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Federico Quevedo

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¿Un éxito de Puigdemont?

Investir como presidente de la Generalitat a un huido de la justicia con residencia en Bruselas es de locos. Imaginar un gobierno que se reúna por videoconferencia es surrealista

Foto: Constitución del Parlament. (EFE)
Constitución del Parlament. (EFE)

La lógica, el sentido común y la racionalidad dicen que no puede ser. Investir como presidente de la Generalitat a un huido de la justicia con residencia en Bruselas es de locos. Imaginar un gobierno que se reúna semanalmente por videoconferencia es surrealista. Lo han dicho muchos, pero seguramente toda esta situación haría las delicias de Luis Buñuel. Y, sin embargo, puede ocurrir. Es irracional, lo sé. Pero todo lo que viene ocurriendo en Cataluña desde hace unos meses, lo es. La irracionalidad se ha convertido en el 'leitmotiv' de la política catalana, y a partir de ahí nada de lo que ocurra puede sorprendernos.

Y sí, en ese escenario es perfectamente posible que Carles Puigdemont sea investido presidente de manera telemática, entre otras cosas porque al Gobierno de la Nación no le habrá dado tiempo de presentar el recurso y que el Constitucional se pronuncie antes de la sesión de investidura. Le daría si este lunes la Mesa del Parlament convocara el Pleno de Investidura reconociendo que se va a investir a Puigdemont de manera telemática, pero no van a ser tan tontos como para hacer eso, y como realmente el expresidente ya es diputado, no necesitan especificar en qué condiciones se va a proceder a la investidura.

Puede que impere la cordura y se pacte la investidura de un tercero que ni esté huido ni viva en la cárcel pero, francamente, yo ya no confío

Puede ocurrir, también, que de aquí al lunes impere la cordura y el independentismo pacte la investidura de un tercero que ni esté huido ni viva en la cárcel pero, francamente, después de todo lo vivido yo ya no confío en que impere el famoso y fantasmal 'seny'. Y si finalmente Puigdemont consigue que el Parlament le vuelva a investir como presidente, será su victoria, su éxito, su triunfo frente al Gobierno y frente a la aplicación del 155. Es cierto que el Ejecutivo tiene, incluso después de haber sido investido, margen para evitar que el expresidente siga adelante. Tiene hasta la opción de volver a disolver el Parlament y convocar nuevas elecciones para evitar que tome posesión el nuevo Gobierno de la Generalitat pero, ¿a qué precio?

A pesar de que los 'hooligans' que animan al PP se desgañitarán exigiendo la aplicación al máximo del 155, lo cierto es que tener que volver a recurrir a una manifestación expresa de uso de la actual coyuntura para convocar otras elecciones supondría el reconocimiento de un fracaso. Ya, de hecho, la actual situación tiene mucho de ese fracaso. El Gobierno llegó a las elecciones del 21-D convencido de que significarían el final de la aventura del 'procés' y, aunque es cierto que en buena medida ningún dirigente catalán —salvo los fanáticos de la CUP— está dispuesto a seguir adelante con la independencia unilateral por las consecuencias penales que eso tiene, el hecho de que los mismos que nos han llevado hasta aquí sean los que sigan dirigiendo los destinos de Cataluña ya dice mucho de hasta dónde llegan los errores que ha cometido el Gobierno de Mariano Rajoy.

placeholder Mariano Rajoy en rueda de prensa. (Reuters)
Mariano Rajoy en rueda de prensa. (Reuters)


Un Gobierno que va presumiendo por ahí —lo hace con cierta regularidad la vicepresidenta, que ha vuelto ya de vacaciones— de haber acabado con el independentismo… Será en sueños, digo yo. Y si se refiere al hecho de que sus dirigentes estén en la cárcel, eso es consecuencia de la actuación de un poder institucional independiente, no de la acción del Gobierno. El Gobierno, a día de hoy, lo único que ha conseguido es que sigamos hablando a todas horas del conflicto catalán y, eso sí, que el PP desaparezca del escenario político catalán.

¿Éxito de Puigdemont? Si al final es investido, sin duda sí. Y si no lo es, al menos nos habrá tenido sobre ascuas hasta el último momento, y eso tiene bastante de éxito también. ¿Fracaso de Rajoy? Tiene toda la pinta. Pase lo que pase, al Gobierno le puede la incertidumbre de haber utilizado un mecanismo cuyas consecuencias son imprevisibles. Todo esto es inédito, y en esas aguas este Gobierno dirigido por un hombre muy poco acostumbrado a la, a veces necesaria, improvisación, navega sin rumbo, sin brújula, sin plan B. Y así nos va.

La lógica, el sentido común y la racionalidad dicen que no puede ser. Investir como presidente de la Generalitat a un huido de la justicia con residencia en Bruselas es de locos. Imaginar un gobierno que se reúna semanalmente por videoconferencia es surrealista. Lo han dicho muchos, pero seguramente toda esta situación haría las delicias de Luis Buñuel. Y, sin embargo, puede ocurrir. Es irracional, lo sé. Pero todo lo que viene ocurriendo en Cataluña desde hace unos meses, lo es. La irracionalidad se ha convertido en el 'leitmotiv' de la política catalana, y a partir de ahí nada de lo que ocurra puede sorprendernos.

Carles Puigdemont Mariano Rajoy Parlamento de Cataluña