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Vía libre para volver a ocupar el centro
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Vía libre para volver a ocupar el centro

Decía Adolfo Suárez que el centro es un lugar de “concordia y esperanza” y esa fue, probablemente, la gran aportación que el expresidente del Gobierno hizo

Decía Adolfo Suárez que el centro es un lugar de “concordia y esperanza” y esa fue, probablemente, la gran aportación que el expresidente del Gobierno hizo a la democracia española. Obviamente, el centro es algo más que eso, “es síntesis y no desierto, aproximación y no equidistancia, dinámica y no indefinición. Por eso el reformismo coincide con el centro. El centro es la reforma porque sólo el centro garantiza el equilibrio entre los que no quieren la reforma y los que tratan de destruirlo todo”, añadía Suárez.

En su momento, José María Aznar también entendió que sólo desde un espíritu reformista se podía ocupar ese espacio de centro en el que invariablemente se sitúa la inmensa mayoría de los españoles, y por eso en su primera legislatura baso su estrategia política en la reforma y en el consenso. Eso se acabó a los cuatro años, cuando la mayoría absoluta hizo que Aznar enseñara su lado más hostil -el mismo en el que sigue desde entonces-, y que el PP volviera a decantarse hacia sus sectores más conservadores.

Proximidad, esa era la clave en un partido que volvía a asumir el reto de conectar con la mayoría social, pero que seguía soportando por su derecha el lastre de una serie de personajes instalados en el inmovilismo, frente a los deseos de reforma que propugnaba el equipo de Rajoy

La primera legislatura de Zapatero fue especialmente provocadora en ese sentido, buscando la desorientación del PP con bastante éxito, pero eso cambió en la segunda después de aquel famoso Congreso de Valencia de 2008, en el que se libró una durísima batalla entre la derecha más dura del PP apoyada mediáticamente por Pedro Jota Ramírez y Jiménez Losantos, y ese nuevo PP que nacía de la mano de Rajoy y que encarnaban las figuras de Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, la primera portavoz parlamentaria y la segunda secretaria general del partido.

Pero no sólo ellas. Poco a poco se fueron abriendo camino en las altas esferas barones como Feijóo y Antonio Basagoiti, que mostraban un rostro mucho más amable y cercano a la inmensa mayoría de los españoles. Proximidad, esa era la clave en un partido que volvía a asumir el reto de conectar con la mayoría social, pero que seguía soportando por su derecha el lastre de una serie de personajes instalados en el inmovilismo, frente a los deseos de reforma que propugnaba el equipo de Rajoy.

Y, también, frente a los tiempos que marcaba el presidente, porque no hay que olvidar que el político gallego puede llegar a ser a veces exasperante en su actitud aparentemente reservada, pero que, sin embargo, ha dado lugar a dos años en los que se han aprobado más reformas que en las cuatro legislaturas precedentes, dos del PP y dos del PSOE.

Ahora el PP se enfrenta a una situación nueva y lo hace este fin de semana en una Convención en Valladolid de la que debe salir un nuevo impulso político en un momento que se caracteriza por un escenario de salida de la crisis y comienzo de la recuperación económica, pero en el que se dan cita esos dos elementos antagónicos citados por Suárez y que requieren la búsqueda del equilibrio: una derecha que se ha quitado la careta y que reniega de cualquier avance en el modelo reformista que permita avanzar en la mejora del sistema y en la recuperación de la convivencia, y una extrema izquierda que busca la ruptura absoluta con estas casi cuatro décadas de democracia.

Todos los movimientos que se han producido estas semanas, incluida la salida de Pedro J. Ramírez de la dirección de El Mundo por razones estrictamente empresariales, ayudan a dibujar un escenario político muy diferente del conocido hasta ahora, ya que el PP se empieza a desprender por fin del lastre de esa derecha más reaccionaria que sigue empeñada en no querer ver los cambios que se avecinan

Todos los movimientos que se han venido produciendo estas últimas semanas, incluido el más reciente de la salida de Pedro J. Ramírez de la dirección de El Mundo por razones estrictamente empresariales -nadie que conozca a Rajoy se cree que haya influido ni con una palabra en la decisión de los accionistas italianos de Unidad Editorial, salvo aquellos que ven conspiraciones detrás de cada esquina-, ayudan a dibujar un escenario político muy diferente del conocido hasta ahora, ya que el PP se empieza a desprender por fin del lastre de esa derecha más reaccionaria que sigue empeñada en no querer ver los cambios que se avecinan en el país.

Entre ellos el final del terrorismo y la necesidad de hacer frente a los tiempos nuevos con un discurso político diferente, la búsqueda del equilibrio entre la firmeza del cumplimiento de la ley y el diálogo para hacer frente a la amenaza secesionista en Cataluña, y la obligación de apuntalar la recuperación con reformas que dinamicen la economía y favorezcan el consumo de los hogares, es decir, bajando impuestos y controlando el gasto.

De aquella conspiración que de verdad se dio cita contra Rajoy en el año 2008 ya casi no queda nada, ni nadie. Los últimos en abandonar el barco, bien de manera definitiva o en búsqueda de un retiro digno, lo han hecho casi por la puerta de atrás y de muy malas maneras en algunos casos. Pero lo han hecho, y eso deja libre el camino a Rajoy para volver a encontrarse con una mayoría social que hoy le da la espalda por el desencanto de la crisis y los recortes, pero que sigue situándose en ese espacio político donde se dan cita la “concordia y la esperanza” que iluminaron en su día la gran apuesta política por el centro-reformismo de Adolfo Suárez.

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Decía Adolfo Suárez que el centro es un lugar de “concordia y esperanza” y esa fue, probablemente, la gran aportación que el expresidente del Gobierno hizo a la democracia española. Obviamente, el centro es algo más que eso, “es síntesis y no desierto, aproximación y no equidistancia, dinámica y no indefinición. Por eso el reformismo coincide con el centro. El centro es la reforma porque sólo el centro garantiza el equilibrio entre los que no quieren la reforma y los que tratan de destruirlo todo”, añadía Suárez.

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