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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¿Hay vida después del 155?

Sí, pero depende de la generosidad con la que cada uno de los que deben afrontar ese periodo de cambio se enfrente al destino

Foto: Manifestación en Barcelona para pedir la libertad de 'los jordis'. (EFE)
Manifestación en Barcelona para pedir la libertad de 'los jordis'. (EFE)

Si no me equivoco, mañana se publicará el sondeo del CIS sobre las elecciones catalanas del 21-D. Con esa encuesta empieza la campaña electoral más trascendental y, al mismo tiempo, más burda de nuestra reciente historia democrática. Como todo lo que viene pasando desde hace un par de años, desde aquellas elecciones de diciembre de 2015 que lo pusieron todo patas arriba, aquí también se producen hechos sorprendentes, dado que nos enfrentamos a unas elecciones con candidatos encarcelados —ya veremos si este lunes el juez Llarena deja en libertad condicional, a todos, a algunos o ninguno, porque cualquier cosa es posible—, y con otros candidatos a la fuga en Bruselas.

Todo lo que está pasando es, cuando menos, esperpéntico, y desde luego resulta muy difícil saber lo que puede ocurrir el próximo 21-D y en los días posteriores, porque cualquier cosa es posible, incluida la repetición de elecciones. Pero lo que parece, en principio, obvio es que si ese último escenario no se produce y se llega a alguna clase de acuerdo de gobierno, la aplicación del artículo 155 habrá tocado a su fin y se abre un nuevo panorama político.

Lo que es seguro es que el 21-D va a implicar grandes cambios en el futuro. ¿Significa una Segunda Transición en España? Quiero creer que sí

No voy a elucubrar sobre lo que puede ocurrir con el Gobierno de Cataluña, porque no me siento capaz de hacer predicciones con este clima de fractura social y desencuentro político como nunca antes se había vivido, pero sí creo que una vez que la normalidad democrática se vuelva a instalar en Cataluña —porque el 155, siendo absolutamente legítimo y necesario, no deja de ser una anormalidad democrática—, habrá que abrir un periodo de diálogo y negociación que no sabemos a donde puede llevarnos.

Pero, digan lo que digan nuestros políticos, lo que es seguro es que va a implicar grandes cambios en el futuro. ¿Significa eso una Segunda Transición en España? Yo quiero creer que sí, pero si llamarlo así resulta poco apropiado o políticamente incorrecto, el hecho de no hacerlo no esconde la necesidad de una reforma profunda de algunos de los aspectos que condicionaron la primera. Empezando por el que fue, sin duda, el más complicado de encajar en una Constitución en cuya redacción participaron gentes de muy distinto pelaje: el modelo territorial.

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Claro que hay vida después del 155, hay vida porque hay necesidad de cambio, de transformación. Hay vida porque es necesario corregir los errores que nos han llevado hasta aquí, porque si no se corrigen corremos el riesgo de volver a repetirlos y que, esta vez, las cosas salgan mal. Es la historia de España, como recogía en esos versos que tanto gustan a Carolina Bescansa el poeta Jaime Gil de Biedma. La historia de nuestros demonios.

Pues bien, venzámoslos, y para vencerlos es necesario volver a creer en nosotros mismos, algo que hace tiempo que dejamos de hacer. Habrá vida después de 155 si somos capaces de entender que con lo hecho hasta ahora no es suficiente, porque además hay cosas que se han hecho muy mal. Y si no corregimos nuestros errores entonces volveremos a caer en lo peor de nuestra historia, y terminará mal, como casi siempre. ¿Y a quién le echaremos la culpa?

Hay vida después del 155, sí, pero depende de la generosidad con la que cada uno de los que deben afrontar ese periodo de cambio se enfrente al destino. Hace cuarenta años fue posible precisamente porque se hizo con una enorme generosidad. Volvamos a hacerlo ahora, sin ideas preconcebidas, sin líneas rojas, sin muros ni fosos que impidan el avance.

Si no me equivoco, mañana se publicará el sondeo del CIS sobre las elecciones catalanas del 21-D. Con esa encuesta empieza la campaña electoral más trascendental y, al mismo tiempo, más burda de nuestra reciente historia democrática. Como todo lo que viene pasando desde hace un par de años, desde aquellas elecciones de diciembre de 2015 que lo pusieron todo patas arriba, aquí también se producen hechos sorprendentes, dado que nos enfrentamos a unas elecciones con candidatos encarcelados —ya veremos si este lunes el juez Llarena deja en libertad condicional, a todos, a algunos o ninguno, porque cualquier cosa es posible—, y con otros candidatos a la fuga en Bruselas.

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