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Es la hora de la política, es la hora de Rajoy
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Es la hora de la política, es la hora de Rajoy

El pasado septiembre, en un encuentro con periodistas, Mariano Rajoy trasladó su impresión sobre lo que iba a pasar en los meses siguientes

El pasado septiembre, en un encuentro informal con un grupo de periodistas entre los que me encontraba, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, nos trasladó su impresión sobre lo que iba a pasar en los meses siguientes en Cataluña o, dicho de otra manera, nos desveló la que sería su hoja de ruta respecto de la deriva secesionista emprendida por Artur Mas de la mano de ERC. Rajoy ya tenía claro en aquel momento que a final de año se daría a conocer el contenido de la pregunta y la fecha de la consulta, y tenía claro también que la respuesta del Gobierno sería un no rotundo a la posibilidad de celebrar el referéndum.

Entraba también en los planes de Rajoy, y así nos lo dijo, el intento de los nacionalistas catalanes de llevar al Congreso de los Diputados una proposición no de ley que les permitiera celebrar la consulta y también en ese caso el presidente fue contundente al afirmar que el 90% de la representación parlamentaria votaría en contra porque, entre otras cosas, ya sabía que ahí iba a contar con el apoyo del PSOE. Y era consciente Mariano Rajoy de que todo ese proceso concluiría en unas elecciones anticipadas en Cataluña a celebrar en 2015.

Cuento esto porque cuando se dice que el anuncio de Mas del contenido de la pregunta y la fecha de la consulta ha cogido a Rajoy desprevenido o con el pie cambiado, no se está diciendo la verdad, o se desconoce el fondo del asunto. Lo cierto es que el presidente del Gobierno reaccionó el jueves al anuncio de Artur Mas del único modo en que podía reaccionar, con un contundente “no se va a celebrar esa consulta" lo cual, por otra parte, saben de sobra los propios convocantes de la misma. ¿Podía haber ido más allá? Posiblemente, pero sería ingenuo por su parte desvelar los pasos que puede dar el Gobierno, aunque lo cierto es que a estas alturas el Gobierno tiene sobre la mesa todos los escenarios posibles, incluido el de la declaración unilateral de independencia, y las posibles respuestas a cada uno de ellos.

¿Podía Rajoy haber ido más allá en su respuesta? Posiblemente, pero sería ingenuo por su parte desvelar los pasos que puede dar el Gobierno

Es más, me consta también que todos y cada uno de los posibles pasos y todos y cada uno de los escenarios se han hablado y negociado ya entre el presidente del Gobierno y el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, y en este asunto al menos el Ejecutivo puede respirar tranquilo porque cuenta con el respaldo del PSOE, un respaldo que ha sido difícil de lograr porque el propio PSOE se encontró durante bastante tiempo con el escollo de un PSC perdido en la tormenta soberanista y sin saber muy bien a qué asidero agarrarse.

Pero la respuesta a Artur Mas y las fuerzas secesionistas solo puede venir de la unidad de los constitucionalistas, y en las horas siguientes al desafío al Estado de Derecho de la Generalitat se han producido algunos hechos dignos de tener en cuenta: el primero, la propia declaración de Rubalcaba acusando a Mas de haber llevado a Cataluña y a la sociedad catalana a un “callejón sin salida”, porque en efecto es así en la medida que se está tendiendo una trampa perversa a esa parte de la sociedad catalana que tiene todo el derecho del mundo a sentirse como quiera sentirse y que al final de este proceso se va a llevar una tremenda desilusión.

El segundo, la ‘desactivación’ mediante el pacto alcanzado entre las distintas fuerzas nacionalistas del único actor político que mantenía una cierta capacidad de interlocución con Madrid, Josep Antoni Durán i Lleida, sobre quien ya se hacen apuestas de cuándo será el día que deje definitivamente la política. Durán ha tenido la oportunidad en sus manos de convertir a Unió en un referente del nacionalismo moderado catalán, pero acabará engullido por ERC al igual que Convergencia al no haber sabido dar una respuesta contundente a los radicales.

Y el tercero, ese compromiso del PSOE enunciado por su portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez, de que la reforma que pide su partido en ningún caso pretende modificar el sujeto de la soberanía. ¿Qué significa todo esto? Pues que en los próximos meses, al mismo tiempo que se tejen los mecanismos de defensa de la unidad y de la Constitución españolas –y para la sociedad catalana no es lo mismo que el rechazo a la consulta venga solo del PP a que venga de la suma del PP y del PSOE–, se va a ir tejiendo también el compromiso al que han llegado Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba para abrir un escenario de reforma del Título VIII de la Constitución que permita cerrar definitivamente el modelo de descentralización que se pactó en el 78 y que ha venido sufriendo sucesivas modificaciones parciales a lo largo de estos treinta y cinco años de vida de la Carta Magna.

Mas se las vio venir y ha conseguido embaucar a Durán con una pregunta imposible que finalmente ha derrotado al líder de Unió

Obviamente, como ya he dicho en alguna que otra ocasión, eso será después de que se haya plantado cara al desafío soberanista, lo cual nos llevará a la próxima legislatura, sea quien sea quien gobierne España. Tanto Rajoy como Rubalcaba –el primero por boca de su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría–, han invitado a Durán i Lleida a sumarse a ese escenario. Y hubiera sido posible si la pregunta en lugar de ser kafkiana hubiese sido directa –¿quiere usted que Cataluña sea un estado independiente, sí o no?–, pero Mas se las vio venir y ha conseguido embaucar a Durán con una cuestión imposible que finalmente ha derrotado al líder de Unió.

Pero con Durán o sin él, Rajoy ha conseguido lo más importante para hacer frente al desafío: apoyo y unidad. Y sobre esa base ahora le toca jugar a lo que él sabe, a hacer política, y esa es la única manera de superar este bache sin que las consecuencias sean catastróficas. Por supuesto, habrá quienes le acusen de blando por no recurrir ya, mañana mismo, el artículo 155 de la Constitución, pero no hay consejo más malintencionado que el dado por tus propios enemigos y ese sería, definitivamente, el peor escenario para él, para el PP y, por supuesto, para el país.

El pasado septiembre, en un encuentro informal con un grupo de periodistas entre los que me encontraba, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, nos trasladó su impresión sobre lo que iba a pasar en los meses siguientes en Cataluña o, dicho de otra manera, nos desveló la que sería su hoja de ruta respecto de la deriva secesionista emprendida por Artur Mas de la mano de ERC. Rajoy ya tenía claro en aquel momento que a final de año se daría a conocer el contenido de la pregunta y la fecha de la consulta, y tenía claro también que la respuesta del Gobierno sería un no rotundo a la posibilidad de celebrar el referéndum.

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