Dos Palabras
Por
Manual para evitar otro Pedro Sánchez en el PSOE… y en el PP
Es necesario establecer mecanismos de control en manos de los órganos internos de cada partido para poder apartar a los líderes cuando estos tomen un rumbo equivocado
El pasado martes por la noche, durante la emisión del programa 'La linterna' de Juan Pablo Colmenarejo en la COPE, entrevistamos al presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Yo les recomiendo vivamente que descarguen en la web el podcast de la entrevista, porque no tiene desperdicio. Pero, sobre todo, les invito a que escuchen con mucha atención un momento especialmente emotivo de la entrevista, aquel en el que Fernández Vara cuenta cómo esa tarde-noche del 1 de octubre de 2016 tuvo que salir de su casa —y él llama casa a la sede de Ferraz— escondido en el maletero de su coche.
Primero dijo 'maletero', después aclaró que se trataba de la parte de atrás del coche y que iba tumbado. Creo, por lo que sé, que se trataba de una combinación de ambas cosas. El caso es que ahí escondido llegó hasta la calle Princesa, perseguido por un grupo de fanáticos que no hacían otra cosa que insultarle llamándole “traidor”. A esa anécdota añadiría el presidente extremeño lo mucho que le dolía encontrarse con compañeros suyos —“casi hermanos”— con los que ahora no se saluda y que agachan la cabeza cuando se cruzan con él. Para alguien que siente las siglas de su partido tan dentro de su alma como las siente Fernández Vara, lo que ha pasado en el PSOE es muy duro, y muy difícil de asumir, de comprender y de explicar.
Pero ese ha sido el extremo al que condujo al PSOE su anterior secretario general, Pedro Sánchez, subido a lomos de un poder partidario que desde tiempos de Felipe González no había tenido en el PSOE ningún otro líder del partido, hasta el punto de mantener ese poder encerrado en un puño pese a haber cosechado por dos veces consecutivas los peores resultados de la historia del PSOE. Esa era la cuestión. ¿Cómo podía ser posible que habiendo conducido al PSOE a la irrelevancia parlamentaria, Sánchez consiguiera mantener su poder y, no solo eso, sino también sus sueños de ser presidente del Gobierno? La respuesta es sencilla: porque orgánicamente se le había otorgado al secretario general y a su equipo más poder decisorio que al comité federal.
Sánchez gozaba de un poder casi totalitario bajo la excusa de que tenía el voto de los militantes. El asunto no es baladí porque engarza con el debate que estos días se produce en los partidos políticos sobre su grado de democracia interna y la forma de elección de sus líderes. El PP, por ejemplo, tiene su congreso a la vuelta de la esquina y en su ponencia de estatutos ya se produce ese debate, especialmente después de que Cristina Cifuentes haya anunciado una enmienda para establecer el criterio de ‘un militante, un voto’ como forma de elección del candidato y líder del partido.
A esa propuesta se contrapone la que el propio partido ha elaborado en la ponencia, según la cual los militantes elegirán directamente a los compromisarios que, en una segunda vuelta, serán los encargados de elegir al líder. Siempre he defendido la necesidad de una mayor democracia interna en los partidos, y los modelos de primarias o de ‘un militante, un voto’ no me parecen mal. Al contrario, creo que contribuyen a sanear unas estructuras especialmente reacias a los cambios y a la regeneración. Sin embargo, se corre el riesgo de que el candidato elegido por la militancia, como ha ocurrido en el PSOE con Pedro Sánchez, se ampare en la legitimidad de la elección por parte de los militantes para ejercer un ilegítimo poder absoluto que, como ocurría con el exsecretario general del PSOE, implicaba la defenestración política de sus críticos.
Establecer mecanismos de control es el camino para evitar que en el futuro el 'pedrosanchismo' vuelva a hacer el daño que le ha hecho a España
Por eso es necesario establecer mecanismos de control. La democracia americana ha resuelto ese problema —lo vamos a ver no a mucho tardar cuando Donald Trump asuma el poder y empiece a hacer de la suyas— con el 'impeachment' y dejando en manos del Legislativo un poder de control del Ejecutivo que ya nos gustaría aquí… Y ese es el camino para evitar que en el futuro el 'pedrosanchismo' vuelva a hacer el daño que le ha hecho en estos meses atrás a España y a su partido: mecanismos de control en manos de los órganos internos de los partidos.
Llámese comité federal, llámese junta directiva nacional, o como se llame en otras formaciones políticas, el líder del partido debe rendir cuentas ante estos órganos de representación que, precisamente por ello, son la verdadera expresión democrática de la pluralidad que viste los partidos políticos. Y estos órganos de representación deben tener el suficiente poder delegado para apartar al líder del partido si este decide unilateralmente tomar un rumbo equivocado que puede dañar —como así ha ocurrido— los intereses del conjunto. Y eso debe poder hacerse sin necesidad de tener que recurrir a situaciones extremas como la vivida el pasado mes de octubre en el PSOE.
El pasado martes por la noche, durante la emisión del programa 'La linterna' de Juan Pablo Colmenarejo en la COPE, entrevistamos al presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Yo les recomiendo vivamente que descarguen en la web el podcast de la entrevista, porque no tiene desperdicio. Pero, sobre todo, les invito a que escuchen con mucha atención un momento especialmente emotivo de la entrevista, aquel en el que Fernández Vara cuenta cómo esa tarde-noche del 1 de octubre de 2016 tuvo que salir de su casa —y él llama casa a la sede de Ferraz— escondido en el maletero de su coche.