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Un lugar al sol en Cataluña
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Un lugar al sol en Cataluña

Hay dos cosas que han sentado especialmente mal en el PP sobre la manera en la que Alicia Sánchez-Camacho ha irrumpido en el debate de la

Hay dos cosas que han sentado especialmente mal en el PP sobre la manera en la que Alicia Sánchez-Camacho ha irrumpido en el debate de la financiación. La primera, que haya ido a contarle su propuesta a El País y a la SER antes que a nadie –de ahí, también, que en El Mundo y en el ABC hayan ‘cargado’ contra ella sin piedad– y, segunda, que lo haya hecho de manera que puede parecer que el PP busca su nicho de mercado nacionalista rompiendo con una dinámica que hasta ahora lo alejaba por completo de cualquier aventura en ese sentido.

Pues bien, es posible que Alicia Sánchez-Camacho, que últimamente se ha visto demasiado expuesta por el asunto desagradable del espionaje en Cataluña, haya equivocado las maneras, o las formas, en las que se ha presentado en Madrid con un discurso diferenciador, pero debo reconocer que quedarse en la superficie del asunto es propio de mentes cerradas y que deberíamos bajar al fondo de la cuestión porque es allí donde debe producirse el debate. En ese sentido, la propuesta del PP catalán aporta mucho en la dirección de serenar lo que hoy es una abierta confrontación de casi todos contra casi todos.

La aspiración del PP de ser algo más que una mera comparsa en Cataluña es tan vieja como las propias siglas de este partido. Es verdad que la posición de acérrimo españolismo le llegó a dar en tiempos de Vidal-Quadras una representación parlamentaria respetable, pero eso nunca se tradujo en presencia institucional… El PP no contaba en Cataluña, ni para bien ni para mal. De eso se dio cuenta en su día Aznar y puso al frente del partido a un político respetado por la burguesía catalana, Josep Piqué, quien, sin abandonar eso que se llama los principios y los valores a los que algunos se agarran como a un clavo ardiendo, suavizó las formas y modeló el discurso para hacerlo más amable en una sociedad que tradicionalmente se mueve con criterios muy viscerales producto del virus nacionalista.

¿Es la de Alicia Sánchez Camacho la solución? No lo sé, pero al menos es un intento razonable de dar respuesta a las aspiraciones de una parte muy importante de la sociedad catalana

El camino iniciado por Piqué lo continuó Alicia Sánchez-Camacho, con bastante éxito, como se demostró en la pasada legislatura en la que el PP fue un elemento esencial para la gobernabilidad de Cataluña; al estilo de lo que también hizo Antonio Basagoiti en el País Vasco, donde por primera vez en toda la democracia dos partidos constitucionalistas se aliaron para gobernar y el PP llegó a presidir el Parlamento Vasco. Que eso no se haya repetido no significa que la experiencia no haya sido positiva y no pueda volver a darse de nuevo si las turbulentas aguas del Ebro a su paso por Cataluña vuelven a su cauce dentro del marco constitucional.

Los del discurso acérrimo están convencidos de que parte del electorado del PP puede acabar escapándose a Ciutadans, y es verdad que esto está pasando, pero también lo es que el PP tiene difícil competir con un partido que pesca en las dos orillas con una mezcla de discurso antinacionalista de izquierdas que los populares no pueden hacer. Luego no es tanto por ahí por donde el PP busca su crecimiento electoral, como en atraer a sus filas a ese nacionalismo moderado que no quiere saber nada de la independencia de Cataluña, pero sí de un trato diferente a una región que, y en eso –no en el discurso de "España nos roba"– hay bastante de verdad, ha aportado mucho a las arcas de la solidaridad y ha visto cómo en muchos casos ese dinero se despilfarraba.

Ya sé que es demasiado reduccionista plantearlo así, pero es verdad. Y de hecho a Madrid le pasa tres cuartos de lo mismo, sólo que sin hecho diferencial que acompañe esa queja, por lo que eso no contribuye a que crezca ninguna clase de sentimiento antiespañol como sí ocurre en Cataluña. ¿Es la de Alicia Sánchez-Camacho la solución? No lo sé, pero al menos es un intento razonable de dar respuesta a las aspiraciones de una parte muy importante de la sociedad catalana entre la que se encuentra un elevado porcentaje de votantes del PP, un partido que empieza a darse cuenta ahora de que España es una suma de hechos diferenciales difícil de poner de acuerdo por unanimidad.

La propuesta de Sánchez-Camacho, que ya iba incorporada al programa electoral de su partido en las últimas elecciones autonómicas y entonces nadie se rasgó las vestiduras, es para reflexionarla seriamente, sobre todo a la vista de cómo durante estos años en algunas regiones españolas se ha despilfarrado e, incluso, robado a manos llenas el dinero de la solidaridad: pongámosle un tope y establezcamos un criterio finalista a los fondos, al igual que ocurre con los de Cohesión de la UE.

De ese modo los ciudadanos, que no los territorios, sabrán a qué se dedica el dinero que sale de sus impuestos para ayudar a las regiones menos favorecidas, porque ahora pueden tener la impresión de que parte de esos cuartos se ha dedicado, por ejemplo, a los ERE de Andalucía y han acabado donde han acabado, en muchos casos en casas de putas y antros de mala muerte, y en la mayoría en la financiación irregular de partidos y sindicatos.

Hay dos cosas que han sentado especialmente mal en el PP sobre la manera en la que Alicia Sánchez-Camacho ha irrumpido en el debate de la financiación. La primera, que haya ido a contarle su propuesta a El País y a la SER antes que a nadie –de ahí, también, que en El Mundo y en el ABC hayan ‘cargado’ contra ella sin piedad– y, segunda, que lo haya hecho de manera que puede parecer que el PP busca su nicho de mercado nacionalista rompiendo con una dinámica que hasta ahora lo alejaba por completo de cualquier aventura en ese sentido.

Cataluña Alicia Sánchez Camacho