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¿Por qué nos hemos equivocado todos?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¿Por qué nos hemos equivocado todos?

Me disgusta que la victoria de Trump, pero tenemos que empezar a pensar en lo que hemos hecho mal para que alguien así haya podido llegar a ser presidente de los Estados Unidos, con lo que eso implica

Foto: Seguidores del futuro presidente norteamericano a las puertas de la Trump Tower, en Nueva York. (Reuters)
Seguidores del futuro presidente norteamericano a las puertas de la Trump Tower, en Nueva York. (Reuters)

Hace unos meses, el pasado junio, tras el referéndum del Brexit en Gran Bretaña, escribí un 'post' titulado 'La venganza de la clase media' en cuyo primer párrafo decía lo siguiente: “Cometeríamos un inmenso error si aisláramos lo que ha pasado en Gran Bretaña de lo que está pasando en otros países de Europa –la ‘casi’ victoria de la extrema derecha en Austria, el ascenso imparable de Marie Le Pen en Francia, el avance de los neonazis en Alemania, la victoria del partido Cinco Estrellas en Roma…–, en Estados Unidos, donde estoy convencido de que el próximo otoño ganará la elecciones Donald Trump, o en España, donde este domingo nos jugamos muchas cosas y, como escribí hace unos días, es mucho más que probable que nos llevemos la sorpresa de una victoria electoral de Unidos Podemos”.

Me equivoqué en lo último. También me he equivocado estas semanas uniéndome a la corriente mayoritaria que daba por segura la victoria de Hillary Clinton, y que incluso aseguraba que iba a arrasar en las elecciones norteamericanas. Aquel análisis era el acertado, como se ha demostrado después. Esto es lo que no hemos sabido ver, porque los medios de comunicación en Europa y en Estados Unidos seguimos analizando la actualidad bajo el prisma de la vieja política, sin darnos cuenta de que el rechazo popular a esa vieja política es generalizado.

¿Por qué, entonces, no triunfó el populismo en España y Podemos no ganó las elecciones? Pues simplemente porque Pablo Iglesias no supo entender que para ser un partido mayoritario tenía que caer bien a las clases medias y optó por dirigirse exclusivamente a un electorado de extrema izquierda. Eso es lo que no ha pasado en Estados Unidos con Donald Trump, que ha conseguido ilusionar incluso a los votantes tradicionalmente entregados a la causa demócrata, como los hispanos. Y eso a pesar de sus brotes xenófobos.

O las mujeres, a pesar también de sus comentarios machistas. ¿Por qué? Pues básicamente porque la clase media está harta de corrupción, de amiguismo, de enchufismo, de políticos profesionales, de recortes, de crisis, de falta de valores… Ha sido un voto contra el sistema, y eso es lo que es lo que representaba el candidato republicano para esas clases medias sumidas en el desencanto. Mientras que Hillary, por su parte, representaba precisamente todo lo malo de la vieja política y ha pesado mucho más el rechazo a todo lo que ella significaba que la incertidumbre que puede generar Donald Trump.

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Y Trump ha ganado contra todos. Principalmente contra las élites que apoyaban sin fisuras la candidatura de Clinton. No había un medio de comunicación en Estados Unidos, y ya no digamos en Europa, que apostara por él. Al contrario, estábamos todos entregados a la causa de la defensa del sistema personificado en una de las mujeres más odiadas en toda América… "Más vale lo malo conocido" parecía ser el lema que unía a izquierdas y derechas a uno y otro lado del Atlántico contra el impetuoso, desagradable y hortera empresario norteamericano.

Pero nosotros no vivimos allí. Nos guiamos por las opiniones de expertos reconocidísimos en los medios internacionales, todos ellos con inmensos despachos en la Gran Manzana, mientras la clase media norteamericana se preparaba para hacernos la pedorreta: “Ahí os quedáis con vuestro sistema corrupto y carcomido”, nos han dicho. Y necesariamente tendremos que hacer un ejercicio de reflexión, de autocrítica.

placeholder Partidarios de Donald Trump en Phoenix, Arizona. (Reuters)
Partidarios de Donald Trump en Phoenix, Arizona. (Reuters)

En España no somos ajenos a ese malestar de las clases medias. Que en las últimas elecciones los ciudadanos hayan votado al PP tapándose la nariz no quiere decir que no tengan el mismo grado de malestar. Lo que ocurre es que aquí nadie fue capaz de capitalizar realmente ese descontento que se diluyó en la fragmentación del voto, beneficiando al único partido que conseguía una cierta fidelidad de su electorado.

Pero si no prestamos atención a lo que está pasando, si los periodistas y los medios de comunicación no atendemos a la realidad y nos seguimos dejando llevar por una visión equivocada atrapada en el 'establishment', la gente nos seguirá dando la espalda, y cada vez tendremos menos influencia, como se ha demostrado en las elecciones norteamericanas. A mí no me gusta que haya ganado Trump, como a casi nadie… Pero tendremos que empezar a pensar en lo que hemos hecho mal para que alguien como él haya podido llegar a ser presidente de los Estados Unidos, con lo que eso significa, no solo para ellos, sino también para nosotros.

Hace unos meses, el pasado junio, tras el referéndum del Brexit en Gran Bretaña, escribí un 'post' titulado 'La venganza de la clase media' en cuyo primer párrafo decía lo siguiente: “Cometeríamos un inmenso error si aisláramos lo que ha pasado en Gran Bretaña de lo que está pasando en otros países de Europa –la ‘casi’ victoria de la extrema derecha en Austria, el ascenso imparable de Marie Le Pen en Francia, el avance de los neonazis en Alemania, la victoria del partido Cinco Estrellas en Roma…–, en Estados Unidos, donde estoy convencido de que el próximo otoño ganará la elecciones Donald Trump, o en España, donde este domingo nos jugamos muchas cosas y, como escribí hace unos días, es mucho más que probable que nos llevemos la sorpresa de una victoria electoral de Unidos Podemos”.

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