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Sexo, comisiones y extorsión: las cintas que sobrecogen al PP
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Federico Quevedo

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Sexo, comisiones y extorsión: las cintas que sobrecogen al PP

En la Comunidad Valenciana, no queda casi un político del PP libre de sospecha. La propia Isabel Bonig está cuestionada, y qué decir de su número dos y presidente del PPV, Vicente Betoret

Foto: La exalcaldesa de Valencia Rita Bárbera. (Ilustración: Raúl Arias)
La exalcaldesa de Valencia Rita Bárbera. (Ilustración: Raúl Arias)

"Lo peor está por llegar", me decía esta semana un alto cargo del Gobierno. Lo peor, claro, tiene mucho que ver con la corrupción que en las últimas semanas se ha instalado en el PP como si se tratara de una enfermedad crónica. Y es que, en cierto modo, lo es. Más allá de que sea cierta la impresión de que alguien parece estar utilizando a conciencia los casos que están apareciendo para dañar la imagen del Partido Popular, la realidad es que detrás de esas supuesta intencionalidad existe la contrastada apariencia de una trama organizada para delinquir, al menos en Valencia y en Madrid.

Solo un par de días después de sorprender a todos con su abandono de la Presidencia del PP de Madrid, las noticias que han ido apareciendo daban sentido a la decisión tomada por Esperanza Aguirre y, sobre todo, explicaban el trasfondo de la dimisión 'top secret' de Ignacio González: no había un centímetro de área de gobierno y de partido bajo el mandato de ambos que se haya escapado a la corrupción. Pero, al menos, en Madrid la dirección nacional del PP ha actuado con la presteza y la diligencia que el caso merece, situando al frente de la gestora a la única persona que hoy ofrece la suficiente credibilidad e imagen de limpieza que requieren los militantes y simpatizantes de ese partido: Cristina Cifuentes.

No ha sido así, sin embargo, en lo que se refiere a Valencia. Si mis fuentes no se equivocan, en las próximas semanas el juez tiene la intención de reactivar el caso Taula, que supuso el desmantelamiento de toda una red organizada de extorsión supuestamente bajo el control del expresidente de la Diputación de Valencia Alfonso Rus. El juez dejó en suspenso el resto de la operación cuando se encontró con el asunto del blanqueo de dinero del Ayuntamiento de Valencia, que en términos económicos era un tema de menor cuantía, pero, sin embargo, en términos políticos aparecía como un asunto de caza mayor, al afectar directamente a la exalcaldesa Rita Barberá, cuyo peso político es infinitamente superior al de Rus.

Se reparten comisiones fruto de la extorsión a las empresas e, incluso, se citan en prostíbulos de lujo para celebrar el fruto de sus andanzas

Pero la intención del juez es continuar con el caso Taula, que además tiene en su punto de mira a un buen número de alcaldes de la provincia de Valencia con los que Rus habría tejido, presuntamente, una tupida red de extorsión a empresarios. Así aparece en cintas de audio y vídeo que pueden ver la luz en las próximas semanas, y en las que los protagonistas de las mismas se reparten comisiones fruto de la extorsión a las empresas e, incluso, se citan en prostíbulos de lujo para celebrar el fruto de sus andanzas. Sexo y dinero, siempre en la misma onda de la delincuencia política.

Y luego se preguntarán en el PP por qué la gente deja de votarles. Nadie se explica que después de conocerse los hechos desde Madrid no se hubiera instado a la disolución de las direcciones regional y provinciales del partido, y haber puesto sus estructuras en manos de gestoras convenientemente supervisadas y controladas por Génova 13. En la Comunidad Valenciana, no queda casi un político del PP libre de sospecha. La propia Isabel Bonig está cuestionada, y qué decir de su número dos y presidente del PP de Valencia, Vicente Betoret, que durante 12 años fue la mano derecha de Alfonso Rus en la diputación. Aunque solo sea por higiene, nadie que haya permanecido a menos de 100 kilómetros de Rus debería seguir manteniendo cargo alguno en el partido, al menos hasta que se despeje cualquier tipo de duda.

Han tomado la decisión de abandonar al partido al que han votado toda su vida, hastiados y cabreados con unos dirigentes que "nos están tomando el pelo"

El problema es que en Valencia queda poco donde rascar para encontrar algún resquicio de honestidad. La exigencia de Isabel Bonig de celebrar un congreso extraordinario solo tiene una lectura: fortalecerse ella misma, que ha sido incapaz de ver más allá de su propia incompetencia. Debería tenerlo en cuenta el vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez Maillo, que este viernes acude al comité ejecutivo del PP valenciano, supuestamente para llevar noticias sobre ese congreso, cuando lo que debería hacer es llevar allí la orden de cese de toda la dirección del partido, pero en Madrid no han sabido gestionar la crisis del PPV y eso les va a pasar una factura imprevisible.

Es increíble que sabiendo como saben en el PP que la corrupción les ha hecho infinitamente más daño que los recortes y que cualquier otra cosa, hayan sido y sigan siendo tan rematadamente torpes a la hora de enfrentarse a ella y de tomar las decisiones necesarias. Génova está KO, y el Gobierno está KO, como lo está su presidente. Se han sumido en una especie de resignado letargo, sobrecogidos por el miedo a lo que vendrá, mientras sus votantes y su militancia no entienden nada de lo que está pasando y empiezan a poner tierra por medio. Estos días he hablado con mucha gente, con mucha gente que ha votado al PP hasta el último momento -las pasadas elecciones del 20-D-, y que hoy han tomado la decisión de abandonar al partido al que han votado toda su vida, hastiados, cansados y cabreados con unos dirigentes de los que lo mínimo que dicen es que "nos están tomando el pelo".

"Lo peor está por llegar", me decía esta semana un alto cargo del Gobierno. Lo peor, claro, tiene mucho que ver con la corrupción que en las últimas semanas se ha instalado en el PP como si se tratara de una enfermedad crónica. Y es que, en cierto modo, lo es. Más allá de que sea cierta la impresión de que alguien parece estar utilizando a conciencia los casos que están apareciendo para dañar la imagen del Partido Popular, la realidad es que detrás de esas supuesta intencionalidad existe la contrastada apariencia de una trama organizada para delinquir, al menos en Valencia y en Madrid.

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