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Nunca más otro ‘Nunca Mais’
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Nunca más otro ‘Nunca Mais’

Es inconcebible que la sentencia relativa a un hecho tan grave como fue el accidente del petrolero se conozca nada menos que once años después

Permítanme que antes de entrar de lleno en la valoración política de la sentencia del Prestige que hemos conocido esta semana, aclare un par de asuntos para que no haya dudas sobre cuál es mi posición respecto de este tema:

Primero: Es inconcebible que la sentencia relativa a un hecho tan extraordinariamente grave como fue el accidente del petrolero y las consecuencias que tuvo se conozca nada menos que once años después. Siempre nos quejamos de la lentitud de nuestra justicia, pero hay veces en que esa lentitud es exasperante y aunque sean asuntos de distinta naturaleza jurídica, resulta aún más exasperante cuando lo comparamos con la prisa que se están dando los jueces para aplicar la sentencia del TEDH sobre la doctrina Parot. Es evidente que nuestra justicia tiene muchos fallos y aunque no sea este el tema de mi post, sí que merece un comentario el hecho de que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, no haya hecho la más mínima alusión al tema y ni siquiera se plantee la posibilidad de acometer las reformas necesarias para agilizar los procedimientos judiciales.

Segundo: La sentencia en sí misma ha producido, y con razón, una desazón enorme, y eso es así porque no parece lógico que después de que hubiera pasado lo que pasó, ninguno de los responsables del buque -ni el armador, ni la aseguradora, ni la empresa encargada de verificar su estado para navegar- tengan que pagar los platos rotos y sea el Estado español y, por ende, los ciudadanos españoles, los que tengamos que hacer frente al elevado coste económico que originó la tragedia. Mucho se ha escrito sobre este particular estos días, y todo apunta a que en su momento se optó por la vía penal en lugar de dar prioridad a la vía civil, y eso puede haber tenido algo que ver con el intento de politizar un juicio que desde el primer momento tenía que haberse circunscrito al hecho de la responsabilidad económica, y no la política.

Estas son las consecuencias de pretender politizar la justicia, una maniobra a la que la izquierda se suma con entusiasmo cada vez que gobierna la derecha

Dicho de otro modo: la izquierda se empeñó en meter en la cárcel a los entonces responsables del Gobierno español, empezando por el que entonces era vicepresidente del Gobierno y a quien Aznar encargó la gestión de la tragedia, Mariano Rajoy, y el resto se sumó a esa estrategia, unos por convicción y otros por omisión, y nadie puso el punto de mira donde había que haberlo puesto: en las responsabilidades civiles de los dueños del barco. La Xunta de Galicia ha dicho que lo va a recurrir, pero como se tarden otros once años en volver a tener una decisión judicial, estamos apañados.

Pero estas son las consecuencias de pretender politizar la justicia, una maniobra a la que la izquierda se suma con entusiasmo cada vez que gobierna la derecha. El Prestige marcó en su día el comienzo del declive del Gobierno de Aznar. La penosa gestión inicial se corrigió en cuanto Rajoy se puso al frente de la crisis, y la prueba del 'éxito' de su gestión fue que incluso en el ayuntamiento más afectado por el chapapote y que se convirtió en emblema de una lucha política que llevó a las calles una indignación sin precedentes ganó unos meses más tarde el PP por mayoría absoluta.

Pero si en Galicia pronto se dieron cuenta de hasta dónde había llegado el intento de manipulación de la izquierda, en el resto de España había prendido la mecha de la protesta callejera, que se hizo aún más cruda en cuanto Aznar dio su apoyo a Bush en la Guerra de Iraq y del Nunca Mais se pasó al No a la Guerra. Los mismos agitadores, con distintos argumentos. Esa izquierda radical, revolucionaria, antisistema, totalitaria y antidemocrática sigue empeñada en tomar las calles contra el PP, en ganar ahí lo que no ha podido ganar en las urnas.

En la tragedia del Prestige hubo dos lecciones: una lección increíble de solidaridad y voluntariado, y otra lección dolorosa de manipulación y oportunismo. La segunda ha quedado al descubierto con la sentencia que, claramente, avala las decisiones que en aquel momento tomó el Gobierno y las considera justas y de sentido común. Y si algo sacamos en claro de todo esto es que nunca más debería haber otro Nunca Mais cuya única finalidad sea la de atacar a un gobierno legítimamente elegido en las urnas.

Permítanme que antes de entrar de lleno en la valoración política de la sentencia del Prestige que hemos conocido esta semana, aclare un par de asuntos para que no haya dudas sobre cuál es mi posición respecto de este tema:

Mariano Rajoy Alberto Ruiz-Gallardón