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Esto es lo que nos espera y no estamos preparados para ello
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Esto es lo que nos espera y no estamos preparados para ello

Los niños que decapitan osos de peluche en los videos promocionales del Estado Islámico vendrán mañana aquí a buscarnos a nosotros para degollarnos con sus manos si no le ponemos remedio

En el vídeo se ve una habitación bastante triste, presidida por una bandera negra del Estado Islámico, a cuyos pies yace un oso blanco de peluche... Uno de esos osos blancos que cualquier niño de cualquier parte del mundo utilizaría para dormir abrazado a él. No es el caso, pues inmediatamente irrumpe en la habitación un pequeño de no más de tres años, ataviado con ropa pseudomilitar y un enorme cuchillo en su mano. Agarra al oso de peluche por la cabeza con su mano izquierda mientras con la otra emplea el enorme cuchillo para degollarlo, mientras su padre que graba la escena exclama alabanzas a Alá. No sé si lo han visto.

Yo sí, y lo tuiteé el otro día y después se hizo eco el diario El Mundo, aunque creo que ha desaparecido ya de las redes sociales. En cualquier caso, el vídeo es estremecedor, absolutamente estremecedor. Como casi todo lo que rodea a esta organización terrorista que se caracteriza por la infinita crueldad de sus actos, pero que no deja de reclutar entusiastas seguidores por todo el mundo, demostrando lo bajo que puede llegar a caer la naturaleza humana, capaz de las mayores violaciones de los derechos del hombre.

Y estos fanáticos están ahí, a la vuelta de la esquina, esperando la oportunidad de entrar en nuestras vidas y segarlas con su odio, mientras nosotros miramos para otro lado convencidos de que lo que está pasando en Siria, en Irak, en Líbano, en Turquía, está lejos y nunca llegará a nuestras ciudades. ¡Qué equivocados estamos! Están tan cerca que pueden tocarnos con sus manos... Es más, de hecho están aquí, reclutando adeptos entre nuestra propia gente -son ya más de cien los españoles que se han ido a luchar y a morir en el nombre del Estado Islámico-, y cualquier día de estos el niño del video será un niño español, nacido aquí y criado aquí, pero educado por alguno de estos salvajes.

Estos fanáticos están a la vuelta de la esquina, esperando la oportunidad de segar nuestras vidas con su odio, mientras nosotros miramos para otro lado

Por ahora actúan con poco orden y sin mucho concierto, casi por iniciativa propia, pero lo ocurrido en Francia debería alertarnos sobre lo cerca que estamos de vivir algo parecido y sin que haya marines en un tren que eviten la masacre. No hablamos del 11-M, que fue un atentado preparado y decidido a conciencia durante meses... El peligro está en toda esa gente que vive entre nosotros y que de pronto, un día, como activados como un resorte, se convierten en asesinos masivos y sin temor a morir en su acción. Europa no puede seguir absorta a todo lo que está ocurriendo, como si nada de todo esto tuviera que ver con nosotros.

La presión migratoria que está provocando la guerra desatada por el Estado Islámico es brutal, y tampoco podemos dejar abandonados a todos esos desplazados que huyen de la masacre y del martirio. Europa tendría que plantearse ya una vía de solución al éxodo provocado por la guerra, y, al mismo tiempo, tomarse en serio la amenaza del IS y empezar a poner en marcha un plan de defensa que por ahora no existe. Esos niños que decapitan osos de peluche en los videos promocionales del IS mañana vendrán aquí a buscarnos a nosotros para degollarnos con sus manos por la simple y fanática razón de que no somos como ellos.

En el vídeo se ve una habitación bastante triste, presidida por una bandera negra del Estado Islámico, a cuyos pies yace un oso blanco de peluche... Uno de esos osos blancos que cualquier niño de cualquier parte del mundo utilizaría para dormir abrazado a él. No es el caso, pues inmediatamente irrumpe en la habitación un pequeño de no más de tres años, ataviado con ropa pseudomilitar y un enorme cuchillo en su mano. Agarra al oso de peluche por la cabeza con su mano izquierda mientras con la otra emplea el enorme cuchillo para degollarlo, mientras su padre que graba la escena exclama alabanzas a Alá. No sé si lo han visto.