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¿Voy a ser el único que no pida la dimisión de Ana Mato?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¿Voy a ser el único que no pida la dimisión de Ana Mato?

No me gustan los linchamientos públicos. Quizá porque los he sufrido, pero me parecen fruto de lo peor de la miseria humana. Y sin duda alguna,

Foto: La ministra de Sanidad, Ana Mato (AP)
La ministra de Sanidad, Ana Mato (AP)

No me gustan los linchamientos públicos. Quizá porque los he sufrido, pero me parecen fruto de lo peor de la miseria humana. Y, sin duda alguna, lo más despreciable es toda esa gente que se sube a la ola creyendo que así es más ‘guay’ para sus followers tuiteros que la/le aplauden por decir que Ana Mato es una inepta y que nunca tendría que haber sido ministra de Sanidad.

No soporto los linchamientos públicos, en ningún caso, pero sobre todo cuando además no tienen razón de ser y responden únicamente a la moda imperante de echar toda la mierda que somos capaces de acumular sobre la espalda del político de turno. Me repatean los linchamientos públicos porque se amparan en el anonimato de la masificación de las redes sociales, donde se puede decir cualquier barbaridad con la seguridad de que los borregos te harán la ola.

En un país en el que han sido ministras de Sanidad Carmen Chacón, cuyo único mérito en su currículum ha sido ser dependienta de El Corte Inglés y saludar por los pasillos a Isidoro Álvarez, y Leire Pajín, que ni siquiera tenía currículum que echarse a la boca, se pone en duda la capacidad de Ana Mato para ser ministra del ramo… ¿Por qué? Porque su exmarido guardaba en el garaje un Jaguar regalado por Correa y eso no se lo perdonan a su exmujer, a pesar de que todas las instancias judiciales habidas y por haber han dicho una y otra vez que ella no es responsable de los actos –sean o no delito– de un señor del que se separó por razones personales que tienen mucho, pero mucho, que ver con todo eso.

Pero da igual, la izquierda la tomó con ella desde el primer día y los paniaguados de la derecha que se acomplejan a la mínima de cambio se suman al carro para quedar bien.

Lo de menos es su gestión al frente del ministerio. Eso a nadie le importa, y los que predican su ineficacia no tienen ni puñetera idea de lo que se ha hecho en estos años de crisis en ese departamento precisamente para evitar que la sanidad pública sufriera más de lo necesario a consecuencia de los consabidos recortes. Y ahora llega una enfermera, se infecta con el virus del Ébola, y la consecuencia inmediata de este hecho desagradable y sumamente preocupante es pedir la dimisión de Ana Mato. Hay que joderse. ¿Por qué? No hago más que leer tuits de gente a la que suponía un mínimo de inteligencia emocional y algo de consistencia moral sumándose al hashtag #AnaMatoDimisión sin dar ni una sola explicación razonable del porqué, más allá de un conjunto de consabidas consignas propagandísticas y ninguna lógica objetiva.

Yo no dudo de que, si al final de toda esta crisis la ministra de Sanidad concluye que tiene que asumir alguna clase de responsabilidad política, lo vaya a hacer. Pero habrá que dejarle que gestione esta crisis porque para eso se la ha nombrado. ¿Qué sabemos? Nada, o casi nada. Y de lo poco que sabemos no parece que sea responsable directa Ana Mato. No fue a su despacho a donde llamó la enfermera contagiada para decir que tenía fiebre, sino al Carlos III, que la remitió al Hospital de Alcorcón. De ese hecho, que a todos nos resulta de lo más sorprendente, quien tiene que dar una explicación son los responsables del primer hospital por no haber actuado con la inmediatez que exigía la gravedad de caso.

Y al menos ayer, al escribir estas líneas, seguíamos sin saber cómo se había contagiado la auxiliar de enfermería y si hubo algún fallo en el protocolo de seguridad que recomienda la OMS, que se siguió al pie de la letra. ¿Se le pueden reprochar cosas? Sí, claro: yo no hubiera salido a dar una rueda de prensa para transmitir tranquilidad a la población con cara y ropa de funeral, pero también es comprensible el gesto dada la gravedad de la situación y, desde luego, no es para pedir su dimisión por ello. Otra cosa es que a toro pasado, y sabiendo como sabemos ahora que los dos misioneros infectados venían a España a morir, nos planteemos, como se planteó en su momento en este diario Ángel Viñas, si había que haberlos repatriado…

Pero incluso si llegáramos a la conclusión de que no, esa fue una decisión compartida, tanto dentro como fuera del Gobierno. Incluso desde el PSOE se apoyó y se exigió que el coste del traslado lo asumiera el Estado; luego, puestos a dimitir, también deberían dimitir unos cuantos políticos de la oposición y muchos tuiteros que hoy piden la cabeza de Ana Mato pero entonces no dudaban de la urgencia de esa decisión.

Algunos/as deberían hacer un poco de memoria sobre lo que dijeron hace dos meses. Yo también lo defendí, y lo sigo defendiendo… Pero yo no pido la dimisión de Ana Mato, aunque sea el único que no lo haga, quizás porque me gusta ser políticamente incorrecto.

No me gustan los linchamientos públicos. Quizá porque los he sufrido, pero me parecen fruto de lo peor de la miseria humana. Y, sin duda alguna, lo más despreciable es toda esa gente que se sube a la ola creyendo que así es más ‘guay’ para sus followers tuiteros que la/le aplauden por decir que Ana Mato es una inepta y que nunca tendría que haber sido ministra de Sanidad.

Ministerio de Sanidad