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Artur Mas y la teoría (por necesidad) del caos
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Artur Mas y la teoría (por necesidad) del caos

Él quería llegar a esta situación para poner en práctica la teoría del caos total a partir del cual todo se endereza en una dirección o en otra. Tiene un coste alto para todos menos para él

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (i), acompañado del expresidente de la Generalitat, Artur Mas. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (i), acompañado del expresidente de la Generalitat, Artur Mas. (EFE)

Tiene a todo el mundo donde él quería tenerlos: al Gobierno, a Puigdemont y Junqueras, a las CUP y los movimientos 'indepes' –Òmnium y ANC–, a su partido… Siempre ha estado entre bambalinas, detrás del telón, moviendo los hilos. Él, que no parecía un estadista, hijo político de Jordi Pujol, sin embargo, se ha destapado como un perfecto Maquiavelo. Los de las CUP debieron de 'flipar' cuando el martes por la tarde se encontraron con Artur Mas sentado en la mesa al lado de Carles Puigdemont y llevando la voz cantante de la reunión previa a la intervención del 'president' en el pleno del Parlament.

Ya sabían que el día anterior Mas había sido la última persona en entrevistarse con Puigdemont antes de que la noche llamara a conciliar el sueño. Las CUP habían hecho gala durante mucho tiempo de haberlo tenido apartado de todo, de haberlo alejado de la política activa, de haberlo mandado a galeras, como se dice vulgarmente, y de repente Artur Mas está en todas partes, aparece como el condimento esencial en todas las salsas. Nada ocurre sin que él lo sepa o lo autorice. En el fondo, sigue siendo el que manda en el Palau de la Generalitat porque Puigdemont no es más que una marioneta en sus manos, y ese no ha debido de ser un buen trago para los anticapitalistas, que, ahora, ya no pueden dar marcha atrás porque de ellos depende que el 'proces' salga adelante.

Mas quiere que el Gobierno intervenga Cataluña porque sabe que eso va a provocar la ira del independentismo, de las CUP, de Òmnium y la ANC

Los ha utilizado, a su antojo, para sus planes, que no son otros que sembrar el caos en Cataluña haciendo bueno el dicho de 'cuanto peor, mejor', porque lo necesita, porque su mochila ya pesa mucho y necesita quitarse esa carga y solo puede hacerlo sobre la base de un estallido de la situación que o bien logre el objetivo de la independencia o le convierta a él en el único capaz de devolver las aguas a su cauce. Artur Mas quería llegar a esta situación, perfecta para poner en práctica la teoría del caos total a partir del cual todo se endereza en una dirección o en otra. Pero con un coste muy alto, extraordinariamente alto, para todos menos para él, que, ahora mismo, lo tiene todo perdido.

Él es el artífice de ese discurso ambiguo de Puigdemont anunciando una DUI que, inmediatamente después de haber sido anunciada y antes de que tuviera tiempo de entrar en vigor, era suspendida a la espera de un diálogo que Mas sabía perfectamente que nunca se iba a producir. No es tan tonto como para creer que el Gobierno y la oposición del PSOE y Ciudadanos iban a estar dispuestos a sentarse a negociar la independencia. Sabía perfectamente que eso era imposible, pero al mismo tiempo lograba situar al Gobierno donde el quería: en los preliminares de la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Artur Mas quiere que el Gobierno intervenga Cataluña porque sabe que eso va a provocar la ira del independentismo, de las CUP, de Òmnium y la ANC, de ERC, etcétera. Y sabe –debería saberlo el Gobierno también porque en Cataluña es 'vox populi'– que el independentismo tiene un ejército de cerca de 3000 activistas –sin armas, por supuesto– perfectamente entrenados para sembrar ese caos y que, entonces, el problema salte a las páginas de los medios internacionales, las cancillerías europeas y la propia UE.

El 'expresident' se ha vengado de Rajoy y de su negativa a negociar con él el Pacto Fiscal en 2012 utilizando la misma estrategia del gallego: resistir

Y, a partir de ahí, el Gobierno habrá caído en su trampa y se verá obligado a sentarse a negociar. ¿El qué? Pues esto es lo que puede ser más difícil para Rajoy: los términos de algo que pueda parecerse a la independencia. Artur Mas se ha vengado de Mariano Rajoy y de su negativa a negociar con él el Pacto Fiscal en 2012 utilizando la misma estrategia que usa el político gallego: resistir. Sabía que el presidente del Gobierno no movería ninguna ficha hasta verse obligado a ello y ha ido haciendo crecer la tensión hasta llegar al punto en el que estamos.

Si el Gobierno hubiera aplicado el artículo 155 mucho antes, por ejemplo, en el famoso pleno de septiembre en el que se aprobaron las leyes de referéndum y de transitoriedad, su plan se habría ido a pique. Incluso si hubiera actuado en esa dirección después del referéndum ilegal también las cosas se le habrían puesto cuesta arriba. Pero Rajoy ha esperado hasta el último momento y eso es lo que necesitaba Artur Mas: tener a todos cogidos en un puño. Y después soltarlos para sembrar el caos.

Tiene a todo el mundo donde él quería tenerlos: al Gobierno, a Puigdemont y Junqueras, a las CUP y los movimientos 'indepes' –Òmnium y ANC–, a su partido… Siempre ha estado entre bambalinas, detrás del telón, moviendo los hilos. Él, que no parecía un estadista, hijo político de Jordi Pujol, sin embargo, se ha destapado como un perfecto Maquiavelo. Los de las CUP debieron de 'flipar' cuando el martes por la tarde se encontraron con Artur Mas sentado en la mesa al lado de Carles Puigdemont y llevando la voz cantante de la reunión previa a la intervención del 'president' en el pleno del Parlament.

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