Esos que quieren que ETA siga viva

“La manifestación (del domingo, convocada por la AVT en la plaza de Colón) es contra el Gobierno”. “Rajoy está haciendo bueno a Zapatero”. “Presidente @marianorajoy; con las acciones y omisiones del Gobierno de Zapatero y del suyo en materia antiterrorista, llueve sobre mojado”. “Hay gotas que colman vasos que ya estaban repletos de decepciones y traiciones. No nos quedaremos de brazos cruzados. 27-O Plaza de Colón”. “Nos han dejado tirados (en referencia al Gobierno y al PP), solos, hundidos, frustrados, despreciados… Mi padre fue asesinado por #ETA para esto”.

Estas y otras lindezas dedicadas al Gobierno de Mariano Rajoy podían leerse tan lejos como ayer en la red social Twitter. Me callo los nombres, son de sobra conocidos… Alguno incluso reivindicaba su derecho a que Rajoy le recibiera ayer por la tarde junto a la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, como si su organización, nacida de las entrañas del resentimiento, representara realmente a alguien más que a él mismo y a quienes le empujan por el abismo de la radicalidad. Pero no hay nada más injusto que echarle la culpa a este Gobierno de la sentencia del TEDH que nos ha conducido a la humillación de ver salir sonriente de la cárcel a la asesina Inés del Río, y nos hará ver salir a otros monstruos como ella antes de lo que estaba previsto.

Salvo los proetarras y el indocumentado de Alberto Garzón, no creo que haya mucha más gente en este país que pueda alegrarse de la sentencia que conocimos el lunes y que, por otra parte, ya nos esperábamos, pero tal y como ha dictado la Audiencia Nacional, dicha sentencia no sólo es de obligado cumplimiento sino que, además, y para aclarar todas las dudas posibles, es vinculante. O sea, no hay más huevos que cumplirla. Y encima sienta jurisprudencia. ¿Significa esto una victoria de ETA? No. Bajo ninguna circunstancia. Y plantearlo así, plantearlo como una victoria de ETA frente a la democracia y el Estado de Derecho es hacerle el juego a la banda terrorista, a sus intenciones, y dañar aún más la memoria y la dignidad de las víctimas.

Y, ¿de esto tiene la culpa el Gobierno de Rajoy? Miren, si hoy el ministro del Interior fuese Jaime Mayor Oreja en vez de Jorge Fernández Díaz, la sentencia hubiese sido la misma

ETA ha sido derrotada y no ha conseguido ninguno de sus objetivos políticos por los que ha estado matando durante cuarenta años. Ese tiene que ser el único mensaje que salga del corazón de cualquier demócrata que se precie de serlo, con la excepción de aquellos que en la derrota de ETA han visto también el final de un modus vivendi muy fructífero en algunos casos, y no quieren que se acabe eso que ha venido alimentando su existencia y su discurso durante tanto tiempo. Pero el hecho cierto es que los etarras que muy probablemente van a salir de la cárcel debido a la sentencia del TEDH han sido justamente condenados y sentenciados, y esto no es ni puede interpretarse como un indulto o una amnistía.

El problema es que durante muchos años, casi hasta el año 2003 con una ligera modificación en 1995, nadie quiso tocar un Código Penal heredado del franquismo y que, misteriosamente, hoy parece tan democrático y tan defensor de los derechos humanos a los integrantes de la izquierda radical de nuestro país. Lo que ha hecho el TEDH no es otra cosa que eliminar la retroactividad de la doctrina Parot, que fue un parche que la democracia judicial puso a una laguna de ese Código Penal que permitía que un asesino cumpliera la misma condena por un asesinato que por veinticuatro.

¿Y de esto tiene la culpa el Gobierno de Rajoy? Miren, si hoy el ministro del Interior del Gobierno de España en lugar de ser Jorge Fernández Díaz hubiera sido Jaime Mayor Oreja, la sentencia del TEDH habría sido exactamente la misma y la etarra Inés de Río habría abandonado la cárcel al día siguiente con la misma celeridad que ha tenido lugar en este caso. Es más, y siendo conscientes de que en la argumentación de la sentencia ha tenido bastante que ver un señor llamado Luis López Guerra, nombrado para el cargo de magistrado del TEDH por el Gobierno socialista, no puede descargarse sobre él ni sobre el Gobierno anterior la responsabilidad de lo ocurrido, porque esa responsabilidad la tienen quienes en su momento optaron por mantener vivo el Código Penal de la dictadura porque les resultaba lo suficientemente blando y ajustable a los criterios complacientes con la delincuencia que siempre ha mostrado la izquierda en nuestro país.

Ahí está la responsabilidad, y lo demás son chorradas. Algunos, sin embargo, quieren seguir viendo detrás de todo esto una cesión a ETA, una victoria del terrorismo, una bajada de pantalones del Gobierno, cuando no una traición… Allá ellos y el amargo sabor del cáliz del odio que beben cada vez que respiran. Los demás queremos que ETA se acabe de una vez para siempre. Nos duele infinito vez salir a la alimaña de Inés del Río de la cárcel, y más estos días que las televisiones se han hartado de recordarnos con imágenes el terrible impacto del atentado de la plaza de la República Dominicana, pero lo cierto es que ETA ya no mata porque no puede.

Y estamos tan en contra de la sentencia del TEDH como pueda estarlo cualquiera que haya sido víctima de estos asesinos de ETA o de esos otros monstruos –violadores, asesinos en serie– que también van a salir, muy probablemente, de prisión. Pero respetamos las reglas del juego, somos conscientes de que cambiarlas en el descanso para modificar el resultado de la primera parte va en contra de todo aquello en lo que creemos, y sabemos que esto no va a volver a ocurrir porque después de eso las cosas se han hecho bien, aunque tarde, muy tarde. Nosotros no somos como ellos, y esta es la principal lección que todo demócrata debería sacar de lo ocurrido, aunque siga habiendo quienes se empeñan en ponerse a la misma altura.