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El PP, empeñado en suicidarse
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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El PP, empeñado en suicidarse

Rajoy parece empeñado en convencerse a sí mismo y a los demás de que la salida de la crisis es motivo suficiente para que los ciudadanos vuelvan a confiar en su partido, pero se equivoca

Foto: La reunión de la Junta Directiva Nacional del PP celebrada en Madrid el 7 de marzo de 2015. (EFE)
La reunión de la Junta Directiva Nacional del PP celebrada en Madrid el 7 de marzo de 2015. (EFE)

No hay nada mejor para tener una percepción lo más acertada posible de la realidad que escaparse unos días de la burbuja informativa que es Madrid y pulsar la opinión de la calle en otros lugares de España. Yo lo he hecho estos días de Semana Santa y la respuesta al estado de ánimo que he percibido en la militancia del PP y en sus dirigentes políticos intermedios –esos que no están en la primera fila pero, por el contrario, están todo el día al piede la calle–no era, ni mucho menos, la que se dio este martes en la reunión de la Junta Directiva Nacional del PP.

Mariano Rajoy hizo bueno ayer martes el principal consejo del asesor Pedro Arriola en campaña electoral: no hacer nada para evitar equivocarse. Eso está muy bien cuando las encuestas dicen que un partido va a barrer, pero, cuando los sondeos anuncian una debacle, no hacer nada es el peor de todos los errores, y justo lo contrario de lo que demandan las bases y la militancia del PP.

La semana pasada dirigentes muy cualificados del Partido Popular me aseguraban que Mariano Rajoy había comprendido la urgencia de tomar decisiones después del desastre de las elecciones en Andalucía, y que como consecuencia de esta toma de conciencia en los próximos días anunciaría una crisis de Gobierno, porque “es evidente que el Gobierno actual lejos de sumar, resta”, añadían. Pues bien, el propio Rajoy se ha encargado de dejar claro que este Gobierno va a seguir hasta el último día tocando la misma serenata que tocaba la orquesta del Titanic mientras el barco se hundía sin remedio.

Cuando los sondeos anuncian una debacle, no hacer nada es el peor de todos los errores

Rajoy es presidente del Gobierno, elegido por los ciudadanos –bueno, realmente por el Congreso–en unas elecciones, y él tiene la autoridadsuficiente para llamar a esos ministros que todos tenemos en la cabeza, agradecerles los servicios prestados y decirles que para ganar las elecciones, sin embargo, necesita prescindir de ellos. Y nadie podría decirle nada, salvo aplaudirle, pero no lo va a hacer.

Del mismo modo que más allá del bochorno que le pueda producir la corrupción habríatenido muy fácil articular una denuncia mucho más contundente y hacer un examen de conciencia en serio sobre los errores cometidos, pero decir que el PP se siente abochornado es como no decir nada o decir muy poco. Y hacer, cero. Sobre todo cuando al mismo tiempo que reconoce el abochornamiento tiene sentado a su izquierda al hombre que sale en todas las fotos con Luis Bárcenas y que se ha convertido en uno de los ejemplos más evidentes y cancerígenos de la profesionalización de la política: Javier Arenas.

Rajoy parece empeñado en convencerse a sí mismo y a los demás de que la salida de la crisis es motivo suficiente para que los ciudadanos vuelvan a confiar en su partido, pero se equivoca y, lo que es peor, nadie a su alrededor se lo dice. Es verdad que hay una recuperación del consumo, que estos días atrás se han triplicado las salidas de vacaciones y que las terrazas y restaurantes estaban llenos… Pero nada de todo eso va a hacer cambiar a la gente de opinión y, lo que es peor –para el PP–, las encuestas se están cumpliendo y a este paso España va a conseguir ser un país italianizado e ingobernable.

El problema de credibilidad y de confianza, de pérdida de ambas cosas, que tiene el PP no se arregla con discursos, por buenos que estos sean, sino con hechos, y al PP y a su presidente les queda poco tiempo, por no decir nada, para reaccionar. Rajoy tiene que dar un puñetazo en la mesa, no exclusivamente ante los micrófonos de Radio Nacional, sino de verdad, y demostrar que no solo gobierna, sino que, además, manda.

El problema de credibilidad que tiene el PP no se arregla con discursos, sino con hechos 

Si no lo hace, arreciarán las conspiraciones contra él después del 24 de mayo si el PP pierde Madrid y Valencia –entiéndase por perder, no gobernar–, y ese será el peor de todos los escenarios porque, a pesar de todo, sigue siendo uno de los pocos dirigentes políticos con suficiente visión y sentido de Estado como para afrontar un escenario de fragmentación política como el que se avecina y establecer los necesarios cauces de diálogo que den pie a la estabilidad.

No, yo no voy a entrar en el juego –interesado en exceso y cargado de rencorosos personalismos–de cuestionar su capacidad, porque creo que tiene la suficiente. Lo que también creo es que solo con capacidad no va a superar el desgaste, y necesita también poner encima de la mesa un par de bemoles.

No hay nada mejor para tener una percepción lo más acertada posible de la realidad que escaparse unos días de la burbuja informativa que es Madrid y pulsar la opinión de la calle en otros lugares de España. Yo lo he hecho estos días de Semana Santa y la respuesta al estado de ánimo que he percibido en la militancia del PP y en sus dirigentes políticos intermedios –esos que no están en la primera fila pero, por el contrario, están todo el día al piede la calle–no era, ni mucho menos, la que se dio este martes en la reunión de la Junta Directiva Nacional del PP.

Mariano Rajoy