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Un refugio de canallas y cobardes que hay que regular
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Un refugio de canallas y cobardes que hay que regular

Las redes sociales no pueden convertirse en un salón del 'far west' donde cualquiera puede insultar o amenazar de forma gratuita y anónima. Urge una regulación al respecto

Foto: Gabriel Rufián, durante un mitin de la pasada campaña electoral. (EFE)
Gabriel Rufián, durante un mitin de la pasada campaña electoral. (EFE)

El próximo mes de octubre tengo un juicio. A saber, yo soy el denunciante, y el denunciado un tipo que a raíz de un 'post' mío en este periódico dedicado a Gabriel Rufián y que no debió de gustarle mucho, decidió amenazarme en mi cuenta de Twitter con pegarme un tiro en la frente. Podía haberme quedado en casa y no hacer nada, pero eso es lo que esperan todos los canallas que inundan las redes sociales de insultos y amenazas que hagamos los destinatarios de su violencia. Y opté por lo que me pareció más civilizado: ir a la comisaría de policía y poner una denuncia. Hecho. Ya está y en octubre el juez decidirá lo que tenga que decidir, pero no podía permitir que se sintiera impune para seguir amenazando a quien le diera la gana.

Si mucha más gente hiciera lo mismo, a lo mejor conseguiríamos una convivencia mucho más sana en las redes sociales. Por eso me alegro de que se hayan llevado adelante denuncias contra todos aquellos que en Twitter y en Facebook mostraron su odio hacia el torero Víctor Barrio alegrándose de su muerte. Yo no soy taurino, no me gustan las corridas de toros… Pero me avergüenza profundamente y me repugna que haya gente que anteponga la vida de un animal a la de un ser humano. Esa gente lleva su fanatismo hasta el extremo de ser capaces de matar a sus semejantes sin que se les caiga un pelo de la cabeza. Se alimentan del odio y el problema es que el odio es un sentimiento humano cuyo destinatario es otro ser humano, nunca un animal, y de ahí esa confusión antinatura que les lleva a desear la muerte de quienes no piensan como ellos.

"Resulta repugnante que haya gente que anteponga la vida de un animal a la de un ser humano y que, además, le insulte en el momento de su muerte"

Las redes están llenas de fanáticos, de psicópatas que se amparan en el pseudoanonimato y la impunidad que ofrecen estos espacios de relación humana para aflorar la maldad más absoluta. El viernes, cuando el mundo lloraba a las víctimas del atentado de Niza, de casualidad di con un perfil de Twitter de un tipo -no lo voy a reproducir aquí por respeto a mis lectores-, que se reía de ellas y hacía bromas muy desagradables… Se me ocurrió entrar en el perfil, y entonces encontré decenas de tuits con el 'hashtag' #GolpeaAUnaMujer en los que el susodicho y otros cuantos fanáticos como él defendían la violencia de género como método de supremacía masculina. No era un grupo pequeño. Eran muchos los que se sumaban a ese 'hashtag' con tuits infames y terribles.

Me asusté, para qué voy a engañarles. Sus perfiles daban miedo. Mucho miedo. Pero me llevó a una reflexión que ya hemos hecho muchas veces y en la que habrá que seguir insistiendo hasta que se haga algo: es necesario regular el uso de las redes sociales, hay que tipificar los delitos que ahí se cometen, y es necesario mantener un estricto control de los perfiles que se abren en las mismas. Una parte de todo esto corresponde a las autoridades públicas, obviamente. A estas alturas, y cuando las redes sociales forman ya parte de nuestra vida cotidiana hasta el punto de que casi no podemos subsistir sin ellas, no tiene sentido que los poderes públicos no hayan elaborado normas estrictas que penalicen determinados comportamientos.

"Debería haber un acotamiento específico de los delitos de amenazas, calumnias e insultos en las redes sociales por la especial singularidad de estas"

Ahora mismo se regulan con leyes generales, con un Código Penal que no incluye los delitos específicos cometidos en las redes sociales, sino que se someten a esos otros de incitación al odio, injurias, amenazas que igual se pueden cometer en las redes sociales como en un bar. Debería haber un acotamiento específico de esos delitos en las redes sociales por la especial singularidad de estas. Pero tampoco eso sería suficiente. Es necesario que los propios administradores de las redes sociales empiecen a poner coto a determinados comportamientos.

No puede ser que circule libremente por Twitter un 'hashtag' que sea #GolpeaAUnaMujer sin que la propia red social lo detenga. O que el mismo animal que pone eso cuelgue la foto de un niño o niña asesinado en el atentado de Niza con una muñeca al lado suyo -una imagen que se ha hecho viral estos días en las redes- y el muy canalla tuitee #prayformuñeca. No, hasta aquí hemos llegado, se ha sobrepasado el límite de lo tolerable, y hay que empezar a tomar decisiones. Y sí, háganlo en caliente, señores legisladores, porque en frío se les olvida como ocurre casi siempre…

El próximo mes de octubre tengo un juicio. A saber, yo soy el denunciante, y el denunciado un tipo que a raíz de un 'post' mío en este periódico dedicado a Gabriel Rufián y que no debió de gustarle mucho, decidió amenazarme en mi cuenta de Twitter con pegarme un tiro en la frente. Podía haberme quedado en casa y no hacer nada, pero eso es lo que esperan todos los canallas que inundan las redes sociales de insultos y amenazas que hagamos los destinatarios de su violencia. Y opté por lo que me pareció más civilizado: ir a la comisaría de policía y poner una denuncia. Hecho. Ya está y en octubre el juez decidirá lo que tenga que decidir, pero no podía permitir que se sintiera impune para seguir amenazando a quien le diera la gana.

Gabriel Rufián Insultos