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Gobierno de concentración y dimisión de Rajoy, o se acabó el 78
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Federico Quevedo

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Gobierno de concentración y dimisión de Rajoy, o se acabó el 78

Ya lo he escrito en los 140 caracteres de Twitter y estoy aún más convencido: Mariano Rajoy​ debe dimitir. Hay tres razones fundamentales para exigir esa dimisión

Foto: El jefe del Ejecutivo y presidente del PP, Mariano Rajoy (i), junto a la secretaria general, María Dolores de Cospedal. (EFE)
El jefe del Ejecutivo y presidente del PP, Mariano Rajoy (i), junto a la secretaria general, María Dolores de Cospedal. (EFE)

Podemos vestirlo de lo que queramos, disfrazarlo de mil maneras… Podemos estar ciegos ante la realidad de lo que ocurrió el 1-O y dejarnos engañar por los argumentarios escupidos por los ordenadores del Departamento de Comunicación de la Presidencia del Gobierno —“No ha habido referéndum”, “ha prevalecido el Estado de derecho”, “ha sido una burla, una farsa”, “se ha impedido la votación”, etcétera—, o podemos abrir los ojos y los oídos a la realidad y empezar a pensar en una solución de urgencia.

Porque urgencia es lo que tenemos ahora mismo sobre la mesa. Urgencia para resolver una situación de la que, sin duda alguna, hay unos culpables que son aquellos que han desafiado el orden constitucional y que, por lo tanto, deberían comparecer ante la Justicia, y unos responsables que son aquellos que habiendo tenido en su mano la oportunidad de evitarlo, no lo hicieron y, por lo tanto, deberán comparecer ante los ciudadanos. No voy a tardar mucho más en decirlo, porque ya lo he escrito en los 140 caracteres de Twitter y estoy aún más convencido: Mariano Rajoy debe dimitir. Hay tres razones fundamentales para exigir esa dimisión.

La primera, que, siguiendo aquella famosa tesis de Riley —“si anda como un pato, nada como un pato y vuela como un pato, entonces es un pato”—, si hubo urnas para un referéndum, si hubo colegios para un referéndum, si hubo papeletas para un referéndum y hubo votantes para un referéndum, entonces hubo un referéndum. Cierto que desde cualquier punto de vista jurídico-constitucional no lo hubo. Pero hubo apariencia de referéndum, y con eso bastaba. Y Mariano Rajoy se había comprometido a que no hubiera ni siquiera apariencia de referéndum. Nos hizo creer que no se iba a votar de ninguna manera, y empeñó todos los medios del Estado de derecho para evitarlo, y aun así, solo hubo 300.000 votos menos que en el referéndum que, según él, tampoco hubo el 9 de noviembre de 2014. Es la segunda vez que nos miente, y además esta vez ha conseguido algo más: que se humille al Estado de derecho.

Foto: Concentración ante el consulado español en Perpiñán. (R. M.)

La segunda, que, habiéndose comprometido también a que no se utilizaría la violencia, esta apareció. Un buen amigo mío, vasco, compañero de colegio, tan poco sospechoso de ser nacionalista o independentista como lo soy yo, me decía: “Mira, Fede, si la policía entra a saco en una concentración de Batasuna o de la CUP, nos da igual y la aplaudimos… Pero si la policía entra a saco en Las Arenas —donde vivíamos— y se lleva por delante a niños, abuelos y padres de familia, nos enfadamos, y con razón”. Las imágenes fueron lamentables, pero más lamentable aún es que de cara al exterior lo que se haya visualizado es al Estado reprimiendo algo tan aparentemente inocente como depositar un voto en una urna. Quien diera la orden de atacar, debería estar ya en su casa buscando empleo en los anuncios del periódico.

Y la tercera, y más importante, es que si ya había un conflicto institucional antes del domingo, desde ese día lo que vive España es una crisis institucional en toda regla, que va a poner en riesgo real de ruptura el acuerdo de convivencia que nos dimos en 1978. Y eso no tenía que haber pasado. Nunca se debió llegar hasta aquí, hasta la convicción de que en los próximos días la Generalitat de Cataluña, sus instituciones, va a declarar la independencia rompiendo definitivamente el orden constitucional. Es, sin duda, el momento más grave que haya podido vivir nuestra democracia, más incluso que el del golpe de Estado de 1981, porque en aquel momento la unanimidad de las fuerzas democráticas hizo frente al desafío y la democracia salió fortalecida. Pero esta vez los demócratas y los constitucionalistas no están unidos, y pase lo que pase, la democracia va a salir muy debilitada de todo esto.

Foto: Jornada del referéndum (EFE)

Y el principal responsable —que no culpable, aclaremos este extremo cuantas veces sea necesario, porque la culpabilidad se dirime ante la Justicia, y la responsabilidad, ante los ciudadanos o el Parlamento— de que esto sea así se llama Mariano Rajoy, y no puede seguir siendo presidente del Gobierno. Y ahora tenemos una urgencia, porque en los próximos días se va a declarar unilateralmente la independencia de Cataluña. ¿Qué hacemos? La lógica dice que aplicar el artículo 155 de la Constitución, algo que habría que haber hecho ya. Pero Rajoy no puede hacerlo, porque sale absolutamente debilitado de esta situación.

Hay una alternativa: un Gobierno de concentración de los tres principales partidos constitucionalistas, PP-PSOE-C’s, lo que sumaria a casi el 70% de los ciudadanos. Un Gobierno presidido por alguien de consenso, que no fuera Rajoy, y que aplicara el artículo 155 de la Constitución y, a continuación, convocara elecciones autonómicas en Cataluña, y nacionales en España. Y, a partir de ahí, abrir un periodo de reflexión y de negociación con otros interlocutores capaces de llegar a un acuerdo. Los de hoy ya no valen. Están desacreditados a los ojos de los españoles, y a los ojos de Europa entera.

Y lo siento, de verdad. Rajoy tuvo cinco años para haber evitado esto. El domingo por la noche le escuché decir que nunca se imaginó que las cosas podían haber llegado hasta aquí: pues bien que se lo advertimos durante años, lo cual solo ahonda en su incapacidad para resolver los verdaderos conflictos. Lo mejor que puede hacer, el mayor servicio que puede hacer a España, es irse y dejar que sean otros los que tomen las riendas y solucionen lo que él ha contribuido a estropear, que no es otra cosa que el modelo de Estado que nos dimos en 1978 y que hoy, más que nunca, está en riesgo evidente de desaparición.

Podemos vestirlo de lo que queramos, disfrazarlo de mil maneras… Podemos estar ciegos ante la realidad de lo que ocurrió el 1-O y dejarnos engañar por los argumentarios escupidos por los ordenadores del Departamento de Comunicación de la Presidencia del Gobierno —“No ha habido referéndum”, “ha prevalecido el Estado de derecho”, “ha sido una burla, una farsa”, “se ha impedido la votación”, etcétera—, o podemos abrir los ojos y los oídos a la realidad y empezar a pensar en una solución de urgencia.

Mariano Rajoy