Es noticia
El año en que Rajoy bajó a los infiernos y subió a los cielos
  1. España
  2. Dos Palabras
Federico Quevedo

Dos Palabras

Por

El año en que Rajoy bajó a los infiernos y subió a los cielos

Con lo que no contaba nadie, salvo quizás el propio Rajoy, es que los errores de los demás iban a alcanzar la categoría de garrafales y eso minimizaba el efecto negativo de la inmovilidad marianista

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

Permítanme comenzar pidiéndoles un mínimo de imparcialidad, que no de objetividad porque no existe, a la hora de leer estas líneas. Sé que pedirles esto a algunos es un imposible, pero allá ellos, que sigan ahogándose en su propia toxicidad. Al resto, a los que incluso desde la crítica discrepante son capaces de utilizar más de dos dedos de frente, insisto en pedirles esta sensata imparcialidad. ¿Por qué? Pues básicamente porque está muy lejos de mi intención escribir un post laudatorio sobre Mariano Rajoy, simplemente intento acercarme lo más posible a unos hechos que a lo largo de doce meses le han llevado del infierno al cielo, y analizarlos lo menos subjetivamente posible teniendo en cuenta que toda opinión lo es.

Yo he sido especialmente crítico con Mariano Rajoy en estos doce meses, sobre todo en aquellos que condujeron a las elecciones de junio, y cualquiera que haya leído de verdad mis artículos lo sabe, como lo saben en el entorno del propio Rajoy y así me va… Pero para mí es vital la independencia y la libertad, aunque algunos/as no lo entiendan, y para poder gozar de ellas es necesario no deberle nada a nadie, de lo cual me vanaglorio. Por eso, cuando el 20 de diciembre de 2015 el PP ganaba por la mínima unas elecciones en las que perdía cuatro millones de votos y 63 escaños, fui de los primeros que dije que Mariano Rajoy se tenía que ir.

La factura del boicot político la pagó la izquierda, y los electores le volvieron a dar un voto de confianza al PP que mejoraba en votos, aunque sin mayoría absoluta

Pongámonos en situación, porque obviamente ni él ni nadie sabían todo lo que iba a pasar después. Pero lo cierto es que en esas semanas que siguieron a unas elecciones que lo pusieron todo patas arriba, la estrella de Rajoy amenazaba con apagarse lentamente. Los casos de corrupción y la incapacidad que demostró para moverse en el nuevo escenario sólo contribuyeron a acrecentar la idea de que Rajoy era un líder acabado, que no servia para administrar el tiempo que se había puesto en marcha. Mariano Rajoy se negaba a aceptar el encargo del Rey, una decisión sin precedentes en la democracia española, y al mismo tiempo se cruzaba de brazos demostrando, insisto, que carecía de la audacia necesaria para hacer frente al momento que se estaba viviendo.

Tan es así, que en aquellos momentos comenzaba a abrirse paso la idea de la sucesión. Si al final fructificaba cualquier otra alternativa de Gobierno, era evidente que Rajoy no podía seguir liderando el PP y que había que abrir las puertas a la regeneración. Con lo que no contaba nadie, salvo quizás el propio Rajoy, es que los errores de los demás iban a alcanzar la categoría de garrafales y eso minimizaba el efecto negativo de la inmovilidad marianista. La convocatoria de nuevas elecciones abrió un resquicio a la esperanza en el PP, a pesar de que las encuestas ofrecían un escenario muy poco alentador y ya se daba por hecho que Rajoy tendría que irse si, como vaticinaban los sondeos, la suma de la izquierda -Podemos+PSOE- superaba en votos y escaños a la de la derecha -PP+C’s-.

Un miembro del Gobierno me reconocía que en minoría se gobierna mucho mejor. Y es que es así. Las mayorías absolutas son un veneno democrático

Pero los sondeos se equivocaron. La factura del boicot político la pagó la izquierda, y los electores le volvieron a dar un voto -mínimo- de confianza al PP que mejoraba en votos y escaños, aunque sin alcanzar la mayoría absoluta. Aún así, el PP tendría que pasar un calvario de casi cuatro meses antes de ver cumplido el sueño de seguir gobernando, y en ese tiempo Mariano Rajoy se ha visto obligado a reconvertirse. Y lo ha hecho bien. Si lo hubiera hecho mal, no sería presidente del Gobierno, pero ha sabido jugar bien sus cartas y, sobre todo, ha sabido adaptarse a las circunstancias. El acuerdo firmado con Ciudadanos en agosto sacaba al PP del aislamiento parlamentario al que había venido siendo sometido desde hacía años, y lo devolvía a la normalidad democrática de los pactos.

Rajoy ha ido incluso más allá de donde parecía que podía ir y esta consiguiendo trasladar a la ciudadanía la sensación de que es posible alcanzar grandes acuerdos, no sólo con los más próximos, sino incluso con el partido que hasta el momento representaba la negación por sistema: el PSOE. Cierto que, para ello, el PP ha tenido que asumir principios que no le son propios y enmendar su propia política de los cuatro años anteriores. Pero todo sea por el bien de la gobernabilidad. Y ¿ahora qué? La impresión generalizada -aún sabiendo que en política todo puede ocurrir- es que esta legislatura va a ser larga. Y fructífera.

Un miembro del Gobierno me reconocía en la copa de Navidad que este año ofreció Rajoy en Moncloa a los periodistas que en minoría se gobierna mucho mejor que en mayoría. Y es que es así. Las mayorías absolutas son un veneno democrático que acaban consiguiendo cuestionar el sistema mismo y destruyen más de lo que construyen. Le pasó a González pero le pasó, sobre todo, a Aznar cuya mayoría absoluta ensombreció una legislatura en minoría para enmarcar. Rajoy, que no ha sido un buen gobernante con mayoría absoluta, puede serlo en minoría, y si se rodeara de gente que no le estuviera todo el día halagando los oídos, ni les cuento. Pero no le pidamos peras al olmo. Feliz Año Nuevo a todos.

Permítanme comenzar pidiéndoles un mínimo de imparcialidad, que no de objetividad porque no existe, a la hora de leer estas líneas. Sé que pedirles esto a algunos es un imposible, pero allá ellos, que sigan ahogándose en su propia toxicidad. Al resto, a los que incluso desde la crítica discrepante son capaces de utilizar más de dos dedos de frente, insisto en pedirles esta sensata imparcialidad. ¿Por qué? Pues básicamente porque está muy lejos de mi intención escribir un post laudatorio sobre Mariano Rajoy, simplemente intento acercarme lo más posible a unos hechos que a lo largo de doce meses le han llevado del infierno al cielo, y analizarlos lo menos subjetivamente posible teniendo en cuenta que toda opinión lo es.

Mariano Rajoy Ciudadanos Moncloa