones teniendo en cuenta que llegó al liderazgo del partido en la región tan solo seis meses antes de que se aprobara esa modificación legislativa, luego a quien realmente habría que preguntarle es a José Manuel Molina, su predecesor en el cargo y el alcalde de Toledo que firmó el contrato de recogida de basuras con Sacyr del que Bárcenas pretende endosarle una comisión de 200.000 euros a Cospedal.

El fiscal sólo pide que se llame a declarar a Cospedal, no dice nada de sus antecesores en el cargo que, obviamente, tendrían mucho más que decir sobre todos estos asuntos y sobre las presuntas donaciones irregulares al PP

Lo más probable es que de producirse esa comparecencia, es decir, de confirmar el juez la petición del fiscal, Cospedal no acuda al juzgado y lo haga en su lugar su representante legal, o sea, su abogado, y hurtar así al circo mediático una imagen que valdría más que mil palabras aunque éstas fueran falsas. Gallardón, a decir de sus próximos, quiere poner toda la carne en el asador por si se produce el relevo al frente del Gobierno. Sabe que necesita el apoyo del partido y que no lo tiene con Cospedal mandando en Génova 13 y por eso quiere debilitarla.

Y cree que en un face to face con Soraya Sáenz de Santamaría su única opción está, precisamente, en la falta de respaldo partidario que tiene la vicepresidenta del Gobierno, o al menos eso es lo que él señala a los pocos próximos que todavía le quedan. La vicepresidenta ha frenado la reforma del aborto que Gallardón había prometido llevar al Parlamento este verano, y aunque ha conseguido sacar adelante la reforma del CGPJ, lo ha hecho en contra de la opinión de la número dos del Gobierno y ha obligado a su partido a tragar con la rueda de molino de un nuevo incumplimiento electoral.

De hecho, en el Gobierno se le da por amortizado de cara a una próxima remodelación de Ejecutivo que podría hacer Rajoy este otoño para encarar la segunda parte de la legislatura con la recuperación como telón de fondo. La única opción que le queda a Gallardón es hacerse fuerte con el caso Bárcenas’ convertirse en el adalid de la limpieza dentro de su partido, y ha empezado señalando directamente a la cabeza de Génova 13. Pero todo a punta a que eso, lejos de hacerle ganar puntos, le está haciendo perder los pocos que le quedaban y que puede acabar definitivamente con su carrera política.

Es probablemente, junto a José Ignacio Wert -aunque por razones bien distintas-, de los ministros que se encuentran más solos dentro del Gabinete, pero también en el Partido Popular. Y aún así no desespera en su empeño por suceder a Mariano Rajoy al frente del partido y del Gobierno. Alberto Ruiz-Gallardón ha perdido a sus íntimos -los defenestró a todos en su paso de la Alcaldía de Madrid al Ministerio de Justicia, creyendo que serían un lastre en su nueva etapa-, pero aún así encuentra oídos que todavía quieren escuchar su hoja de ruta.