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Y de repente Rajoy ha descubierto que necesita a Ciudadanos
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Federico Quevedo

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Y de repente Rajoy ha descubierto que necesita a Ciudadanos

Albert Rivera ha cometido sus errores, empezando por un pacto con el PSOE que demostraba muy buena voluntad, pero que le ató a una estrategia de veto al PP

Foto: Rajoy necesita ahora a Ciudadanos para formar Gobierno. (EFE)
Rajoy necesita ahora a Ciudadanos para formar Gobierno. (EFE)

El Partido Popular ha pasado de la euforia –hasta cierto punto comprensible- de la primera semana tras las elecciones, a la ducha fría de realismo de la segunda. Y en ese tránsito ha perdido 15 días preciosos que podía haber aprovechado para sentarse a negociar con el único partido con el que puede sentarse a negociar, pero en lugar de eso decidió tirar ese tiempo a la basura sobre la base de la supuesta irrelevancia de ese partido cuyos 32 escaños el PP despreciaba porque su único objetivo era conseguir la abstención del PSOE.

Y de repente, al final de la semana, cuando se hizo evidente que la hoja de ruta según la cual Rajoy iba a ser presidente porque sí estaba muy lejos de la realidad, el presidente descubrió que necesitaba a Ciudadanos, llamó a Albert Rivera y quedaron para verse el martes próximo por la mañana. Es verdad que el PP ganó las elecciones; que es el único partido que subió en votos y escaños a pesar de la menor participación, mientras todos los demás los perdían; que la diferencia con el segundo es de más de 50 escaños; que a diferencia de lo que ocurrió tras el 20D la única opción de Gobierno pasa por el PP, o de lo contrario iremos de nuevo a unas terceras elecciones

Todo eso es cierto, pero también lo es que con 137 escaños el PP sigue teniendo la minoría mayoritaria más exigua de toda la democracia y que el problema es el mismo que hace unos meses con 123 escaños: necesita sumar. Pero sigue perdiendo el tiempo. Rajoy ha hecho bien en hablar con todos, es un buen gesto por su parte, pero lo urgente era convocar una mesa de negociación con el único partido con el que puede alcanzar alguna clase de acuerdo, y al que ha venido ninguneando y despreciando desde hace meses.

El PP ha actuado con Ciudadanos como Goliat contra David, y esta vez no ha ganado David

Sin duda Albert Rivera ha cometido sus errores, empezando por un pacto con el PSOE que demostraba muy buena voluntad, pero que le ató a una estrategia de veto al PP que le ha costado unos cuantos votos en las elecciones del 26J, al igual que el ‘no’ rotundo a Rajoy que puede ser muy comprensible pero ha sido muy poco eficaz desde el punto de vista político. Pero tan poco democrático ha sido ese veto -parece que ya levantado- a Rajoy, como lo ha sido tachar de ‘votos-basura’ los dirigidos a la formación naranja. El PP ha actuado con Ciudadanos como Goliat contra David, y esta vez no ha ganado David.

Y aunque sigue habiendo puentes tendidos entre ambas formaciones, va a ser difícil que se consiga llegar a un acuerdo de gobierno que de estabilidad a la legislatura. La voluntad de Ciudadanos es, en principio, pasar a la oposición y, desde ahí, condicionar la labor de gobierno. Eso puede significar incluso un voto afirmativo en la sesión de investidura si es necesario para que ésta salga adelante, aunque el partido naranja se sentiría más cómodo con la abstención, pero cualquier decisión en ese sentido tendrá mucho que ver con lo que finalmente decida un PSOE dividido y sin rumbo.

¿Habrá Gobierno? Seguramente si. El riesgo de unas terceras elecciones es excesivamente alto para todos los actores implicados en este drama

Y, a partir de ahí, caminar pacto a pacto, acuerdo tras acuerdo, obligando al PP a apoyar reformas que de verdad impliquen un cambio, una transformación de la vida política de este país. Si Rajoy quiere atraer a Rivera a un compromiso más firme, debería empezar por aceptar esas 200 medidas que fueron parte del pacto del C’s y el PSOE y de esa manera, además, pondría a los socialistas en una posición mucho más difícil: ¿cómo negarse a apoyar, o al menos a permitir con la abstención, un pacto firmado por ellos mismos? Y si además se atreviera a ir más allá, a plantear un programa ambicioso de regeneración de la vida política, de reforma de la Constitución, de acuerdos esenciales en materia electoral, educación, etcétera, probablemente complicaría aún más la posiciones de otros.

Pero después de quince días no hemos visto nada de todo eso. ¿Habrá Gobierno? Seguramente sí. El riesgo de unas terceras elecciones es excesivamente alto para todos los actores implicados en este drama que estamos viviendo, incluido el PP porque aunque todo hace pensar que en otras elecciones obtendría todavía un resultado mejor, tampoco hay nada que garantice que eso vaya a ser así. Luego lo más lógico es que al final se permita al PP gobernar, aunque sea en minoría, lo cual va a obligar a un ejercicio constante de diálogo. Eso no es malo, aunque puede ser breve. Pero la puerta para lograr algo mejor la cerró el PP el día que decidió ponerle la proa a Ciudadanos.

El Partido Popular ha pasado de la euforia –hasta cierto punto comprensible- de la primera semana tras las elecciones, a la ducha fría de realismo de la segunda. Y en ese tránsito ha perdido 15 días preciosos que podía haber aprovechado para sentarse a negociar con el único partido con el que puede sentarse a negociar, pero en lugar de eso decidió tirar ese tiempo a la basura sobre la base de la supuesta irrelevancia de ese partido cuyos 32 escaños el PP despreciaba porque su único objetivo era conseguir la abstención del PSOE.

Mariano Rajoy Ciudadanos